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El Mozo barroco
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María José Caldero

Los lirios de Astarté

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El Mozo barroco

Si me preguntan por el regreso de 'El triunfo del sacramento de la eucaristía', de Francisco de Herrera el Mozo, a la catedral de Sevilla, respondo de forma poco ortodoxa y, menos aún, académica

Foto: 'San Pedro liberado por un ángel', de Juan de Valdés Leal. (Catedral de Sevilla)
'San Pedro liberado por un ángel', de Juan de Valdés Leal. (Catedral de Sevilla)
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"Como un fogonazo de luz". De forma tan poco ortodoxa y, menos aún, académica, respondo si me preguntan por el regreso de El triunfo del sacramento de la eucaristía de Francisco de Herrera el Mozo a la catedral de Sevilla. La obra, que ha formado parte de la extraordinaria exposición dedicada al artista por el Museo del Prado y comisariada por el catedrático de Historia del Arte de la Complutense, Benito Navarrete, puede verse durante los dos próximos meses en el trascoro de la catedral. Tras este tiempo, volverá al lugar para el que fue concebido, la entrada a la sala de juntas de la Hermandad Sacramental del Sagrario.

El lienzo de Herrera rompe el gran cortinaje carmesí sobre el que está colocado con el cañón de luz que emana de la escena representada. Era la primera obra que realizaba en su Sevilla natal y con ella debió animar el cotarro en el ambiente artístico de la Sevilla de mediados del siglo XVII. De hecho, no solo causó revuelo, sino que influyó en figuras tan sobresalientes del panorama artístico como Murillo y Valdés Leal, formando un tridente que supuso la puerta de entrada del pleno barroco en la capital hispalense. Una Sevilla que, tras el punto de inflexión que supuso la epidemia de peste bubónica de 1649, había pasado de ser una gran urbe comercial, rica, cosmopolita a una ciudad que había perdido casi la mitad de su población y había mutado en provinciana y repleta de instituciones religiosas que articulaban una sociedad entregada a las prácticas piadosas.

placeholder 'La visión de San Antonio', de Murillo.
'La visión de San Antonio', de Murillo.

En cuanto a los círculos artísticos, se precisaba de un relevo generacional que, por otro lado, ya se estaba fraguando y que llevaría los nombres de estos tres señores protagonistas de lo que hoy les cuento. Pero, de los tres, es Francisco de Herrera el Mozo el menos reivindicado. En ocasiones, es caprichosa y selectiva la memoria de quienes se encargan de registrar hechos y nombres del pasado, dejando en el cajón del olvido a quienes merecen una ventana abierta en el relato de la Historia. Herrera merece la suya. Una ventana y siete.

Francisco había nacido en Sevilla en 1627. Por entonces, Murillo era un crío de 10 años, Valdés Leal apenas levantaba un palmo del suelo a sus cinco años y Velázquez hacía cuatro años que se había marchado a Madrid.

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Nuestro Herrera empezó su formación artística, inevitablemente, en el taller de su padre, Herrera el Viejo. Y a Herrera padre era complicado soportarlo. Tanto es así que, según cuenta Palomino en sus biografías de artistas, Herrera el Mozo y una hermana huyeron del domicilio paterno llevándose algunos ahorrillos para ir tirando. También cuenta el sabroso biógrafo, que el niño era una joyita en cuanto a que era vanidoso, altivo, satírico y diabólico. Se casó con veinte años a espaldas del padre y en unos meses ya se había divorciado.

Tras las locuras de juventud, terminó su formación en Italia y aquella estancia fue definitiva para forjar una personalidad artística que resultaría a la postre fundamental para asentar definitivamente el pleno Barroco en España. ¿Y cómo lo hizo aquel joven arrogante y orgulloso? Con dos obras que lo convierten en el nexo de unión de los dos grandes centros culturales del país: Sevilla y Madrid.

Terminó su formación en Italia, donde acabó de forjar su personalidad artística

Recién llegado a Madrid desde Italia (Roma, Florencia, Venecia, Bernini, Veronés, Pietro da Cortona, etc.) pinta en 1654 el espectacular El triunfo de san Hermenegildo para el antiguo convento de los Carmelitas Descalzos, del que él mismo llegó a decir que "se avía de poner con clarines y timbales" porque la vanidad le andaba a la par a la maestría. Aquella obra marcó a quienes la vieron, devotos, público y compañeros, convirtiéndose en uno de los hitos de la pintura española del XVII.

placeholder 'Triunfo del sacramento', de Francisco de Herrera el Mozo.
'Triunfo del sacramento', de Francisco de Herrera el Mozo.

En ese mismo año de 1654 fallece su padre y Herrera hijo tiene que regresar a Sevilla a arreglar el papeleo de estos luctuosos casos. Y lo que iba a ser un viaje exprés, se convierte en una estancia de cinco años de la que nos quedan la extraordinaria obra que, desde la semana pasada, cuelga a los pies de la catedral y que supuso el segundo golpetazo en la mesa de Herrera para instaurar definitivamente un nuevo lenguaje barroco y el Éxtasis de san Francisco (1656-57), también en la catedral hispalense.

Como en Madrid, El triunfo del sacramento de la eucaristía (1655) causa en Sevilla la misma conmoción e influye, irremediablemente, en los maestros de la escuela sevillana del momento. Murillo y Valdés Leal fueron permeables a la persuasión de Herrera y algo cambió en la pintura sevillana a partir de aquel momento.

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María José Caldero

Resulta, cuanto menos, emocionante, poder contemplar la obra de los tres maestros en apenas 50 o 60 metros en el interior de la montaña hueca. Porque una entra por el pabellón junto a la Puerta de San Cristóbal y se encuentra con La liberación de San Pedro por el ángel, de Valdés Leal (1657-1659), y no puede menos que deleitarse en la contemplación del prodigioso ángel liberador, todo luz y dinamismo, y que muestra lo mejor de la técnica del maestro: la pincelada ágil, libre, el contraste lumínico, la riqueza cromática.

Al otro lado, en el muro norte, el hilo nos lleva hasta la capilla de San Antonio, donde Murillo, ya trastocado artísticamente por Herrera, muestra su monumental San Antonio de Padua y el Niño Jesús (1656) de atmósfera envolvente, límites difusos, y efectos lumínicos y escenográficos que llevan, sin duda, a Herrera. Tres maestros que se conocieron, se admiraron y se influyeron, para suerte y fortuna, de quienes vivimos en la eterna búsqueda de la luz.

"Como un fogonazo de luz". De forma tan poco ortodoxa y, menos aún, académica, respondo si me preguntan por el regreso de El triunfo del sacramento de la eucaristía de Francisco de Herrera el Mozo a la catedral de Sevilla. La obra, que ha formado parte de la extraordinaria exposición dedicada al artista por el Museo del Prado y comisariada por el catedrático de Historia del Arte de la Complutense, Benito Navarrete, puede verse durante los dos próximos meses en el trascoro de la catedral. Tras este tiempo, volverá al lugar para el que fue concebido, la entrada a la sala de juntas de la Hermandad Sacramental del Sagrario.

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