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Los lirios de Astarté
Por
Postrimerías de luz
El barroco de Priego o cómo pudo darse una riqueza artística tan extraordinaria en un lugar alejado de los grandes centros artísticos y comerciales de la Andalucía de los siglos XVII y XVIII
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La luz de la Subbética cordobesa entra a chorros por las ocho ventanas de la impresionante cúpula gallonada que cubre la Capilla Sacramental de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Priego de Córdoba. Una luz vivificadora que acentúa el blanco impoluto de las yeserías que cubren todo el interior de una estancia de perfiles mixtilíneos y repleta de elementos ornamentales y figurativos que son un extraordinario compendio del inconfundible barroco prieguense. Corría el año 1772 cuando comenzó a construirse el sagrario de la Asunción, una de las obras maestras de la conocida como Escuela de Priego y declarada Monumento Nacional hace casi un siglo, en los primeros compases de la brevísima II República. La firma de su autor, Francisco Javier Pedrajas (Priego, 1736-1817) aparece inscrito en las yeserías junto al año de finalización, 1784, aunque no es descartable que existieran unas trazas anteriores de la capilla atribuidas a su maestro Jerónimo Sánchez de Rueda. Fue usual en Priego que, en las trazas de las iglesias, capillas y camarines que forman parte de su imponente patrimonio, se superpusieran los nombres de maestros y discípulos.
Pensando en un lugar desde el que poner el broche a este dos mil veinticuatro del que apuramos los últimos sorbos, los caminos inescrutables de la sensibilidad artística me han llevado hasta la bellísima localidad de Priego. Desde que la descubrí, me fascinaron los blancos cegadores de las yeserías que, como un manto de nieve, cubren cúpulas, bóvedas, muros, arcosolios, con una exuberante decoración que resulta abrumadora.
¿Cómo puede darse una riqueza artística tan sumamente extraordinaria en un lugar alejado de los grandes centros artísticos y comerciales de Andalucía de los siglos XVII y XVIII? Podemos encontrar el origen en la pujanza económica de un pueblo rural en el que sobresalen las actividades comerciales en el sector textil, destacando la manufactura de la seda. Esta riqueza económica se va a traducir de forma tangible en la transformación de una ciudad que, patrimonialmente, se convertirá en una de las cumbres del barroco andaluz gracias al nacimiento de la ya citada Escuela de Priego. Casualmente, el fundador de esta escuela no es un prieguense, sino un lucentino, el grandísimo Francisco Hurtado Izquierdo (Lucena, 1669 - Priego, 1725), maestro mayor de las catedrales de Córdoba y Granada. Cuando Hurtado Izquierdo llega a Priego, ya llevaba en su currículum el muy posible diseño de la suntuosa Sacristía de la Cartuja de Granada, entre otras obras sobresalientes, dejando en Priego una huella indeleble en lugares como la iglesia de San Juan de Dios, en cuya reforma va a trabajar marcando las pautas arquitectónicas y ornamentales que después seguirán sus discípulos: formas geométricas, cornisas mixtilíneas que combina con elementos ornamentales de carácter naturalista como hojas de acanto o elementos vegetales. Además, perfila el concepto de capilla de planta poligonal ricamente decorada con sus inconfundibles yeserías y cubierta por la cúpula gallonada tan frecuente en Priego.
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Pero la huella del maestro Hurtado Izquierdo, que murió en su ciudad de adopción y está enterrado en la parroquia de la Asunción está, sobre todo, en el aprendizaje que dejó en sus sucesores, como los hermanos Sánchez de Rueda, Teodosio y Jerónimo, particularmente éste último, arquitecto y retablista que se hará cargo del taller de Hurtado Izquierdo a su muerte y participa en las reformas arquitectónicas de las iglesias de San Juan de Dios, la Asunción y San Francisco, en las que sigue los planos de su maestro pero aportando ya su sello particular.
De Jerónimo Sánchez de Rueda (Granada, 1670 - Priego, 1749) cabe destacar la original Capilla de Jesús Nazareno en la iglesia de San Francisco, de sección hexagonal y cubierta por una cúpula semiesférica en la que se abren seis ventanales por donde entra la luz que ilumina esta majestuosa capilla que guarda la soberbia imagen del Nazareno de Pablo de Rojas. Capilla que puede considerarse la primera obra genuina de la escuela de Priego, que fue comenzada por un granadino y terminada por Juan de Dios Santaella (Priego, 1718 - 1802), el primer miembro de la escuela nacido en la localidad.
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El estilo de Santaella, formado con Sánchez de Rueda, acentúa el carácter ornamental del barroco prieguense. Él será el encargado de ejecutar y culminar obras diseñadas por su maestro (San Francisco y Capilla del Nazareno). Es esta una tónica habitual en Priego, por lo que a veces, al no existir documentación acreditativa, es difícil atribuir una obra a un autor concreto, porque los maestros y discípulos se sucedían en los trabajos.
El barroco efectista, teatral y ampuloso de Santaella se hace presente, sobre todo, en sus camarines, entre los que destaca el de la iglesia de la Aurora, donde lleva a cabo una reforma integral en la que la arquitectura queda supeditada a un mundo decorativo de cornisas ondulantes, molduras geométricas, elementos vegetales y ángeles, a los que se suma una policromía que enfatiza la exuberancia de la decoración.
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Santaella muere en 1802 dejando su huella en el barroco más artificioso y recargado de la segunda mitad del siglo XVIII en su localidad natal.
La blanca Priego y su fantasía de yesos y curvas barrocas escriben la última página del dos mil veinticuatro para recibir el primer cuarto del siglo cabalgando junto a Neptuno y Anfítrite en un carro tirado por caballos que salen del agua de la Fuente del Rey (Remigio del Mármol: Alcalá la Real, 1758 - Priego, 1815), una de las fuentes más hermosas del barroco español.
Desde el corazón blanco de Andalucía: salud, amor y arte para el Nuevo Año.
La luz de la Subbética cordobesa entra a chorros por las ocho ventanas de la impresionante cúpula gallonada que cubre la Capilla Sacramental de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Priego de Córdoba. Una luz vivificadora que acentúa el blanco impoluto de las yeserías que cubren todo el interior de una estancia de perfiles mixtilíneos y repleta de elementos ornamentales y figurativos que son un extraordinario compendio del inconfundible barroco prieguense. Corría el año 1772 cuando comenzó a construirse el sagrario de la Asunción, una de las obras maestras de la conocida como Escuela de Priego y declarada Monumento Nacional hace casi un siglo, en los primeros compases de la brevísima II República. La firma de su autor, Francisco Javier Pedrajas (Priego, 1736-1817) aparece inscrito en las yeserías junto al año de finalización, 1784, aunque no es descartable que existieran unas trazas anteriores de la capilla atribuidas a su maestro Jerónimo Sánchez de Rueda. Fue usual en Priego que, en las trazas de las iglesias, capillas y camarines que forman parte de su imponente patrimonio, se superpusieran los nombres de maestros y discípulos.