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'Transición nacional' a la carta: derecho, pero no deber, de decidir
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Álvaro Robles Cartes

Ángulo Inverso

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'Transición nacional' a la carta: derecho, pero no deber, de decidir

La declaración del Parlament por la que reclama la soberanía catalana ha constituido un tropezón nacionalista,  aunque a la vez sea el preludio de no lejanas victorias

La declaración del Parlament por la que reclama la soberanía catalana ha constituido un tropezón nacionalista,  aunque a la vez sea el preludio de no lejanas victorias para su causa.

En mi opinión, el pequeño descalabro de la declaración no tiene que ver con su inconstitucionalidad -intrascendente victoria legal que el Gobierno se apresta a cobrar ante el Tribunal Constitucional-, sino con la propia premisa de la que nace y en la que no siempre se repara. Artur Mas reclama la consideración de soberanía del pueblo catalán, al que dota de estatus nacional e identifica con el conjunto de ciudadanos que vive en la comunidad autónoma de Cataluña. Abandonar la aspiración de los Países Catalanes como sujeto de soberanía (con Baleares, Valencia, etc. ) para defender los derechos de la CCAA es un triunfo constitucional en sí mismo. Pero además:

1. El refrendo parlamentario no llegó a superar los 2/3 de la Cámara; un umbral importante, no por exigirse rebasarlo para modificar la Constitución (en España y por tanto también intuitivamente en el electorado que lo reclame ), sino porque es el requerido para reformar el propio Estatut catalán, la máxima norma autonómica que limita las consultas a la población catalana a las que autorice el Estado. ( Ver arts. 122, 222 y 223 del Estatut y 149.1.32 de la Constitución )

2. La romántica declaración esencialista impulsada por el Gobierno coincide en el tiempo con una declaración realista, voluntaria y expresa de dependencia,  cual es la petición de 9.000 millones al Fondo de Liquidez Autonómico. A diferencia de las CCAA de Madrid, Galicia o Navarra, los mercados financieros están cerrados para Cataluña, lo que equivale a certificar su  actual inviabilidad.

La causa nacionalista puede carecer de argumentos pulidos, de cerebros privilegiados e incluso de apoyo suficiente, pero nadie podrá negarle la monotemática persistencia de sus abanderadosEl problema del encaje catalán en España no es un problema jurídico, sino histórico y socioeconómico. Un problema al que, como es sabido, conviene tener bien alimentado pues de él vive la élite que hoy gobierna Cataluña. Ilustrar a un independentista lo inconveniente de sus reivindicaciones por no ser compatibles con la Constitución del Estado dominante -por mucho que fuera votada por más de un 90% en Cataluña- no da demasiado de sí. Abundar en ello es tan ocioso como recordar al cónyuge en trance de separación la indisolubilidad divina del matrimonio.   

El Gobierno de España tiene otras prioridades y urgencias. Sus mejores cabezas no están para delinear la estrategia contra el secesionismo. Remitidas las urgencias, la carpeta catalana ha vuelto al archivador, cuando debería estar permanentemente sobre la mesa. La causa nacionalista puede carecer de argumentos pulidos, de cerebros privilegiados e incluso de apoyo suficiente, pero nadie podrá negarle la monotemática persistencia de sus abanderados. Una generación de políticos obsesionada por desplazar unos cuantos metros arriba el campamento base en la permanente ascensión a la cumbre nacional y a la que dedican, como un abnegado gasolinero, 24 horas, 7 días a la semana, su trabajo y desvelos.

Mas aprende de Ibarretxe; Madrid no aprende de Londres

La ascensión por la cara descubierta del monte Independentzia protagonizada por Ibarretxe terminó mal. Con la kordada del PNV rota, el plan ridikulizado en el Congreso, y con la promoción del propio Ibarretxe como director de los destinos del prestigioso lehendakari Agirre Center en USA. Ni Mas ni CiU quieren eso.

La súbita entrada en razón del PSC, probablemente cinco minutos antes de que Rubalcaba autorizara la nueva sede del PSOE en la misma calle Nicaragua, ha permitido modificar el itinerario del Govern. Mas ha visto interrumpida la escalada legal de sus aspiraciones, rebajadas en el medio plazo hasta "el derecho a decidir", antes de tener la legitimidad suficiente de su Parlamento. Eso es bueno y es malo.

Mas ha visto interrumpida la escalada legal de sus aspiraciones, rebajadas en el medio plazo hasta "el derecho a decidir", antes de tener la legitimidad suficiente de su parlamentoEl secesionismo puro (CiU sin Unió +ERC + una parte de ICV+ CUP y otros) tal vez alcance hoy el  45% del voto. Una campaña informativa que explicara la irreversibilidad del proceso, la salida de Europa y las posibles consecuencias económicas -entre ellas la constatación de que hoy Cataluña no es viable financieramente-, haría bajar ese porcentaje. El ejemplo escocés que utilizan los independentistas puede verse al revés. Cuando Londres ha tomado en serio la oferta, ha explicado al votante las consecuencias de la separación (monarquía, moneda, política exterior, defensa), informado del nuevo estatus legal escocés ("el mismo que Sudán del Sur"), y ha participado en la redacción de la pregunta, anticipando su calendario, los partidarios de la secesión han bajado hasta el 23%. El premio tras la votación es que el Reino Unido evitará discutir sobre la cuestión escocesa los próximos años. Congratulations!

En lugar de eso, Mas, Junqueras  y el nuevo Consejo para la Transición Nacional (¿!) encontrarán el modo de realizar una consulta o encuesta alegal. Un referéndum de la señorita Pepis  sin otro valor que el del autoconsumo interno. No necesitan más. Madrid no va a poder parar una consulta patriótica a la que se le dará el nombre adecuado, donde la pregunta a contestar unirá Cataluña a Europa en lugar de separarla, donde participarán  niños, en el que las garantías de conteo están por determinar y donde -al no haber consecuencias reales- predominará un espíritu lúdico y provocador entre los votantes. Con esos mimbres no es extraño que la consulta arroje una mayoría que paradójicamente no ha conseguido el Parlament en relación al derecho a decidir. El independentismo conseguiría un respaldo mítico que acompañaría a la cota de los supuestos 1.600.000 manifestantes de la última Diada y que serviría para apuntalar sus aspiraciones sobre una base cuantitativa contundente, superior a la que obtendría en cualquier consulta legal. La estricta aplicación de la ley, la enésima declaración de inconstitucionalidad o la detención de sus promotores sólo agrandará la victoria. Sin fractura social, pacíficamente, sin insultar, captando la atención y simpatía internacional y realimentando el victimismo interno, el nacionalismo independentista, debilitado y dependiente vislumbra un triunfo histórico con el que reverdecer las gestas de hace 300 años… y poner el marco a una nueva convocatoria electoral. ¿Les saldrá bien esta vez?

*Álvaro Robles Cartes es economista y consultor político y de comunicación.

La declaración del Parlament por la que reclama la soberanía catalana ha constituido un tropezón nacionalista,  aunque a la vez sea el preludio de no lejanas victorias para su causa.