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Vicente Vallés

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Putin no está perdiendo la guerra y Occidente no la está ganando

La gran ventaja de Putin es el tiempo. El líder ruso sabe que la opinión pública occidental es mucho más impaciente que la rusa

Foto: Vladímir Putin. (Reuters/Aleksey Nikolskyi)
Vladímir Putin. (Reuters/Aleksey Nikolskyi)
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En agosto de 1990, el líder iraquí Sadam Husein invadió el pequeño emirato vecino de Kuwait. El presidente americano George H. W. Bush llamó a sus generales y les ordenó que preparan un plan. Cuentan que uno de ellos pidió la palabra: "Presidente, ¿qué tiene que pasar para que podamos decir que hemos ganado? ¿Liberar Kuwait? ¿Eliminar a Sadam? ¿Invadir y ocupar Irak?"

Es probable que ningún general ruso se atreviera a hacer preguntas similares a Putin, dado el carácter autocrático que rige en el Kremlin. Pero en febrero, antes de la invasión de Ucrania, era lógico que esa duda sobrevolara a la cúpula militar de Rusia. Y es posible que siga sin resolverse cuatro meses después de iniciada la guerra, porque la impresión inicial era que Putin pretendía eliminar a Zelenski para implantar un gobierno títere o anexionarse el país, y ahora, fracasado ese primer objetivo, todos sus esfuerzos parecen concentrarse en el control del este de Ucrania. Quizá ni siquiera el tirano ruso tenga claro lo que quiere, a la espera de que llegue el día en el que algo de lo conseguido le parezca suficiente, y decida sobre la marcha declararse ganador, lo sea o no.

Una duda es cuántos meses pasarán, cuánta destrucción provocará y cuánta gente matará antes de que llegue ese momento. Y la segunda duda es por cuánto tiempo la opinión pública occidental soportará los costes económicos. ¿A qué precio estamos dispuestos a pagar la luz, la gasolina y el gas? ¿Qué nivel de inflación aguantaremos? ¿Toleraremos un crecimiento económico raquítico, o incluso una recesión? ¿Y un aumento del paro? ¿Y si en invierno hubiera que restringir el uso de la calefacción?

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters/Johanna Geron) Opinión
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En estos días, con la cumbre de la OTAN en Madrid, se han convocado algunas protestas. Que esas manifestaciones hayan sido contra la Alianza y no contra Putin retrata a sus participantes. Dada la naturaleza extemporánea y prorrusa de sus lemas, ha ocurrido lo lógico: que apenas han tenido asistencia. Pero eso podría cambiar si la guerra se alarga y, como consecuencia, los efectos económicos se solidifican a largo plazo.

Joe Biden dijo antes de abandonar Madrid que "la OTAN apoyará a Ucrania todo el tiempo que sea necesario". Pero, precisamente, la gran ventaja de Putin es el tiempo. El líder ruso sabe que la opinión pública occidental es mucho más impaciente que la rusa, aunque solo sea porque no se puede considerar que Rusia tenga algo equivalente a lo que en Occidente llamamos 'opinión pública'. Sabe, también, que los plazos electorales encorsetan a los mandatarios de los países democráticos. A Putin, no. En Rusia siempre gana él porque no hay oposición o elimina a sus opositores, y no tiene que dar cuentas a nadie. Ve, además, que en Occidente se ha perdido tensión informativa sobre el desarrollo de la guerra, que es claramente favorable a Putin desde hace semanas. Y la OTAN convoca grandes reuniones, como la de Madrid, mientras el ejército ruso avanza (despacio, pero avanza) en territorio ucraniano. Llegados al mes de julio, Putin no está perdiendo la guerra de Ucrania y Occidente no la está ganando.

Pronto llegará el momento en el que alguien, en este lado de Europa, proponga 'regalar' el Donbás a Putin para acabar con la guerra

Y es revelador el sondeo que acaba de publicar el think-tank ECFR (Consejo Europeo de Relaciones Exteriores), realizado en varios países: se empieza a debilitar la unidad en torno a Ucrania. Sí, los europeos todavía mantienen alto su espíritu solidario con los ucranianos y apoyan las sanciones a Rusia. Sin embargo, crece la división cuando se pregunta sobre la posibilidad de que esta situación se alargue en el tiempo. De hecho, ya son más (el 35%) quienes piden que se ponga fin a la guerra por el coste económico y la amenaza nuclear, frente a quienes (el 22%) siguen firmes en mantener la presión contra Rusia. Esa mayoría que prefiere un cercano final antes que seguir plantando cara a Putin existe en todos los países donde se ha realizado la encuesta, salvo en uno: Polonia. Y son los que sienten más de cerca la amenaza —polacos, alemanes, suecos y finlandeses— los más partidarios de ampliar el gasto militar. "Los gobiernos tendrán que encontrar un nuevo lenguaje para cerrar la brecha entre estos dos sectores emergentes, con el fin de fortalecer la unidad europea y evitar la polarización entre países y dentro de los países", sostiene el ECFR.

Cuando se inició la invasión, miles de europeos pusieron en marcha un gran operativo solidario para recibir, incluso en sus hogares, a miles de familias ucranianas que huían de la guerra. Pero ya hemos entrado en una fase de desgaste, en la que Rusia y Occidente se han retado a ver quién tiene más aguante frente al deterioro económico. Y esa guerra del aguante será difícil que la gane Occidente.

Pronto llegará el momento en el que alguien, en este lado de Europa, proponga 'regalar' el Donbás a Putin para acabar con la guerra cuanto antes. No es nuevo: ya se miró para otro lado en 2014, cuando se anexionó Crimea. A la vista están las consecuencias.

En agosto de 1990, el líder iraquí Sadam Husein invadió el pequeño emirato vecino de Kuwait. El presidente americano George H. W. Bush llamó a sus generales y les ordenó que preparan un plan. Cuentan que uno de ellos pidió la palabra: "Presidente, ¿qué tiene que pasar para que podamos decir que hemos ganado? ¿Liberar Kuwait? ¿Eliminar a Sadam? ¿Invadir y ocupar Irak?"

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