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Plácido Fajardo

Apuntes de liderazgo

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¿Qué nos va a pasar?

Ahora que vamos sabiendo algo mejor lo que nos ha pasado, lo que todos buscamos son respuestas de futuro, mirando hacia adelante: ¿qué nos va a pasar?

Foto: Playa de Salobreña, en Motril. (EFE)
Playa de Salobreña, en Motril. (EFE)

Un clásico de cualquier verano que se precie son los reencuentros, las reuniones en buena compañía, sin más pretensión que disfrutar de la vida en la estación del ocio. Este año, tendremos más ganas que nunca, cuando comenzamos a dejar atrás un mal sueño, más bien pesadilla. Saldremos en estampida, como en los felices años veinte, dicen algunos, o como la gaseosa al quitar el tapón, según otros.

Sea como sea, algo nos dice que nunca nada volverá a ser como antes. El haber cambiado tantas cosas en tan poco tiempo en nuestro trabajo, en nuestros hábitos, en nuestras relaciones, nos deja una sensación parecida a aquella que expresaba Neruda en sus inolvidables versos, "nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos".

Cada verano, nuestro apunte de liderazgo pretende invitar a la reflexión en el tiempo propicio por antonomasia. Ahora que vamos sabiendo algo mejor lo que nos ha pasado —aunque aún con incógnitas—, cuando ya hemos visto las reacciones de los gobiernos y las primeras consecuencias en la economía, en las empresas y en la sociedad, lo que todos buscamos son respuestas de futuro, mirando hacia adelante: ¿qué nos va a pasar?

Foto: Imagen: Irene de Pablo.
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Marta García Aller Ilustración: Irene de Pablo

Recibimos un bombardeo de pronósticos desde diversas fuentes, más o menos creíbles. Líderes empresariales y directivos, gurús del pensamiento o expertos académicos emiten opiniones que tratan de imaginar lo que se nos viene encima. Se lanzan encuestas y recaban impresiones que aporten luz, por si la opinión mayoritaria fuera la certera, o al menos para compartir solidariamente la angustia de la incertidumbre. Cómo serán el mundo poscovid, el trabajo poscovid, el liderazgo poscovid, el consumo o, simplemente, la vida después de la pandemia. Cuáles serán los efectos de la montaña de deuda pública y privada acumulada y creciente. Cuánto penalizará la temida inflación el crecimiento económico. Cómo de frágil será la rápida recuperación.

Si nos centramos en la prioridad de lo económico, los más pesimistas darán la razón al reconocido inversionista Michael Burry —representado por Christian Bale en la película 'The Big Short'—, quien adelantó en 2008 la hecatombe de la burbuja inmobiliaria y hace unos días advertía en Twitter sobre la burbuja especulativa de los mercados, la más grande de la historia en todas las cosas.

O al apodado 'Doctor Desastre' por el 'New York Times', el famoso Nouriel Roubini, de la americana Stern Business School, adivino de la pasada crisis financiera, que afirma que "se está preparando el escenario para la madre de las crisis de deuda". Ninguna de las dos cosas parece ser nada bueno.

Foto: Salón inmobiliario de Madrid. (EFE)

En el otro lado, tenemos el rápido crecimiento de muchas economías, con el consumo disparándose y la inversión encantada con los tipos bajos. La Fed corrige al alza sus previsiones sobre PIB norteamericano hasta el 7% para este año y Janet Yellen, secretaria del Tesoro, resta importancia al aumento de la inflación, como fenómeno meramente temporal y transitorio.

En España, vivimos de la esperanza del maná de los fondos europeos para la reconstrucción, los famosos Next Generation, a los que nos referimos ya en el bar de la esquina con tanta familiaridad como cuando hablamos de la hipoteca de nuestra casa. ¡Europa, sálvanos!

Si miramos nuestra realidad cotidiana, nuestras previsiones de futuro no están basadas en profundos análisis y sesudas proyecciones de datos, sino en cosas mucho más mundanas. Para los empleados, el futuro de su empresa está reflejado en la cara que ven cada mañana a sus jefes. Lo que más les preocupa es el riesgo de perder su empleo —o la posibilidad de encontrarlo, si lo han perdido—. Para los comerciantes y emprendedores, el futuro es vender más o vender cosas diferentes, físicamente o por internet.

Foto: Imagen: iStock

Para los ciudadanos, se trata de tomar decisiones pospuestas, como casarse o divorciarse, tener hijos o cambiar de casa o de coche aprovechando los préstamos baratos. Para los más afortunados, decidir si continuar ahorrando tanto como durante la pandemia —récord histórico— o pegarse algunos caprichos. Probablemente, todos miremos el futuro de otra manera, con el dilema de aprovechar el momento —'carpe diem'—, que la vida son tres días, o dejar grano en el granero por si los agoreros acertaran o volviera otro bichito.

Acudir a los filósofos siempre me ha parecido una gran idea, pero en estos tiempos se convierte en imprescindible. Hace unos días, leía en 'El Mundo' la entrevista a uno de ellos, europeo de gran prestigio, el sefardí Edgar Morin, al cumplir 100 años. Lo que le ha enseñado la vida, decía, es que "debemos esperar lo inesperado, aunque no podamos preverlo. La vida se basa en navegar por un océano de incertidumbre, con algunas islas de certeza. Todo lo que nos espera es imprevisible: el amor, el dolor, la enfermedad, el trabajo, las elecciones, la muerte. No debemos anestesiar la incertidumbre y la imprevisibilidad".

Mi reflexión es de pura lógica. Hagamos todo lo que esté en nuestra mano por mejorar nuestra vida y, sobre todo, la de quienes nos rodean. Y asegurémonos de tomar las mejores decisiones pensando en el futuro que nos gustaría tener, aunque luego no sea el que tengamos. Creo que es la mejor manera de acercarnos a eso que entendemos de forma intuitiva como la felicidad.

Foto: Imagen: Laura Martín.

Mientras tanto, pongamos el máximo empeño en envejecer con sabiduría, siguiendo algunas pautas impagables que han llevado a Morin a cumplir un siglo: "Mantener la curiosidad de la infancia, las aspiraciones de la adolescencia, las responsabilidades de la edad adulta y, a medida que crecemos, aprovechar la experiencia de las edades anteriores".

¿Qué nos va a pasar? Pues a lo mejor no hay que empeñarse en querer saberlo. Igual es más inteligente esforzarnos en desarrollar nuestra capacidad para adaptarnos y para tolerar la ambigüedad. En esperar con actitud abierta a que la vida nos sorprenda. Pero, de momento, lo que toca es el verano. Les deseo de corazón que ustedes lo disfruten.

Un clásico de cualquier verano que se precie son los reencuentros, las reuniones en buena compañía, sin más pretensión que disfrutar de la vida en la estación del ocio. Este año, tendremos más ganas que nunca, cuando comenzamos a dejar atrás un mal sueño, más bien pesadilla. Saldremos en estampida, como en los felices años veinte, dicen algunos, o como la gaseosa al quitar el tapón, según otros.

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