Blog FIDE
Por
La inteligencia artificial que trabaja
Aunque algunos intentan prevenirnos de un posible futuro apocalíptico derivado de la IA, es infinitamente más preocupante, por real y actual, el que afecta al empleo
Luis trabajaba para un periódico digital. Elaboraba noticias sobre temas de interés general, que iban desde la gastronomía y la moda hasta los viajes y el ocio. No ganaba mucho dinero, pero se ganaba la vida. Ahora, su trabajo lo hacen las máquinas. Es cierto que el resultado no tiene la calidad del suyo, pero al periódico, que vive de la publicidad programática, lo que es equivalente al número de clics que recibe de sus lectores, ya le está bien. La diversidad y, sobre todo, la cantidad de artículos que produce el software son enormer.
Susana llevaba años viviendo relativamente bien de su trabajo como traductora, haciendo doblajes y dando clases particulares de inglés. Ahora malvive buscando a quién dar clases, cada vez más baratas, por cierto. Su trabajo de traducción ya no es necesario, o al menos no como antes. Los traductores automáticos tienen una calidad increíble y con algo de supervisión humana el resultado final es impecable. En cuanto al doblaje, más de lo mismo.
Luis y Susana son algo muy común en un mundo en el que la automatización del trabajo está creciendo sin pausa. De hecho, los trabajadores de la industria manufacturera ven cómo los trabajos de soldadura, pintura, montaje o embalaje se realizan por robots. Amazon es un caso paradigmático, como comienzan a serlo también las grandes cadenas de comida rápida. Si atendemos a la rapidez con la que estas elaboran sus menús, tendríamos que llamarlo ya comida ultrarrápida.
Lo mismo ocurre con los sistemas de autopago o de gestión de inventarios; con los empleados dedicados a la entrada y análisis de datos; con los teleoperadores y los servicios de información y atención al cliente; también con las gestiones bancarias, donde los cajeros automáticos se han quedado reducidos a una anécdota cuando hablamos de los procesos de automatización en el sector financiero. Ocurre también en los bufetes de abogados, en los que las investigaciones legales y el análisis de documentos están cada vez más automatizados.
El impacto todavía es pequeño entre los conductores de vehículos de transporte de personas y mercancías, los de reparto o los conductores de vehículos agrícolas, pero no pasarán muchos años sin que los vehículos y drones autónomos dejen sin trabajo a millones de personas, sobre todo en los países más desarrollados.
Por supuesto, muchas tareas siguen requiriendo un toque humano, como la resolución creativa de problemas, la inteligencia emocional y la toma de decisiones complejas, que son todavía difíciles de reproducir para la IA, incluso por la generativa. Además, se crearán muchos puestos de trabajo que seguirán desempeñando las personas, al menos durante un tiempo. De hecho, alrededor de la automatización se crearán muchísimos empleos, pero estos todavía acelerarán más el impacto del desempleo tecnológico. Desafortunadamente, quienes sean sus daños colaterales difícilmente cubrirán esos nuevos empleos.
No discuto las ventajas de la automatización del trabajo, faltaría más. El ahorro de costes, el incremento en la eficiencia y la eficacia, la disponibilidad permanente de lo automatizado, la realización de tareas especialmente ingratas para nosotros, o incluso de aquellas que suponen riesgos significativos para las personas, son algunos ejemplos evidentes de las bondades que puede conllevar la automatización. Pero no debemos ignorar las desventajas, que van más allá de la evidente pérdida de trabajos humanos. La redefinición de los roles de los trabajadores no es fácil, lleva tiempo y también consume recursos. Los sistemas digitales presentan riesgos evidentes de seguridad, ya que son vulnerables a los ciberataques, por no hablar de las dificultades para lograr sistemas fiables en el amplio sentido de la palabra (seguros, robustos, que cumplan la legislación y que actúen según criterios éticos, que respeten la privacidad y que no operen con sesgos, entre otros).
El desempleo tecnológico, con la consiguiente resistencia a su adopción y el impacto socioeconómico negativo que puede conllevar, es, pienso, el más significativo de cuantos problemas se pueden percibir en torno a la IA, al menos a medio plazo. Aunque algunos intentan prevenirnos de un posible futuro apocalíptico derivado de la IA, es infinitamente más preocupante, por real y actual, el que afecta al empleo. No se trata solo de la amenaza de perderlo. Los investigadores Acemoglu (MIT) y Restrepo (Boston University) han demostrado que entre el 50% y el 70% de los cambios en la estructura salarial estadounidense durante las últimas cuatro décadas se explican por los descensos salariales asociados a empleos en los que se realizan tareas rutinarias en industrias que experimentan una rápida automatización.
La buena noticia es que las malas noticias son evitables. Eso sí, para minimizarlas, se requiere un esfuerzo de colaboración de los principales agentes implicados, entre los que los gobiernos son, de lejos, los más determinantes. En todo caso, también es imprescindible el concurso de las empresas, las instituciones educativas y los mismos trabajadores. Ha de ser un empeño colectivo que, a mi entender, ha de darse en tres ejes: la educación, las políticas públicas, centradas en los incentivos a la formación y de amparo social, y la innovación en las organizaciones a través de la automatización, no la simple sustitución del trabajo humano para abaratar costes, algo que tiene un escaso recorrido, por otra parte. Si fracasamos, serán muchísimos millones los que sigan los pasos de Luis y Susana.
*Senén Barro Ameneiro, director del CiTIUS-Centro Singular de Investigación de la Universidad de Santiago de Compostela, de la que fue su rector entre 2002 y 2010. Catedrático de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial, con una intensa trayectoria de investigación y transferencia en IA, habiendo creado dos spin-offs: Situm Technologies e InVerbis Analytics.
Luis trabajaba para un periódico digital. Elaboraba noticias sobre temas de interés general, que iban desde la gastronomía y la moda hasta los viajes y el ocio. No ganaba mucho dinero, pero se ganaba la vida. Ahora, su trabajo lo hacen las máquinas. Es cierto que el resultado no tiene la calidad del suyo, pero al periódico, que vive de la publicidad programática, lo que es equivalente al número de clics que recibe de sus lectores, ya le está bien. La diversidad y, sobre todo, la cantidad de artículos que produce el software son enormer.