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Con los ojos de un niño
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María José Caldero

Los lirios de Astarté

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Con los ojos de un niño

Empieza un nuevo curso escolar y volvemos a tener la oportunidad de sentarnos junto a nuestros niños y aprender con ellos, despertarnos la curiosidad por saber más de aquello que nos identifica como pueblo

Foto: Vista general de Carmona, Sevilla. (Foto: Alamy)
Vista general de Carmona, Sevilla. (Foto: Alamy)

Si tienen hijos en edad escolar, estarán, como yo, inmersos en ese anhelado momento de la vuelta al cole, previa vorágine de preparativos, recuperación de horarios y compras de material. Los libros del nuevo curso se amontonan en la mesa, desafiantes, retadores, imponentes. Cuando niña, me gustaba curiosear aquellos ejemplares que debía cuidar para que los heredaran mis hermanos pequeños. Leía algunos poemas del de Lengua, miraba las fotos del de Ciencias Naturales, pasaba de largo asustada por el de Matemáticas y adoraba pasar las páginas del de Ciencias Sociales, una disciplina académica que se me antoja más necesaria que nunca.

placeholder Vista de la iglesia de San Pedro de Carmona. (Wikipedia/Paul Van Der Werf)
Vista de la iglesia de San Pedro de Carmona. (Wikipedia/Paul Van Der Werf)

A veces, más veces de las deseadas, que serían ninguna, nos asalta la noticia de una pintada en un monumento, un destrozo en una fuente, un acto vandálico disfrazado de reivindicación en un museo o un desperfecto provocado en una escultura. Podríamos distinguir entre quienes atentan deliberadamente contra el patrimonio y quienes causan daños de forma involuntaria pero por una actuación irresponsable. Creo que en ambos casos hay un punto en común y es la falta de educación, en general, y patrimonial, en particular. Un déficit de educación que empieza en el ámbito familiar, que es donde los padres tenemos que ejercer de tales con el trabajo que ello conlleva, y no se solventa en colegios e institutos donde aún no tenemos planes de estudios que contemplen una educación patrimonial desde los primeros años de aprendizaje y se mantenga durante toda la etapa escolar. Probablemente, esto no reduzca a cero los atentados al patrimonio, pero estaremos más cerca de conseguirlo.

placeholder Casa del Marqués de las Torres de Carmona. (Wikipedia)
Casa del Marqués de las Torres de Carmona. (Wikipedia)

Aún recordamos las imágenes terribles de los daños ocasionados por el DAESH al patrimonio histórico-artístico de Palmira. Me he ido a un caso extremo, ¿verdad? lo es en cuanto que esos atentados llevaban pareja la muerte de miles de personas, pero lo traigo aquí porque cualquier daño al patrimonio conlleva la pérdida de la memoria de un pueblo y esa pérdida, en ocasiones, se vuelve irreparable. Por ello es fundamental entender la importancia de educar en el amor a ese legado cultural que heredamos, porque no es solo nuestro, sino de los que vendrán después de nosotros y en esa labor de legar está la de preservar.

Foto: La catedral de Jaén. (Alamy/Diego Grandi) Opinión
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Empieza un nuevo curso escolar y volvemos a tener la oportunidad de sentarnos junto a nuestros niños y niñas y aprender con ellos, despertarnos la curiosidad por saber más de aquello que nos identifica como pueblo, porque desde el conocimiento de lo más cercano, desarrollando el apego y la identidad cultural con nuestro entorno, sabremos extender ese amor y respeto, pareja indisoluble, al legado cultural de otros ámbitos más lejanos.

“Marco, ¿Itálica o Carmona?”, “Carmona, que a Itálica ya he ido con el cole”.

Había amanecido el día fresco, por fin, el ambiente invitaba a coger el coche y trazar una ruta con destino a un lugar bonito. A siete kilómetros de nuestra llegada, vislumbramos el perfil monumental de la histórica ciudad, que se levanta a doscientos treinta y cinco metros de altitud dominando, imponente, la vega del río Corbones. Le explico a mi hijo que en Carmona ya vivían personas hace cinco mil años y me mira con esa capacidad de sorpresa y asombro propia de la niñez y que debiéramos conservar de adultos. Ante la espectacular Puerta de Sevilla del Alcázar de Abajo, Marco se cuelga mi cámara reflex del cuello y el objetivo fotográfico se traga la luz dorada de la fortaleza inexpugnable. Le hablo de los cartagineses y los romanos, de los musulmanes y cristianos, de personas que habitaron y pasearon por estas mismas calles hace cientos de años. Pedimos un plano del centro histórico de la ciudad en la magnífica oficina de información turística carmonense, Marco lo despliega entre sus manos y, como amante de los retos a sus 9 años, está dispuesto a visitar los más de treinta puntos de interés señalados. Unos tobillos inestables y el suelo adoquinado juegan en mi contra, pero nos lanzamos a ir desbloqueando puntos, como niveles en uno de esos videojuegos que acaparan las pantallas de las tablets. La torre del homenaje y Minecraft, Pedro I y Super Mario Bros, buscando lugares de encuentro entre la iglesia del Salvador y la Prioral de Santa María.

Foto: Torcal de Antequera. (Ramón Morcillo) Opinión
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Nos quedaron retos pendientes con promesas de volver, pero nos guardamos en la mochila la fachada del palacio de los Rueda y de los Aguilar, la torre de la iglesia de san Pedro (“mamá, se parece a la Giralda”) y el gato de la Casa del Marqués de las Torres, el Vaso de las flores de loto y el refresco en la plaza del mercado. Las nubes se volvieron amenazantes, pero nosotros ya habíamos contemplado la inmensidad de la Vega desde la atalaya del Alcázar de Pedro I. Allí, con la infinitud del paisaje andaluz en los ojos de un niño, confirmé que el amor se siembra.

Si tienen hijos en edad escolar, estarán, como yo, inmersos en ese anhelado momento de la vuelta al cole, previa vorágine de preparativos, recuperación de horarios y compras de material. Los libros del nuevo curso se amontonan en la mesa, desafiantes, retadores, imponentes. Cuando niña, me gustaba curiosear aquellos ejemplares que debía cuidar para que los heredaran mis hermanos pequeños. Leía algunos poemas del de Lengua, miraba las fotos del de Ciencias Naturales, pasaba de largo asustada por el de Matemáticas y adoraba pasar las páginas del de Ciencias Sociales, una disciplina académica que se me antoja más necesaria que nunca.

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