Es noticia
La mala comunicación de una gestión chulísima
  1. España
  2. Antítesis
Vicente Vallés

Antítesis

Por

La mala comunicación de una gestión chulísima

Una buena campaña de comunicación política, para que no parezca propaganda 'low cost', necesita, al menos, estar basada en hechos reales. En caso contrario, solo funciona con los fans

Foto: La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. (EFE/J.J.Guillén)
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. (EFE/J.J.Guillén)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Esta vez le costó más esfuerzos de lo habitual, pero Yolanda Díaz consiguió finalmente escalar por encima del protagonismo de Alberto Garzón y llenó las redes sociales de comentarios sobre sí misma (buena parte de su jornada laboral se destina a ese fin). La vicepresidenta segunda del Gobierno compareció en un simpático espacio radiofónico que se llama "Buenismo bien" (ni la propia Díaz hubiera ideado un título que concuerde mejor con su pretendido talante), y desde sus micrófonos nos aseguró que "este Gobierno hace cosas chulísimas y no somos capaces de comunicarlas". La utilización del término "chulísimas" ofrece opciones para alguna apostilla sardónica, aunque podría justificarse por el ambiente desenfadado del programa. Pero la frase tenía una profundidad política mayor de la que muestra el uso de palabras de corte naif y adolescente. Porque, dos años después del pacto PSOE-Podemos, ya ha llegado el momento en el que este consejo de ministros, igual que todos sus predecesores, trata de justificar sus problemas de crédito asegurando que gobierna maravillosamente, pero que no lo comunica bien. Cuesta asumir que el problema podría no residir en la comunicación de las cosas chulísimas que se hacen, sino quizá en que no todas sean tan chulas.

Pero, sí, la comunicación es determinante en política. Por ejemplo, el ministro de Consumo lleva días disfrutando de una experiencia con efectos contrapuestos. Empezó por recibir los ataques de la oposición, pasó a ser desautorizado por su presidente, fue triturado por ministros y líderes autonómicos socialistas, y ahora trata de rehabilitarse para dar la batalla y convertirse en un titán de la izquierda populista frente a quienes propagan bulos. Esta es la confusión propia de los extremistas, tanto de izquierdas como de derechas: calificar como bulo todo dato cierto que no les gusta. El gran virtuoso de esta doctrina es Donald Trump. Pero Trump tiene el apoyo de millones de fanáticos y un Partido Republicano que se ha secuestrado a sí mismo.

El PP aspira a sacar réditos con lemas de fabricación tan retorcida, como ese en el que promete "más ganadería y menos comunismo"

A Garzón le ha costado algo más recibir el respaldo de los suyos, porque en Podemos se extraviaron con esta polémica. Le consideran un 'outsider': entró en el gobierno con calzador, gestiona un ministerio cuyas minúsculas competencias chocan con otros departamentos, no es podemita patanegra, dirige una Izquierda Unida irreconocible y, lo más importante, Yolanda Díaz, militante de base del Partido Comunista, es ahora su jefa de facto. Y como Garzón no es, en sentido estricto, "uno de los nuestros", fue abandonado a su suerte durante días, hasta que alguien dio la orden de salir al rescate y Podemos se lanzó a comunicar "cosas chulísimas": que criticar a Garzón es "atacar a la democracia" y que bulos como el de la carne son los que provocaron el asalto al Capitolio. Comparaciones a lo grande.

Mientras, la oposición salivaba. Ha interpretado libérrimamente las respuestas de Garzón, expuestas con torpeza en una entrevista, para extraer más jugo del que tiene esta pintoresca discusión sobre las macrogranjas, de las que nunca antes se había debatido con tanto altavoz y menos rigor. Y el PP aspira a sacar réditos electorales con lemas de fabricación tan retorcida, como ese en el que promete "más ganadería y menos comunismo". Dónde vas, manzanas traigo, aunque resulta ventajoso para, en apenas cinco palabras, equiparar al PSOE con Podemos (comunismo) y despojar a Vox de su mensaje campero (ganadería).

El PSOE queda en tierra de nadie tratando de apagar las llamas de una polémica que deja sin relato a su candidato castellanoleonés

Pero es costumbre en la derecha recaer periódicamente en el error de pasarse en la dosis. Porque acertar con un tema de campaña que te beneficia, aunque esté cogido por los pelos, puede convertirse, si se tiende al abuso, en un bumerán que termine por favorecer a quien se pretende machacar. Si la obsesión en la embestida se te va de las manos, facilitas que se conforme un ejército dispuesto a defender al embestido. Y Podemos se ha dado cuenta: le ayuda confrontar directamente con el PP macrogranjero, contraponiendo una oferta 'ecoguay'. Ante este cara a cara PP-Podemos, el PSOE queda en tierra de nadie tratando de apagar las llamas de una polémica que deja sin relato a su candidato castellanoleonés, cuando Podemos se desabrocha de nuevo el corsé para pedir un referéndum en Cataluña, en plena campaña en la España mesetaria. Arregla eso, presidente.

La ministra Pilar Llop dice que en el Gobierno "hay una sola voz". Conmovedor. Y Pedro Sánchez trata de dispersar la atención del personal pretendiendo convencernos de que es conveniente gripalizar la pandemia del covid, cuando nunca habíamos tenido una avalancha de contagios como la que sufrimos estos días. Enternecedor.

Una buena campaña de comunicación política, para que no parezca propaganda 'low cost', necesita, al menos, estar basada en hechos reales, como las películas de los domingos por la tarde. En caso contrario, solo funciona con los fans. Pero esos no suman, porque ya están ganados para la causa de antemano.

Esta vez le costó más esfuerzos de lo habitual, pero Yolanda Díaz consiguió finalmente escalar por encima del protagonismo de Alberto Garzón y llenó las redes sociales de comentarios sobre sí misma (buena parte de su jornada laboral se destina a ese fin). La vicepresidenta segunda del Gobierno compareció en un simpático espacio radiofónico que se llama "Buenismo bien" (ni la propia Díaz hubiera ideado un título que concuerde mejor con su pretendido talante), y desde sus micrófonos nos aseguró que "este Gobierno hace cosas chulísimas y no somos capaces de comunicarlas". La utilización del término "chulísimas" ofrece opciones para alguna apostilla sardónica, aunque podría justificarse por el ambiente desenfadado del programa. Pero la frase tenía una profundidad política mayor de la que muestra el uso de palabras de corte naif y adolescente. Porque, dos años después del pacto PSOE-Podemos, ya ha llegado el momento en el que este consejo de ministros, igual que todos sus predecesores, trata de justificar sus problemas de crédito asegurando que gobierna maravillosamente, pero que no lo comunica bien. Cuesta asumir que el problema podría no residir en la comunicación de las cosas chulísimas que se hacen, sino quizá en que no todas sean tan chulas.

Alberto Garzón PSOE Yolanda Díaz Partido Popular (PP) Comunicación política Partido Comunista
El redactor recomienda