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Una coalición con mala salud de hierro
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Vicente Vallés

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Una coalición con mala salud de hierro

La lista de episodios en los que ambos partidos de la coalición han tenido varias voces y muchas palabras contradictorias serviría para describir a una orquesta disonante

Foto: Yolanda Díaz (i), Irene Montero (c) e Ione Belarra (d). (EFE/Mariscal)
Yolanda Díaz (i), Irene Montero (c) e Ione Belarra (d). (EFE/Mariscal)
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Hace poco más de dos años, en enero de 2020, Pedro Sánchez hizo pública la composición del primer gobierno de coalición desde la Segunda República. Fruto del pacto entre PSOE y Podemos, había ministros elegidos por el presidente y ministros elegidos por uno de los vicepresidentes, driblando el espíritu constitucional que otorga tal potestad al inquilino de la Moncloa. Quien albergara dudas sobre si, realmente, se produjo esa delegación de funciones del presidente, las habrá resuelto con solo recordar los cambios que se han producido en el gabinete en estos dos años: varios ministros del sector PSOE han sido depuestos, pero los del sector Podemos que dejaron el Consejo de Ministros lo hicieron por su propio pie, y Sánchez no intervino en la sustitución.

Aquellos fueron días de venturosos augurios entre los componentes del autodenominado "gobierno más progresista de la historia reciente". Y, ante las dudas razonables sobre el grado de lealtad entre los dos socios de la coalición, la sala de máquinas de Moncloa ideó el eslogan de que "el Gobierno tendrá varias voces, pero una sola palabra". La frasecilla fue institucionalizada por el presidente y repetida por varios ministros (solo socialistas; Podemos nunca coincidió con esa corriente de pensamiento), hasta que dejó de repetirse, porque algunas cosas, así en la vida como en la política, tienen las patas tan cortas como las verdades a medias —por moderar la terminología—.

Ni lo uno ni lo otro: los diputados de la coalición, puestos en pie gritando "sí se puede" porque un parlamentario del PP se equivocó al votar

La lista de episodios en los que ambos partidos de la coalición han tenido varias voces y muchas palabras contradictorias serviría para describir a una orquesta disonante. Sin necesidad de recurrir a la hemeroteca de largo plazo, la negociación de la reforma laboral es el resumen de un gobierno en el que cada partido trabaja por su lado, en direcciones opuestas, y con un resultado final extravagante. Mientras el PSOE pretendía aprobar la reforma con Ciudadanos y UPN, Podemos insistía en sumar con Esquerra, Bildu y PNV. Al final, ni lo uno ni lo otro: los diputados de la coalición, puestos en pie gritando "sí se puede" porque un parlamentario del PP se equivocó al votar. Y dicen que la política es aburrida.

Este episodio, propio de la España de 'Rinconete y Cortadillo', circuló en paralelo con un capítulo más de las relaciones —con amplio margen para mejorar— entre Yolanda Díaz y las dos cabezas visibles de Podemos, Ione Belarra e Irene Montero. La mañana en la que la vicepresidenta segunda trataba de coronarse como estrella refulgente del Gobierno y ponía en juego su carrera política con la reformita laboral (poca épica para tanta propaganda sobre la derogación), Belarra y Montero se sentaron en su escaño azul durante unos minutos (que no se pueda decir que no asistieron) pero, al poco rato, abandonaron el hemiciclo para participar en un acto público y anunciar su propuesta de "establecer un permiso de cuidado (de familiares), de al menos siete días al año por persona, que esté 100% remunerado". Contraprogramación y abandono de Yolanda Díaz a su suerte. Y, en efecto, el resultado final fue cuestión de suerte: un voto fallido (lo dicho, poca épica).

Después, Belarra cerró la semana acusando al PSOE de "mirar a la derecha" porque "intenta incumplir el acuerdo de gobierno"

Esta semana, mientras Díaz y los sindicatos (valga la redundancia) desdeñaban a los empresarios para certificar la subida del salario mínimo a 1.000 euros, Belarra y Montero buscaban su cuota de pantalla anunciando el plan de impuestos de Podemos, cuando la voluntad de Pedro Sánchez era esperar al informe de un equipo de expertos designados por la ministra de Hacienda, que se conocerá a finales de febrero. María Jesús Montero, responsable directa de la política fiscal, trató de controlar la cólera y restringió su reacción a una palabra comedida, pero límpida: inoportuno. "No es conveniente discutir en paralelo", añadió mordiéndose (poco) la lengua. Belarra respondió con el acostumbrado desahogo de la alegre muchachada de Podemos, y defendió el incuestionable y evidente derecho de su partido a decir lo que le parezca oportuno, cuando le parezca oportuno. Luego reapareció Yolanda Díaz, en su anhelo peronista de ser líder sin depender de un partido —habló de Podemos en tercera persona— para dar la razón a las dos partes y, como consecuencia, no dársela a nadie. Después, Belarra cerró la semana acusando al PSOE de "mirar a la derecha" porque "intenta incumplir el acuerdo de gobierno"... Y en este plan.

Pero la deficiente coordinación interna no impide a la coalición disfrutar de una mala salud de hierro. El pasatiempo que ofrece al público no pone en riesgo su supervivencia, sustentada en el inconmovible afán de mantener el poder, y en la imperturbable determinación de Esquerra, Bildu y PNV de sostener al Gobierno. Gabriel Rufián lo expresó desde la tribuna del Congreso, un instante después de confirmar que Esquerra votaría en contra de la reforma laboral: "somos muy conscientes de cuál es la alternativa". He ahí la cuestión.

Hace poco más de dos años, en enero de 2020, Pedro Sánchez hizo pública la composición del primer gobierno de coalición desde la Segunda República. Fruto del pacto entre PSOE y Podemos, había ministros elegidos por el presidente y ministros elegidos por uno de los vicepresidentes, driblando el espíritu constitucional que otorga tal potestad al inquilino de la Moncloa. Quien albergara dudas sobre si, realmente, se produjo esa delegación de funciones del presidente, las habrá resuelto con solo recordar los cambios que se han producido en el gabinete en estos dos años: varios ministros del sector PSOE han sido depuestos, pero los del sector Podemos que dejaron el Consejo de Ministros lo hicieron por su propio pie, y Sánchez no intervino en la sustitución.

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