Pedro Sánchez marca el terreno sin Podemos

El presidente ha establecido los límites del terreno de juego. Ha fijado el marco en el que, según su criterio, van a votar los españoles en las próximas elecciones generales. Dijo delante de Susanna Griso, en Antena 3, que solo podremos elegir entre un Gobierno de la derecha con la ultraderecha —se entiende que PP y Vox— "o un Gobierno de centroizquierda, del Partido Socialista con lo que represente el espacio de Yolanda Díaz". La frase da para un amplio comentario de texto.

La primera apreciación demuestra la férrea voluntad del sanchismo de eternizar el 'no es no' que marca la política española: es impensable un acuerdo entre los dos grandes partidos para orillar a los extremos. No, al menos, mientras Sánchez sea actor protagonista.

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La segunda derivada confirma que el objetivo del PSOE para futuras campañas electorales es el mismo que para las anteriores: encadenar al PP con Vox, evitando comentar el encadenamiento equivalente del PSOE con sus socios de extrema izquierda. Y eso a pesar de que las "alertas antifascistas" lanzadas en Galicia, Madrid o Castilla y León han tenido como resultado sucesivas victorias del PP. Y ahora llega Andalucía, y quizá la Comunidad Valenciana.

Una tercera idea resulta ser un hallazgo para la ciencia política, y una tentación malsana para los aficionados al misterio. Si los socialistas "somos la izquierda", como rezaba el lema de su 39.º congreso, entonces, ¿qué porción del magma PSOE-Podemos-En Comú Podem-Izquierda Unida-Partido Comunista de España-espacio de Yolanda Díaz se considera el elemento centrista del Gobierno de centroizquierda del que habla Sánchez? Busque, y si encuentra algo mejor, cómprelo.

Una cuarta evaluación de la frase nos adentra aún más en el mundo del 'thriller': "Lo que represente el espacio de Yolanda Díaz". Como providencia inicial, el presidente reconoce desconocer qué representa, lo cual es lógico, porque nadie lo sabe. Ni siquiera lo puede explicar todavía la propia protagonista de ese "espacio". Y, como añadido hiriente para sus socios de coalición, Sánchez ignora a Unidas Podemos —no lo cita por su nombre— y entrega toda la representatividad de la izquierda populista a una única persona, Yolanda Díaz, que todavía no ha confirmado su candidatura, ni se sabe de quién irá acompañada, ni ha expresado las líneas básicas de su proyecto. Dice que está a la escucha.

Sánchez ignora a UP —no lo cita por su nombre— y entrega toda la representatividad de la izquierda populista a una única persona

Mientras, Podemos ve venir los próximos procesos electorales con creciente angustia. Ha perdido el discurso y, como consecuencia, sus dirigentes ya no dirigen a aquellos a los que dirigían. Ahora, quienes se consideran dentro del "espacio" al que se refería Sánchez, miran a Yolanda Díaz, que apoya al PSOE en asuntos tan delicados como el envío de armas a Ucrania, mientras las ministras Belarra y Montero —Podemos pata negra—, elevan una adolescente solicitud pidiendo "negociación, diplomacia y paz", dicho todo ello con una juvenil y despreocupada sonrisa, mientras buscan su espacio en el "espacio de Yolanda" que, a su vez, aplica a la política las enseñanzas futbolísticas de César Luis Menotti, que abogaba por "achicar los espacios". Tanto que Díaz, como Sánchez, apenas pronuncia el nombre de Podemos, el partido que se dedica a convocar seminarios, como el de esta semana, bajo el título "imaginarios de desarrollo post-extractivista y economías heterodoxas en el Sur Global". Se recomienda al lector una pausa valorativa.

Con Podemos y "el espacio de Yolanda Díaz" desnortados, las incomodidades políticas de Pedro Sánchez llegan desde la esquina catalana del escenario. Los independentistas se muestran ofendidos porque fueron espiados con el sistema Pegasus. Es natural su irritación, equivalente a la que mostraron los constitucionalistas catalanes cuando fueron espiados por los Mossos d’Esquadra en tiempos de Puigdemont, como se demostró en unos documentos que la Policía catalana pretendió quemar en una incineradora en Sant Adrià de Besòs en 2017, y que fueron rescatados a tiempo por la Policía Nacional. Esquerra y Junts no permitieron que se investigara en el Parlament. Como tampoco se han investigado los contactos del independentismo con individuos cercanos a Putin.

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Ahora, tratan de forzar una investigación en el Congreso. Y, si tal cosa no ocurre, amenazan con poner en almoneda lo que queda de legislatura. Pretenden ignorar que el futuro de la legislatura ya no depende de ellos. Podrán tumbar el plan económico del Gobierno, que se vota la semana que viene. Pero el mango de la sartén lo tiene Pedro Sánchez desde que sus socios parlamentarios, incluida Esquerra, se lo entregaron al aprobar los presupuestos generales del Estado. Los tiempos políticos dependen en exclusiva de Sánchez.

El problema para el presidente no es esta legislatura, porque la seguirá surfeando, según el afán de cada día. El problema es la próxima. Problema para Sánchez… o para un PSOE sin Sánchez. Porque quién sabe si el presidente se ha entregado ya a la búsqueda de otros horizontes más amplios que aquellos que abarcan nuestras fronteras nacionales.