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María José Caldero

Los lirios de Astarté

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Hoy nos vamos de paseo por los paisajes andaluces, esos que forman parte consustancial de la identidad de nuestra tierra y se han visto reflejados en la obra de maestros de la pintura española

Foto: 'La Sal' de Carmen Laffon.
'La Sal' de Carmen Laffon.

Hace años que vivo empadronada en el asfalto de la maltrecha A-66. Veintiocho kilómetros y ochocientos metros me separan del skyline que llevo tatuado en el iris. Veintiocho desiertos. No quiero imaginar lo que sería aguantarme la morriña en, no sé, Bratislava.

“Take me down to the Paradise City, where the grass is green and the girls are pretty”. Llévame a la Ciudad Paraíso, donde la hierba es verde y las chicas son bonitas. Hoy suenan los Guns N’ Roses de fondo mientras escribo.

Adoro conducir porque me acerca a todo aquello que amo. Embrague, primera, acelerador, embrague, segunda y un destino al que llegar.

Foto: Las tentaciones de San Jerónimo. (Valdés Leal) Opinión
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Sin coche y a base de autobuses por la Ruta de la Plata, me he pasado la semana con la cara pegada al cristal del Damas contemplando infinitos campos de girasoles.

Hoy nos vamos de paseo por los paisajes andaluces, esos que forman parte consustancial de la identidad de nuestra tierra y se han visto reflejados en la obra de maestros de la pintura española como Fortuny, Rusiñol, Sorolla o Darío de Regoyos, y de destacados artistas que sublimaron el paisajismo andaluz como Sánchez Perrier, Jiménez Aranda, Gonzalo Bilbao o Bacarisas, entre otros muchos.

Pero no serían los pintores locales los iniciadores de ese paisajismo nuestro tan retratado, sino aquellos artistas foráneos (David Roberts, John Frederick Lewis, Richard Ford) que se sintieron irremediablemente atraídos por la exótica Andalucía en pleno Romanticismo del siglo XIX. El genio londinense de la luz, William Turner, o el maestro del Romanticismo francés, Eugène Delacroix, no dudaron en hacer las maletas y venir a tomar apuntes del natural y pintar al aire libre en Andalucía. Algo tendrá el agua cuando la bendicen.

En el pormenorizado estudio 'Pintura de paisaje y “plein-air” en Andalucía 1800-1936', el pintor e historiador del arte Juan Fernández Lacomba, alude a la importancia de la llegada del ferrocarril para el “descubrimiento” artístico del campo y para la “valoración del paisaje”, hecho este que corrió a cargo de los artistas que vivían en la ciudad.

placeholder La playa de Sanlúcar de Barrameda, por Germán Álvarez Algeciras.
La playa de Sanlúcar de Barrameda, por Germán Álvarez Algeciras.

En 1873 llegaba el nuevo medio de transporte a la localidad sevillana de Alcalá de Guadaira. A las riberas del río llegaban los senderistas (el senderismo no lo inventamos los divorciados aburridos los fines de semana) ávidos de disfrutar de la belleza evocadora del paisaje alcalareño, dominado siempre por la mole imponente de la fortaleza medieval. Entre los visitantes, pintores, siempre allí donde hubiera una realidad que traspasar al lienzo. En torno a la figura de uno de estos pintores, Sánchez Perrier, se formará la conocida como ‘Escuela de Alcalá’.

Estaba concebida al modo de la Escuela de Barbizon en los bosques de Fontainebleau, donde los franceses Corot, Rousseau o Millet tomaban apuntes al aire libre, con croissants pero sin pan de Alcalá, influyendo con sus obras en toda la pintura francesa del siglo XIX, de forma muy especial en los impresionistas. Sánchez Perrier, al frente de la escuela alcalareña, se convertirá en una figura clave en el desarrollo del paisajismo andaluz con una obra de indudable calidad técnica y un verismo estético extraordinario. Manuel García Rodríguez y José Pinelo, integrantes de la escuela, son nombres a anotar en el desarrollo del género paisajístico.

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En las dos últimas décadas del XIX, surgirían en Málaga y Cádiz pintores que enfocan sus obras al mar, siempre fuente de inspiración y fascinación. En Málaga, el marinista José Gartner nos lleva a las aguas cálidas del Mediterráneo, en el muelle del puerto malagueño, envuelto en una atmósfera húmeda y melancólica.

El jerezano Germán Álvarez Algeciras nos traslada a la playa de Sanlúcar de Barrameda, un lugar emblemático de veraneo para las clases desahogadas económicamente de finales del XIX y de los Montpensier, que montaban una corte chica en menos que canta un gallo. Baños de mar, la brisa oceánica, la arena exfoliante. Tratamientos de belleza decimonónica.

En 1870 estallaba la guerra franco-prusiana y no estaba Europa como para ir con los bártulos, de un lado a otro, buscando paisajes evocadores.

placeholder 'Antiguo Muelle', por José de la Peña.
'Antiguo Muelle', por José de la Peña.

Los pintores españoles miraron dentro y, así, Mariano Fortuny o los hermanos Madrazo, llegaron a Andalucía dispuestos a descubrir su luz única.

Fortuny, que llega primero a Sevilla y después se instala en Granada, será el creador de un estilo que influirá en buena parte de los pintores que coinciden con él en tiempo y espacio, Martín Rico o Raimundo de Madrazo, y en generaciones posteriores. Maestro en captar la luz, las calidades y texturas, las atmósferas, sus visiones del Albaicín granadino son de una modernidad sorprendente y un prodigio técnico.

Es interminable la relación de artistas de toda procedencia cuyo destino, alguna vez, les trajo de viaje a Andalucía, ya fuera a las riberas del Guadaira, a las calles empinadas del Albaicín, al plácido Mediterráneo costasoleño y a tantos otros parajes que quedaron inmortalizados en sus obras.

El autobús ha llegado a su destino. Los interminables campos de girasoles quedaron atrás. Cierro los ojos y me traslado a uno de esos paisajes andaluces de luz y sal. Uno con la firma de una mujer. Toda la luz del mundo en La Jara de Carmen Laffon.

Allí me quedo, mientras los Guns N’ Roses siguen buscando la Ciudad Paraíso.

Hace años que vivo empadronada en el asfalto de la maltrecha A-66. Veintiocho kilómetros y ochocientos metros me separan del skyline que llevo tatuado en el iris. Veintiocho desiertos. No quiero imaginar lo que sería aguantarme la morriña en, no sé, Bratislava.

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