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La empanada convergente llegó fría a las mesas electorales
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Álvaro Robles Cartes

Ángulo Inverso

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La empanada convergente llegó fría a las mesas electorales

Convergencia perdió fuelle en el sprint final de una campaña demasiado larga. El hojaldre dorado que recubría su propuesta, un poco hueca y tramposa, pero con

Convergencia perdió fuelle en el sprint final de una campaña demasiado larga. El hojaldre dorado que recubría su propuesta, un poco hueca y tramposa, pero con el atractivo y la fuerza de los sueños prohibidos, no llegó crujiente al 25-N.

Entre la Diada del 11-S y el domingo electoral han transcurrido dos meses y medio. Mucho tiempo para una campaña. Demasiado para triunfar contra el establishment con episodios de “shock and awe” (golpeo y sorpresa), técnica militar que tanta complacencia proporcionó a los estrategas convergentes durante las primeras semanas de campaña. Demasiado tiempo para mantener el silencio de los catalanes discrepantes y la incertidumbre sobre Europa. Demasiado, incluso, para apostar por la somnolencia e inacción de las instituciones españolas.

No es cierto, como sostienen algunos analistas indulgentes con CiU, que se haya votado sobre la respuesta a la crisis económica y no sobre la propuesta  de un proyecto secesionista.  El 25-N planteaba un plebiscito y, como tal, una polarización del voto. Por eso, Artur Mas planteó una campaña de confrontación: extrema, aclamativa y poco sutil. En 2010 su electorado, tras dos victorias sin gobernar, estaba considerablemente movilizado. Crecer no era fácil y, en el esfuerzo de motivar a los suyos, su campaña perdió desde el inicio la centralidad, el gran patrimonio convergente. CiU ha hecho desde el Gobierno la campaña de ERC y, con una lógica impecable, aunque generosa, el electorado se ha inclinado por el genuino independentismo.

Se levanta así el breve castigo a la formación republicana por contribuir con tanto entusiasmo a la quiebra política y económica de Cataluña desde la vicepresidencia del anterior tripartito. En un juego de suma nula (y fratricida ), los votos que pierde CiU se van a la butxaca del hermano menor  gamberro. No es que CiU no lo merezca por su estrategia y por creerse las encuestas de su entorno amamantado, pero el auge de Esquerra llega en el momento en que Cataluña menos lo necesita.

El resultado del resto de formaciones se lee en clave del descalabro anticipado del PSC en su éxodo hacia la irrelevancia política. Una nueva pérdida de votos que nutre a los ecosocialistas de ICV y a los Ciutadans de Rivera, llevando a ambas formaciones a sus máximos históricos.

Pere Navarro, el George Clooney de Tarrasa (¿?) encaraba, en efecto, su propia tormenta perfecta. Desde la cima de los 52 escaños del 99 su partido había ido perdiendo de forma acumulativa diez representantes en 2003, cinco más en 2006, otros nueve en 2010 y finalmente ocho el pasado Domingo. Su campaña ha sido anodina: los socialistas decidieron ponerse de perfil en un plebiscito que exigía pronunciarse. Oficializar un discurso balbuciente e improvisado sobre el federalismo adjetivado en un país donde la única federación que importa es la de fútbol le daba muchas papeletas para irse contra las rocas.

Solo un 20,5% de ciudadanos, tras extraer el DNI de su cartera y contemplar con añoranza su fotografía rejuvenecida junto al nombre y bandera de su país, votó explícitamente por la España Constitucional actual. El problema para los populares es que ese porcentaje incluye el 7,5% de sufragios obtenidos por Ciutadans, los ganadores junto a ERC de estas elecciones

Gracias al valor y flotabilidad de la marca PSC, y contra muchos pronósticos, Pere Clooney ha salvado el barco y a veinte tripulantes. Tampoco es para celebrarlo con una ronda de ron. Alguien en Ferraz debería marcar el no lejano umbral de oportunidad socialista para que el propio PSOE desembarcara en Cataluña. Si quitamos a los 20 escaños logrados por el PSC los que obtendría el PSOE por sí mismo ahorrándose distorsiones en el discurso y algunas trifulcas, el valor añadido del histórico partido hoy no es mucho. Solo hay que reparar en que el Partido Popular ha obtenido 19…

El PP. Pese a las ridículas encuestas que comenzaron dándole 15 escaños (La Vanguardia, 30/IX/2012 ) este era su terreno ideal. Orillando de la consulta la gestión de Mas, sería absurdo juzgar la de Rajoy. Por tanto, para el PP se trataba de hacer caja con los votos de quienes se sienten españoles sumados a los de quienes España les importa poco pero quieren quedarse en Europa.

El plebiscito es una cuestión nacional. Bastaba limar el diferencial de electorado que vota PP en elecciones generales y no lo hace en autonómicas al PPC para crecer hasta los 24 escaños y consolidarse como segunda fuerza en el Parlament.

Su resultado histórico de 19 escaños hay que enmarcarlo ahí. Solo un 20,5% de ciudadanos, tras extraer el DNI de su cartera y contemplar con añoranza su fotografía rejuvenecida junto al nombre y bandera de su país, votó explícitamente por la España constitucional actual. El problema para los populares es que ese porcentaje incluye el 7,5% de sufragios obtenidos por Ciutadans, los ganadores junto a ERC de estas elecciones. El PP despreció esa amenaza y Ciudadanos -que pudo quedarse fuera del Parlament en 2010- se ha apropiado de su crecimiento potencial. Un pacto con Rivera habría sido posible hace solo unos meses por la diferencia de estructura de ambas formaciones (seis a uno en escaños), pero no hoy, quizás ya nunca. No era fácil en Cataluña defender un proyecto no nacionalista, y por tanto minoritario, a la sombra de otro partido hasta hace poco también minoritario y con el monopolio españolista. La consolidación de sus siglas es su premio.

¿Y ahora?

Mas ha iniciado el vía crucis que tiene por delante pidiendo responsabilidad a las fuerzas políticas rivales para gobernar Cataluña. La responsabilidad que a él le ha faltado, por cierto. Probablemente debería dimitir, pero lo que al menos debe exigírsele es que deje de hablar equiparando a sus votantes (30,7%  de los catalanes) con conceptos grandilocuentes como “nación”, “país” o “pueblo”. Como recordaba un acertado eslogan de ICV, si algo ha quedado claro es que Catalonia is not CiU”.

La formación de Oriol Junqueras es candidata  por derecho a ocupar el sillón de copiloto del presidente, una compañía incómoda para CiU. Una rémora para acometer la corrección presupuestaria irresponsablemente pospuesta y los nuevos ajustes. Un competidor, además, para liderar la consulta prometida. Esta será la penitencia de Mas. Pero no nos engañemos: los resultados del 25N no suponen un fracaso de la aventura secesionista (Cospedal). El parlamento que antes albergaba una mayoría nacionalista de 86 sillones representa ahora una mayoría expresamente independentista de 87. El batacazo de CiU no es un retroceso de su causa. Mas ha colocado algunas piedras en el camino y otras cuantas en los zapatos de Rajoy y de quien le suceda. Los bravehearts de la moqueta institucional catalana han puesto la marcha atrás del Audi… pero solo para coger impulso.

*Álvaro Robles Cartes es economista y consultor político y de comunicación.

Convergencia perdió fuelle en el sprint final de una campaña demasiado larga. El hojaldre dorado que recubría su propuesta, un poco hueca y tramposa, pero con el atractivo y la fuerza de los sueños prohibidos, no llegó crujiente al 25-N.