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La importancia cualitativa de los fondos Next Generation
Hemos recorrido el trecho más difícil, tener ingentes recursos que no computan en déficit y saber en qué gastarlos, pero nos queda lo más tedioso gestionar, y hacerlo a tiempo
Los Fondos Next Generation son un fenómeno sin precedentes, no tanto por su dimensión cuantitativa, que también, sino cualitativa. Para entender su importancia cualitativa es necesario descender en determinados detalles, que pasan desapercibidos para el gran público, pero que invitan a calificar el acontecimiento como extraordinario y singular, hasta el punto de que difícilmente podamos ver algo parecido en un futuro. A eso, a los detalles que lo hacen tan único, dedico estas líneas.
En primer lugar, los Fondos en cuanto recursos económicos de procedencia pública, se diferencian de otros recursos públicos, en que su gasto no computa a efectos de déficit público. Si de un alimento se tratara, hablaríamos de un producto milagro, pues alimenta, sabe a gloria y lo mejor, no engorda. Y si habláramos de un medicamento, diríamos que no solo cura, sino que no tiene efectos adversos. En lenguaje de un gestor público son una panacea, un maná por todos deseados. ¡Gastar, sin generar déficit! Bien usados debieran permitir un crecimiento económico sostenible, que al mismo tiempo generara incremento de ingresos, activando un círculo virtuoso en términos de reglas fiscales. Ahora bien, lo que es el sueño de unos, a veces trunca en pesadilla de otros, siendo estos otros, los encargados de su gestión operativa y su control.
En segundo lugar, los Fondos han forzado a la Unión Europea a dar un paso de gigante en su evolución como entidad soberana, aproximándola financieramente a sus estados miembros. Este paso de gigante es el de endeudarse para poder distribuir los Fondos, porque el dinero, y más el público, no lo regalan. Apenas hace una década se discutía la viabilidad de los eurobonos, y en aquel contexto de disparidad de situaciones económicas no hubo acuerdo a favor de la solidaridad financiera entre estados miembros. Ha tenido que llegar un virus para recordarnos que juntos podemos llegar más lejos.
En tercer lugar, los Fondos nos han obligado a pensar en qué gastar, dando lugar a un ejercicio reflexivo que no se limita a decidir en qué gastar, sino para qué. Con sus luces y sombras el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia es un buen ejercicio de meditación que a través de sus ejes, palancas y componentes refleja cómo deberíamos ser en el medio plazo. Quizá sus términos son más propios de la teoría de la mecánica clásica, pero son orientaciones de general aceptación.
En cuarto lugar, los Fondos Next Generation están diseñados para arrastrar a la iniciativa privada junto con la pública. En palabras de la Comisión, es trascendental contar la participación privada, apostando por la colaboración público-privado, por su efecto multiplicador en términos de generación de riqueza. Si a cada euro público le sumamos al menos un euro privado, los impactos en crecimiento económico serán mucho mayores. Porque o nos transformamos todos, o no habrá recuperación económica, o de haberla será efímera. En el diseño de herramientas de colaboración público-privada que permitan atraer inversión privada se han hecho considerables esfuerzos, a destacar los PERTE que pese a su complejidad son una innovación por el carácter vertical de la agrupación de beneficiarios. Pero quizá estemos perdiendo la oportunidad de profundizar en modelos de colaboración que aceleren el crecimiento económico, y estos nuevos modelos de colaboración público-privada deben ser de aplicación a políticas sociales.
En quinto lugar, los Fondos tienen su tiempo; en términos físicos tienen su momentum. Hasta la llegada de COVID vivíamos sujetos a una disciplina fiscal que nos ha permitido ganar credibilidad en los mercados, consecuencia de varios años de esfuerzo fiscal. Tras aquellos años vinieron los del respeto por reconducir una economía maltrecha a una en senda de crecimiento. Y de este modo, controlando el déficit público y los niveles de endeudamiento llegamos a marzo de 2020.
Con cierta lógica, el Congreso de los Diputados decidió suspender las reglas fiscales en el año 2021 y también lo ha hecho en el año 2022. Pero la suspensión no puede durar sine die, llegará el momento, más pronto que tarde, que volvamos a tener que sujetarnos a las reglas fiscales. Y en ese momento, o hemos hecho nuestros deberes, o volveremos a afrontar otro escenario de reducción de déficit, con el coste social que supone. Por este motivo, los Fondos no solo son un maná, son la tabla de la salvación ante el próximo levantamiento de la suspensión de las reglas fiscales.
Retomando la importancia del momento, y del principio de celeridad, que por cierto es principio aplicable al procedimiento administrativo (a pesar de que muchos lo olviden), es capital agilizar la ejecución de los Fondos. Surge por ello uno de los riesgos mayores para su éxito, no llegar a tiempo, porque llegar tarde es no llegar.
Es indiscutible la voluntad de gestionar con celeridad, pero también es innegable que la Administración Pública, está desbordada por el reto de una gestión que se antoja descomunal, y por una obsesión lógica de control. Siendo los Fondos recursos públicos su gestión debe respetar todos los controles posibles, pero puede ser oportuno en esta situación agravar las responsabilidades por la mala gestión a un momento posterior, antes que aumentar los controles preventivos que lastren la ejecución.
Llegados a este punto, hemos recorrido el trecho más difícil, tener ingentes recursos que no computan en déficit y saber en qué gastarlos, pero nos queda lo más tedioso gestionar, y hacerlo a tiempo.
*David Mellado Ramírez, socio de PWC. Abogado del Estado en excedencia. Consejero Académico de Fide.
Los Fondos Next Generation son un fenómeno sin precedentes, no tanto por su dimensión cuantitativa, que también, sino cualitativa. Para entender su importancia cualitativa es necesario descender en determinados detalles, que pasan desapercibidos para el gran público, pero que invitan a calificar el acontecimiento como extraordinario y singular, hasta el punto de que difícilmente podamos ver algo parecido en un futuro. A eso, a los detalles que lo hacen tan único, dedico estas líneas.