Los lirios de Astarté
Por
Por amor al arte
¿Qué es el Arte? Morirte de frío. Es el primer chiste que me contaron el primer día de clase en la facultad. Treinta años después aún sigo sin poder definirlo. ¿Cómo acotar algo inabarcable?
A falta del Día Internacional del Chicharrón de Cádiz, bueno es el Día Mundial del Arte. Un 15 de abril de 1452 nacía en la villa toscana de Vinci, Leonardo, artista multidisciplinar, en el argot de la posmodernidad. En honor a su nacimiento, en tal fecha tiene lugar desde el 2012 “una celebración para promover el desarrollo, la difusión y la promoción del arte”, según aparece recogido en la web de la UNESCO.
¿Qué es el Arte? Morirte de frío. Es el primer chiste que me contaron el primer día de clase en la facultad. Treinta años después aún sigo sin poder definir qué es el Arte. ¿Cómo acotar algo inabarcable? De entre todos los intentos de definición, yo abogo por la del filósofo y crítico de arte británico Herbert Read: “…el Arte es la expresión más perfecta de la humanidad…”
El Arte trasciende la forma, por eso emociona, provoca, sobrecoge, estimula, te lleva de viaje a vivir una experiencia intelectual, espiritual, sentimental. Y gratis. O por un módico precio.
Miren, decía Kandinsky en su tratado teórico ‘De lo espiritual en el arte’ que la obra de arte verdadera nace del artista mediante una creación misteriosa, enigmática y mística. Luego se aparta de él, adquiere una vida autónoma, se convierte en una personalidad, es un sujeto independiente, animado de un soplo espiritual: es el sujeto viviente de una existencia real, un ser.
Para que luego venga el cuñado de turno a decirte que “eso lo pinta mi sobrino de cuatro años”, Wassily.
El Arte siempre ha estado en los principales hitos de la humanidad cumpliendo distintas funciones, como explica Fernando Marías en su obra ‘Teoría del arte’.
Una función mágica-propiciatoria de la caza tenían las pinturas que descubrió de forma ocasional José Bullón Lobato, el agricultor que arrendaba la finca en la que se encuentra la cueva malagueña de La Pileta. Ciento cincuenta mil años sobre nuestras cabezas al entrar en este santuario prehistórico, el que conserva el mayor número de muestras de arte rupestre de la Península.
También ha tenido, y sigue teniendo el Arte, una función propagandística y de exaltación del poder, ejemplo de ello es la magnífica escultura de Trajano heroizado procedente de Itálica y que hasta el cierre del Museo Arqueológico de Sevilla por reformas (quiera Zeus que no se eternice el cierre) presidía la conocida como “Sala Oval”. Mármol de Paros. Cubre su hombro izquierdo con el manto prendido con una gran fíbula circular. Es la única prenda que luce el cuerpo idealizado, todo fibra, del emperador itálico de la dinastía de los Antoninos. Divo Trajano. Un símbolo de legitimación dinástica y, también, de homenaje de Adriano a su antecesor. Hispanos por Roma.
Consciente del poder seductor del Arte, también fue utilizado para el adoctrinamiento religioso, como la decoración epigráfica con versos coránicos de la Mezquita de Córdoba o las propias imágenes procesionales que nacieron al calor del Concilio de Trento. Arte tangible para entender mensajes intangibles. Pedagogía de las artes plásticas. La misma pedagogía que busca la función espiritual con los Jeroglíficos de las postrimerías de Valdés Leal en ese relicario del mejor barroco europeo que es la Iglesia de San Jorge del sevillano Hospital de la Caridad. In ictu oculi. En un abrir y cerrar de ojos llega la desagradable de la guadaña y se baja el telón.
También se recurrió al Arte para celebrar y conmemorar hazañas, como expresión de la angustia vital, con una función intelectual y de crítica social o como documentos gráficos de distintas épocas de la Historia. Picasso plasmó en el Guernica los horrores de la Guerra Civil. Murillo nos habla en sus cuadros de pícaros y niños mendigos, de las sombras de la Nueva Roma que fue la Sevilla indiana. Testigos y transmisores de verdades personales.
El Arte como oscuro objeto de deseo, como instrumento necesario, como lenguaje común en la torre de Babel.
Y los artistas.
Alquimistas de lo bello y lo feo, lo bueno y lo imprudente. Chamanes de los sentidos.
Es una fría mañana de invierno. En una paleta, el pintor ha dispuesto los óleos en un orden determinado, con mimo y determinación. Blanco, amarillo cadmio, bermellón, magenta, azul ultramar, verde cinabrio, ocres, grises, negros. Cálidos y fríos en semicírculo. Parecieran músicos a la espera del director. El pincel. Aceite de linaza. Un trapo expresionista. El lienzo en blanco retador. Todo está preparado para que Daniel Franca, joven artista plástico sevillano, comience una extraordinaria y práctica clase de teoría del color.
¿Qué es el Arte, el principio o el fin? ¿Es la materia, la forma sensible, objetiva y tangible? ¿Es la idea creadora de la que nace?
Ciento cincuenta mil años después de que unos andaluces prehistóricos se tiznaran los dedos para pintar en una cueva de Benaoján, el Arte sigue siendo inconmensurable, infinito, inabarcable e indefinible como el amor verdadero.
Ya es dieciséis de abril, pero sigamos celebrando el Día Mundial del Arte. Chicharrones aquí.
A falta del Día Internacional del Chicharrón de Cádiz, bueno es el Día Mundial del Arte. Un 15 de abril de 1452 nacía en la villa toscana de Vinci, Leonardo, artista multidisciplinar, en el argot de la posmodernidad. En honor a su nacimiento, en tal fecha tiene lugar desde el 2012 “una celebración para promover el desarrollo, la difusión y la promoción del arte”, según aparece recogido en la web de la UNESCO.