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¿Y quién rescata a Rajoy de Botín y FG?
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Nacho Cardero

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¿Y quién rescata a Rajoy de Botín y FG?

Cuando se enteró de que Belén Romana era consejera de Banesto, Rajoy frunció el entrecejo. Nadie le había advertido de tal circunstancia. “¿En qué Consejo dices

Cuando se enteró de que Belén Romana era consejera de Banesto, Rajoy frunció el entrecejo. Nadie le había advertido de tal circunstancia. “¿En qué Consejo dices que se sienta…?”. “En el de Banesto de Emilio Botín”. Nada más mentar el nombre, la candidata de Luis de Guindos para presidir la CNMV quedó descartada para el cargo. Por muy preparada que estuviera, por muy directora del Tesoro que hubiera sido, Rajoy no quería un caballo de Troya de Botín en el supervisor de los mercados.

Al presidente del Gobierno le salen brotes de urticaria cada vez que se encuentra a menos de un palmo de distancia de un banquero o empresario. El divorcio es total. Tiene la convicción –alimentada desde el Ministerio de Hacienda y la Oficina Económica de Moncloa- de que los señores del Ibex 35 se guían por intereses espurios, y miran más por sus compañías y accionistas que por el bien de España.

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Este argumento sirve para explicar la designación de Elvira Rodríguez como presidenta de la CNMV, una mujer cien por cien Montoro que está alejada de los cónclaves empresariales y que culebrea como nadie por los pasillos de Génova. Quizá porque hubieran preferido una persona más maleable y comprensiva con las inquietudes de la banca, una persona con la que pastelear el embrollo de las preferentes, donde hay pillados 325.000 particulares, desde el mundo del dinero se ha cuestionado la elección de Rodríguez y su perfil marcadamente político.

Se rasgan las vestiduras en plaza pública. Como si Miguel Ángel Fernández Ordóñez no se hubiera destapado como un submarino del PSOE en sus últimos años al frente del Banco de España; como si el actual gobernador, Luis María Linde, parapetado tras la aureola de técnico independiente, no padeciera de cierto deje progresista; como si el actual equipo de Fernando Restoy, presidente del FROB y persona clave en la supervisión bancaria, no fuera un clon del de Carlos Arenillas, ya saben, aquel francotirador que los socialistas colocaron en los minaretes de la CNMV.

Hasta Julio Segura ha dejado entrever su vis política una vez ha expirado su mandato al frente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, repartiendo entre sus afines los despachos de la nueva sede, en el edificio Edison de Madrid, justo antes de la llegada de Elvira Rodríguez. Además de gastarse 190.000 euros en la mudanza, el exresponsable de la CNMV se iba con todo atado y bien atado.

La prima de riesgo y el síndrome de la Moncloa

En el PP se ha extendido la idea de que están haciendo el canelo. Con buena parte de los entes públicos, instituciones y reguladores en ‘manos enemigas’, no ha sido hasta fechas recientes cuando el Ejecutivo popular, con Soraya Sáenz de Santamaría a la cabeza, ha decidido embridar un jamelgo que le había salido peleón. El Gobierno, harto de que le digan lo que tiene que hacer -que si urge pedir el rescate, que si la prima de riesgo es una rémora para la financiación-, le ha metido unos rejones de aúpa a la gran empresa: el tasazo eléctrico, el hachazo al Impuesto de Sociedades, el IVA…

El cabreo es tal que varias compañías no han dudado en echarse al monte con comentarios inusuales para su seniority. “Estamos estudiando cambiar la sede de alguna de nuestras filiales y llevarla a otro país por un tema de fiscalidad e inseguridad jurídica. Y al igual que nosotros, otras multinacionales españolas. Es como si nos hubieran pegado una paliza”, dice el presidente de una empresa del Ibex. “Es increíble el optimismo que sigue irradiando el Gobierno. No nos hacen caso. A pesar de la que está cayendo, se resisten a pedir el rescate. Jamás habíamos visto tal síndrome de la Moncloa”, asegura un alto directivo de otra.  

Sin crédito en el Gobierno ni en el exterior, donde les niegan el pan y la sal por el mero hecho de lucir la etiqueta ‘España’, los empresarios llevan meses implorando al Ejecutivo para que solicite el rescate del país. La mayoría lo hace sotto voce en el Consejo Empresarial para la Competitividad, otros, en cambio, se pronuncian sin ningún rubor ante los medios. Es el caso de Francisco González, que prácticamente pagó de su bolsillo el Foro ABC para poder transmitir ese mensaje: “Hay que pedir la ayuda cuanto antes”, dijo el presidente del BBVA.

Las peticiones de FG chocan de lleno con el muro que separa los intereses de Moncloa de los de los empresarios. Rajoy, antes que atender las plegarias de éstos, prefiere fumarse un puro, consciente de que lo que es bueno para estas compañías no necesariamente tiene que serlo también para el país.

Los hombres de Olli Rehn

El pasado 25 de septiembre en las oficinas del Banco de España, a pocos metros de la batalla campal que estaba teniendo lugar en los aledaños del Congreso entre Policía y manifestantes, los hombres de Olli Rehn inspeccionaban las cuentas del sector financiero. Los alemanes no se fían. Igual de cierto que el Gobierno español no sabe si pedir el rescate, también lo es que Europa no sabe si se lo va a conceder.

Con el rabillo del ojo puesto en los disturbios callejeros, los hombres de negro pedían garantías a las autoridades españolas para la entrega del dinero. “¿Qué seguridad tenemos de que no se va a incurrir en los mismos errores del pasado, de que el capital que se va a inyectar a la banca no será para sufragar la mala praxis que ha llevado a la situación actual?”. Y los españoles callados sin saber qué responder.   

Cuando se enteró de que Belén Romana era consejera de Banesto, Rajoy frunció el entrecejo. Nadie le había advertido de tal circunstancia. “¿En qué Consejo dices que se sienta…?”. “En el de Banesto de Emilio Botín”. Nada más mentar el nombre, la candidata de Luis de Guindos para presidir la CNMV quedó descartada para el cargo. Por muy preparada que estuviera, por muy directora del Tesoro que hubiera sido, Rajoy no quería un caballo de Troya de Botín en el supervisor de los mercados.

Mariano Rajoy Emilio Botín