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La dificultad de ser Feijóo
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Vicente Vallés

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La dificultad de ser Feijóo

Un gobernante sin entrenamiento en la oposición corre el riesgo de sufrir el mismo síndrome que atenazó a Felipe González: pasó del banco de presidente al de líder de la oposición, y había perdido el hábito

Foto: El futuro líder del PP, Núñez Feijóo, en un acto en Oviedo. (EFE/J. L. Cerejido)
El futuro líder del PP, Núñez Feijóo, en un acto en Oviedo. (EFE/J. L. Cerejido)
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En estos días, Alberto Núñez Feijóo está de 'roadshow' por España, para convencer a sus compañeros de partido de lo que ya están convencidos: Feijóo será el presidente del PP. Protagonizar cada día hasta tres y cuatro actos públicos podría resultar exagerado por desproporcionado. Pero el inminente líder popular debe considerar que en política es necesaria la presencia permanente en los medios, aunque eso suponga someterse a una arriesgada sobreexposición.

Así, esta semana su caravana pasó por Madrid. Territorio comanche. Isabel Díaz Ayuso —que ejerció como detonador de la operación que acabó con Pablo Casado— recibió a Feijóo anunciando que allí estaba presente el "ejército del Partido Popular de Madrid". Feijóo hizo el esfuerzo de no gesticular. Tampoco, cuando Ayuso terminó su discurso diciendo que "somos un equipo de soldados (continuaba la referencia bélica) que te vamos a acompañar; pero somos un equipo que tiene poca paciencia para las tonterías, poco aguante para las imposiciones". Como queriendo decir. Hasta que remató la arenga con un explícito "somos la alternativa al desastre (en referencia al PSOE); aquí no pactamos con el desastre". Ya no se trataba de una insinuación para buenos entendedores. Era un "Alberto, ni se te ocurra". Ayuso cegaba cualquier posible vía de acuerdo transversal con el PSOE. Nada dijo la comandante de las milicias populares madrileñas sobre cerrar ese camino a Vox.

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (d), y el próximo presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Juanjo Martín)

De aquí a dos semanas, Feijóo asumirá la presidencia del PP con el estigma del pacto con Vox en Castilla y León, con varios gobiernos autonómicos y municipales dependientes del apoyo de Vox, y con unos sondeos que auguran un futuro en el cual el PP solo podría gobernar si es con la aquiescencia parlamentaria o, directamente, en coalición con Vox. Salvo que, en caso de mayoría minoritaria del PP, el PSOE renunciara al "no es no" que Pedro Sánchez estableció como norma de conducta hace ya unos años, y consintiera gobernar al PP con su abstención. Si depende de Sánchez, eso no ocurrirá.

De tal manera que aquello que Feijóo no ha tenido que hacer en Santiago (pactar con Vox), quizá sí tenga que hacerlo en Madrid, mientras cualquier ávido lector de los diarios de sesiones del Congreso (si es que existe alguien con tal patología), podrá encontrar las últimas palabras pronunciadas ante la Cámara por Pablo Casado: "nuestra responsabilidad era ensanchar el espacio de la centralidad para que, tanto el Partido Popular como el Partido Socialista, pudiéramos ganar en él, sin necesidad de pactos con los que no creen en España, ni de alianzas con los que atentaron contra ella". Es decir: ni se debe pactar con Podemos y los independentistas, como hace Sánchez, ni con Vox, como ha hecho Fernández Mañueco en Castilla y León, sin que Feijóo haya explicitado su desautorización.

Feijóo hereda el elefante que se ha instalado en medio de la cacharrería. Y podría encontrarse con un dilema análogo al de Mañueco

Ya en la atrabiliaria moción de censura que Santiago Abascal presentó contra Sánchez en 2020, Casado rompió lazos con Vox cuando dijo "hasta aquí hemos llegado" porque "no queremos ser como ustedes". Ahora, Feijóo hereda el elefante que se ha instalado cómodamente en medio de la cacharrería. Y podría encontrarse algún día con un dilema análogo al de Mañueco: gobernar con Vox, o renunciar a ese pacto y que, como consecuencia, Sánchez siga en Moncloa con Podemos, Esquerra y Bildu.

Mientras a Feijóo le llega ese momento de optar entre el hambre y las ganas de comer, el nuevo líder del PP tendrá que hacer oposición, y no tiene costumbre. Ejerció esa labor durante solo cuatro años (2005-2009), bajo el gobierno del socialista Emilio Pérez Touriño en la Xunta de Galicia. El trabajo de Feijóo resultó efectivo, porque Touriño solo duró esa legislatura en el cargo. El PP ganó las elecciones por mayoría absoluta y, después, tres veces más, a pesar de la sucesiva aparición en el escaparate de Ciudadanos y Vox.

Foto: Pedro Sánchez (i) saludando a Alberto Núñez Feijóo (d). (EFE/J.J. Guillén) Opinión

Por tanto, Feijóo es un gobernante sin entrenamiento en la oposición, y corre el riesgo de sufrir el mismo síndrome que atenazó a Felipe González cuando perdió el poder en 1996: durante un año, pasó del banco azul de presidente al banco rojo de líder de la oposición, y había perdido el hábito. A menudo, se mostraba comprensivo con Aznar. Feijóo, como González, sabe lo difícil que es gobernar. La gran diferencia es que Felipe ya no pensaba en volver a la Moncloa, mientras que Feijóo sí aspira a ser presidente del Gobierno.

Ahora tendrá que seguir los pasos de Pedro Sánchez, que fue líder de la oposición sin el altavoz que da ocupar escaño en el Congreso. Y competirá con Vox en la crítica al Gobierno, a sabiendas de que Abascal y sus guerrilleros no tienen remilgos para desplegar un vocabulario encendido, o una actitud impetuosa. Es la ventaja de los extremos, que sus límites son más difusos, suponiendo que los tengan. Para Feijóo será más difícil.

En estos días, Alberto Núñez Feijóo está de 'roadshow' por España, para convencer a sus compañeros de partido de lo que ya están convencidos: Feijóo será el presidente del PP. Protagonizar cada día hasta tres y cuatro actos públicos podría resultar exagerado por desproporcionado. Pero el inminente líder popular debe considerar que en política es necesaria la presencia permanente en los medios, aunque eso suponga someterse a una arriesgada sobreexposición.

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