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'CUiPP': fragilidad y potencia del nuevo tripartito
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Álvaro Robles Cartes

Ángulo Inverso

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'CUiPP': fragilidad y potencia del nuevo tripartito

Como  el trienio liberal o la trilateral, el tripartito es ya un concepto histórico. Una catástrofe que asoló Catalunya en el primer decenio del s XXI. Una aleación tóxica

Como  el trienio liberal o la trilateral, el tripartito es ya un concepto histórico. Una catástrofe que asoló Catalunya en el primer decenio del s XXI. Una aleación tóxica de ideologías y políticos insólitos que, en solo siete años, sumió a Catalunya en una entusiasta labor de quiebra social, económica y financiera. Un pedazo de historia contemporánea para recordar con prevención. Siempre, claro, que el director de la Academia de Historia, Don Gonzalo Anes, no disponga encargar la correspondiente  entrada del diccionario a Maragall, Montilla o Saura.

La historia se repite y no necesariamente como burla, aunque a veces si con jugosas variaciones. Y es que la  Cataluña política -oasis, charca o infecto lamedal, que diría Valle Inclán- cultiva el  diálogo con mayor fertilidad que el resto de España. Tanto, que la foto del  Pacto del Tinell que segregaba socialmente al PP hace solo cinco años se ha transformado en su negativo. Hoy no hay cordón sanitario, pero no se  pacta con los socialistas; CiU finge no recordar el episodio del notario y ERC, aburguesada y desplazada como tercera fuerza, no es capaz de representar ni a la kale borroka, que en Cataluña habla español, y a cuyos indignados militantes Carod Rovira ha mandado a mear a su país. Si fueran ciertos los rumores que circulan por Barcelona o por Tarragona, bien podrían hacerlo ordenadamente en los baños de las mansiones que Josep Lluis ha ido adquiriendo durante estos años de abnegado servicio a la nación.

El hecho es que, sin demasiado ruido, Cataluña está siendo gobernada por un nuevo tripartito. Un tripartito convergente, democristiano y popular. El CUiPP todavía no se ha constituido, pero la actividad legislativa depende hoy de la cohesión entre sus siglas. Convergentes y populares, tras el rechazo socialista, cierto, han posibilitado los presupuestos rebeldes de Mas-Colell, que decrecen un 10% frente al 20% recomendado por el Gobierno central tras su conversión a la ortodoxia. Los sabios suelen volar por encima de las fatuidades, pero ¡vaya prueba para el ego del prestigioso economista rebajar su talento al fango de los epígrafes e interlocutores pequeños! Lástima que él solo no pueda convertir un gabinete entero en el gobierno de los mejores.

El PP puede mandar en Madrid, pero mejor que sea representado en Cataluña por políticos de una derecha estereotipada y, si es posible, envuelta en controversia, como Albiol en Badalona

Pero si el apoyo a los presupuestos vale oro, respaldar la ley ómnibus y encarar los presupuestos aun más restrictivos de 2012 no tiene precio. Por eso, mientras el PSC no reniegue de su triste herencia, el PP jugará un papel protagonista, obligando a Mas a contener su displicencia hacia los populares cuya normalización, por cierto, achicará una parte de su espacio político. El president ya aplicó la política del perro del hortelano en Tarragona tras el 22M, desautorizando el acuerdo entre CiU y PP para compartir la alcaldía de la capital. Hacer alcalde al doblemente popular Ale Alejandro, imagen de la renovación desacomplejada del PP era un mal mensaje. El PP puede mandar en Madrid, pero mejor que sea representado en Cataluña por políticos de una derecha estereotipada y, si es posible, envuelta en controversia, como Albiol en Badalona.

A pesar, o tal vez por  ello, Alicia Sánchez-Camacho ha mantenido la empatía y cordialidad con el president Mas, como Jordi Cornet, secretario general del partido y arquitecto de los pactos, el temple en las negociaciones con CIU. El PPC vive un momento histórico, con el reto inédito de ayudar a gobernar Catalunya, que no puede estar en julio sin presupuesto, sin renunciar a su perfil político. Atrás queda el respaldo sumiso y casi clandestino al govern durante siete años antes de ser ingratamente repudiado en 2002.  

Sin perder la sonrisa, ASC ha mandado a su electorado cuatro nítidos mensajes con copia a CIU. Uno. Reclamación, como madre, del cumplimiento de las sentencias del Supremo en materia de inmersión linguística, un diez en oportunidad política. Primero, por querer para su hijo lo que pide para los niños catalanes, no los privilegios que Mas o Montilla dan a los suyos en exclusivos liceos privados, y segundo, por hacerlo mientras el president hablaba de respeto a la legalidad y castigo a los antisistemas. Touché. Dos. Petición de retirada de la pantomima animalista de abolición de espectáculos taurinos en Cataluña. Tres. Victoria legal parcial en el Ayuntamiento de BCN para obtener el noveno concejal. El recurso no era una pataleta y ahora depende del Constitucional que Trías quede o no en minoría. Cuatro. Para Mas. Los apoyos a un agónico Zapatero, aunque cobrados en cash, pueden salir caros.

Pese a las amenazas de hacerlo, Mas no convocará al electorado. Rebajará la ambición de su proyecto de Ley Ómnibus, que como el Aleph, es un proyecto de ley que contiene todos los proyectos, y que en resumen pretende a un tiempo ahorrar, anular la obra del tripartito original y reforzar al Govern. El president intentará mantener la centralidad consiguiendo apoyos de un PSC descabezado, postergando así tácticamente la cristalización de un idilio con el PP llamado a más pomposas formalizaciones si éste  no obtiene la mayoría absoluta en Madrid. Ojo, siempre que UPyD no subaste a la baja su respaldo a Rajoy, lo que permitiría invertir el proceso de vaciado de competencias del Estado Central por primera vez en treinta años. Pero esta sería otra historia. Para el Govern, el tejido adiposo institucional y la complaciente sociedad civil, una historia de miedo.

* Álvaro Robles Cartes es consultor de comunicación

Como  el trienio liberal o la trilateral, el tripartito es ya un concepto histórico. Una catástrofe que asoló Catalunya en el primer decenio del s XXI. Una aleación tóxica de ideologías y políticos insólitos que, en solo siete años, sumió a Catalunya en una entusiasta labor de quiebra social, económica y financiera. Un pedazo de historia contemporánea para recordar con prevención. Siempre, claro, que el director de la Academia de Historia, Don Gonzalo Anes, no disponga encargar la correspondiente  entrada del diccionario a Maragall, Montilla o Saura.

La historia se repite y no necesariamente como burla, aunque a veces si con jugosas variaciones. Y es que la  Cataluña política -oasis, charca o infecto lamedal, que diría Valle Inclán- cultiva el  diálogo con mayor fertilidad que el resto de España. Tanto, que la foto del  Pacto del Tinell que segregaba socialmente al PP hace solo cinco años se ha transformado en su negativo. Hoy no hay cordón sanitario, pero no se  pacta con los socialistas; CiU finge no recordar el episodio del notario y ERC, aburguesada y desplazada como tercera fuerza, no es capaz de representar ni a la kale borroka, que en Cataluña habla español, y a cuyos indignados militantes Carod Rovira ha mandado a mear a su país. Si fueran ciertos los rumores que circulan por Barcelona o por Tarragona, bien podrían hacerlo ordenadamente en los baños de las mansiones que Josep Lluis ha ido adquiriendo durante estos años de abnegado servicio a la nación.

El hecho es que, sin demasiado ruido, Cataluña está siendo gobernada por un nuevo tripartito. Un tripartito convergente, democristiano y popular. El CUiPP todavía no se ha constituido, pero la actividad legislativa depende hoy de la cohesión entre sus siglas. Convergentes y populares, tras el rechazo socialista, cierto, han posibilitado los presupuestos rebeldes de Mas-Colell, que decrecen un 10% frente al 20% recomendado por el Gobierno central tras su conversión a la ortodoxia. Los sabios suelen volar por encima de las fatuidades, pero ¡vaya prueba para el ego del prestigioso economista rebajar su talento al fango de los epígrafes e interlocutores pequeños! Lástima que él solo no pueda convertir un gabinete entero en el gobierno de los mejores.

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