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La coalición, la conciencia y el poder
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Vicente Vallés

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La coalición, la conciencia y el poder

La tensión alcanzó tal grado de intensidad, que los protagonistas de las recurrentes matrimoniadas de la coalición decidieron aflojar el ritmo

Foto: Pedro Sánchez, Nadia Calviño y Yolanda Díaz en una sesión de control al Gobierno. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
Pedro Sánchez, Nadia Calviño y Yolanda Díaz en una sesión de control al Gobierno. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
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Habían terminado los fastos de la OTAN en Madrid, cuando el presidente del Gobierno empezó a notar cómo el barniz de líder mundial, recién aplicado gracias a la cercanía con sus colegas de la Alianza, podía echarse a perder por culpa de los prosaicos asuntos de la pedestre política nacional: a sus socios de coalición no les gustaba el aumento del presupuesto militar anunciado por Pedro Sánchez y camuflado en algún papel de los muchos que se reparten por la mesa de la comisión de secretarios de Estado y subsecretarios, que precede al Consejo de Ministros. O Sánchez lo ocultó deliberadamente, o los altos cargos de Podemos en el Gobierno no leen los papeles. Es difícil elegir la más inquietante entre estas dos opciones.

La tensión alcanzó tal grado de intensidad, que los protagonistas de las recurrentes matrimoniadas de la coalición decidieron aflojar el ritmo. Sánchez repartió besos a Ione Belarra e Irene Montero en un evento público en el que la líder de Podemos agradeció "al presidente la presencia en este acto", y el presidente respondió que "soy yo quien lo agradece". Félix Bolaños dijo entonces que "no pasa nada si hay tensiones", porque según María Jesús Montero, "el Gobierno aporta a este país estabilidad y empatía", ante la evidencia de que "es estable y fuerte", en palabras de Grande-Marlaska. Al tiempo, Belarra remarcó que "el Gobierno tiene que reorientar el rumbo", mientras que Pablo Echenique insistió en que “hay que reorientar el rumbo”, e Irene Montero aseveró que “hay que reorientar el gasto”. Reorientar es la palabra del mes, solo por detrás de resistir.

Belarra decidió entonces recordar a Díaz que Podemos "es el partido más grande del espacio"

Y para reorientar y resistir, Yolanda Díaz exigió que se reuniera la comisión de seguimiento de la coalición. Pero después, la propia Yolanda Díaz desmontó tal reclamación porque "el presidente y yo misma vamos a buscar todas las fórmulas imaginativas para alcanzar un acuerdo no solo sobre el presupuesto de defensa, sino sobre aquello que a mí me interesa más: que las gentes en mi país no sufran". Yo, mi, me, conmigo, sin Podemos.

Belarra decidió entonces recordar a Díaz que Podemos "es el partido más grande del espacio", se entiende que en referencia al espacio a la izquierda del PSOE. Hizo esta referencia para olvidadizos después de que se produjera un hecho insólito, inédito y hasta extravagante: que Díaz llamara a las y los líderes de Podemos no para pedir que participaran en el acto de presentación de Sumar, sino para que no se les ocurriera asistir, porque "quiero que esté esto que es maravilloso, que es la ciudadanía". La ciudadanía, pero también el indisimulado coordinador de la cosa: el secretario general del Partido Comunista de España, Enrique Santiago.

Foto: Vladímir Putin. (Reuters/Aleksey Nikolskyi) Opinión

Yolanda Díaz puso en marcha su plataforma peronista sin Podemos, pero con las ideas y los objetivos de Podemos. "Esto no va de siglas", dijo, pero sí tiene el sustento organizativo del PCE y Comisiones Obreras. Se ofrecía para cambiar España, la vicepresidenta segunda del Gobierno que gobierna España. Condenaba la política fiscal, de inmigración, de servicios públicos o de defensa, la vicepresidenta segunda del Gobierno que ha participado en todos los consejos de ministros en los que se han tomado o dejado de tomar decisiones sobre esos asuntos. "Esto va de querernos", sentenció en un empacho de glucosa, que ha permitido certificar que Sumar es Podemos, sin Podemos y con edulcorante.

Para entonces, la deriva de acusar de los problemas propios a los malandrines medios no afines, terminales de los poderes ocultos a los que se refiere el presidente, llevó al portavoz parlamentario socialista a escribir en el diario 'El Mundo' que "cada buena noticia, cada dato positivo, cada medida concebida pensando en la ciudadanía es recibida por una batería de bulos e informaciones tergiversadas". La doctrina oficial de la coalición consiste en que si una información no es de su agrado es que está manipulada. Como Trump.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la portavoz de EH Bildu, Mertxe Aizpurua. (EFE/ J. J. Guillén)

En su obra 'La tempestad', Shakespeare define con precisión la incómoda naturaleza de la política a través de Trínculo, el personaje que en medio de una tormenta no encuentra otra forma de resguardarse que bajo el manto protector de Calibán, a quien considera un monstruo: "no hay otro refugio por aquí —se lamenta Trínculo—; la miseria obliga al hombre a tener extraños compañeros de cama; me agazaparé aquí —con el monstruo Calibán— hasta que pasen los restos de la tormenta". Por lo que parece, fuera del Gobierno, la tormenta continúa, aunque los dos partidos que lo componen tengan serias dificultades para encontrar un solo asunto en el que estén de acuerdo.

Sajid Javid, uno de los ministros británicos que dimitió esta semana, justificó su decisión porque "mi conciencia no me permite seguir en el gobierno" de Boris Johnson. En la coalición que gobierna España ocurre al revés: la conciencia es lo que la mantiene unida. Porque, en este caso, la conciencia es el poder.

Habían terminado los fastos de la OTAN en Madrid, cuando el presidente del Gobierno empezó a notar cómo el barniz de líder mundial, recién aplicado gracias a la cercanía con sus colegas de la Alianza, podía echarse a perder por culpa de los prosaicos asuntos de la pedestre política nacional: a sus socios de coalición no les gustaba el aumento del presupuesto militar anunciado por Pedro Sánchez y camuflado en algún papel de los muchos que se reparten por la mesa de la comisión de secretarios de Estado y subsecretarios, que precede al Consejo de Ministros. O Sánchez lo ocultó deliberadamente, o los altos cargos de Podemos en el Gobierno no leen los papeles. Es difícil elegir la más inquietante entre estas dos opciones.

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