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Por qué el Gobierno quiere cargarse a Fedea
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Nacho Cardero

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Por qué el Gobierno quiere cargarse a Fedea

No se dejan querer por los políticos. En las legislaturas de Zapatero, la bancada socialista les escupía por ultraliberales y académicos despegados de la realidad; en

No se dejan querer por los políticos. En las legislaturas de Zapatero, la bancada socialista les escupía por ultraliberales y académicos despegados de la realidad; en la era de Rajoy, los populares se refieren a ellos comos “rojos peligrosos” o grupúsculo de trotskistas infiltrados en la universidad. Cada vez que realizan una declaración, en el Gobierno deslizan la misma frase: “Estos de Fedea no tienen remedio”.

Tal y como recoge su página web, Fedea es un centro de investigación creado en 1985 para generar análisis económico de calidad con el objetivo de “hacer llegar a la sociedad, de una forma objetiva e independiente, soluciones a problemas que lastran nuestro crecimiento económico y nuestro desarrollo social”. La fundación vivió su etapa dorada recientemente, coincidiendo con la dirección de Pablo Vázquez.

Fueron años en los que Fedea aparecía a diario en la prensa con algunos de sus miembros convertidos en estrellas mediáticas. Salían en los informativos con la misma frecuencia que Matamoros en Sálvame. Sin embargo, desde que Vázquez dejó su cargo para desembarcar en la empresa pública Ineco y encargarse de la dirección del AVE Medina-La Meca, Fedea tornó a un perfil más bajo. De repente fue como si no existieran. Hasta tal punto era así que los ilustrados de la cosa económica no hacían más que interrogarse sobre lo mismo: ¿qué diablos les ha pasado a estos chicos?

Fedea aparecía a diario en la prensa con algunos de sus miembros convertidos en estrellas mediáticas

Son varias las explicaciones. La primera, de índole económica. Algunos de los patrocinadores han recortado sus aportaciones a la institución. Si no hay dinero para mantener la plantilla, menos lo hay para sesudos análisis, deben de pensar los mecenas. La segunda explicación es eminentemente política.

El Gobierno popular tiene una piel tan extremadamente fina que se toma los comentarios críticos casi como una cuestión personal. No dan opción: conmigo o contra mí. El demoledor artículo publicado en Financial Times por Luis Garicano y Jesús Fernández Villaverde, ambos destacados miembros de Fedea, sobre la fallida estrategia de Rajoy para salir de la crisis provocó las iras de Moncloa. Tampoco sentó nada bien la idea de sustituir a Pablo Vázquez por José Ignacio Conde-Ruiz, un experto que tenía la desgraciada mácula de haber estado dos años, de 2004 al 2006, en la Oficina Económica de Zapatero. Al final, lo dejaron como subdirector y le pusieron por encima a Michele Boldrin, mejor visto por las instituciones oficiales.

Si el Gobierno tiene a los de Fedea por una cédula de economistas radicales, los que asistieron al desayuno con Fernández Villaverde el pasado 21 de septiembre en el Hotel Wellington, organizado por el Club Empresarial Icade, pudieron corroborar tal afirmación. Un tipo como Fernández Villaverde, que propugna una reforma en profundidad de la estructura institucional, que habla de una generación perdida que ni estudia ni trabaja y cuyo principal quehacer diario consiste en engullir televisión, que alerta de un alto segmento del país que todavía no ha interiorizado lo grave de la situación y desconoce el profundo conjunto de reformas que se necesitan, un tipo así, digo, no es peligroso. Es peligrosísimo.  

Aunque la charla del cátedro, que llevaba por título La salida de la crisis: cómo y cuándo, desmenuzaba los problemas del país en siete puntos, merece la pena centrarse en el referido a la estructura institucional por su lucidez y vocación transgresora.

“Durante los últimos cuatro años ha habido un abismal problema de falta de liderazgo en España”, dice Fernández Villaverde. “No es casualidad que nos hayan tocado los presidentes del Gobierno que hemos tenido. Es una consecuencia del proceso de selección de las elites políticas y sociales que es horrendo, que hay que cambiar. Es un proceso de selección en el cual tenemos unos partidos políticos muy cerrados, en los que lo que importa es la lealtad a los jefes y no el haber demostrado en algún momento una capacidad intelectual o profesional. Tenemos una Alta Administración del Estado (y lo siento por aquellos de ustedes que sean funcionarios) que tiene un sistema de selección de personas que no es el que España necesita en el 2012. Y tenemos una estructura en la vida social y económica que ha sido capturada por los partidos políticos y ha destrozado por completo nuestra capacidad de reaccionar ante nuestros problemas”.

Ejemplifica estas aseveraciones comparando las páginas web de Lower Merion, localidad a las afueras de Filadelfia donde reside el economista, y la de Majadahonda. Ambos son municipios de 60.000 habitantes y clase media-alta profesional.

Veamos. La primera imagen de la web de Lower Merion ilustra la inauguración de una biblioteca municipal. Allí no tienen alcalde sino un city manager que estudió Administración de Empresas y un Máster, que lleva toda su vida dedicada al sector público y del que se desconocen filiaciones ideológicas. “Es un extraordinario director y el ayuntamiento de Lower Merion funciona absolutamente como la seda. Eso sí, le pagamos 275.000 dólares. Y se los merece”, enfatiza el conferenciante. En la web de esta localidad hay un informe de 340 páginas con cada una de las partidas de gasto del Ayuntamiento desglosadas al milímetro.

 España es un país esclavo de su clase política, de los empresarios e incluso de algunos medios de comunicación

En la página de Majadahonda, la fotografía de apertura es la de su alcalde y todas las noticias versan sobre su figura. La información económica se limita a siete someras páginas, de las que resulta imposible colegir cuántos trabajadores hay designados a dedo o cuánto se gasta en cargos de libre designación. “Los españoles elegimos alcaldes politizados”, continúa. “Como son alcaldes politizados, que nunca han hecho nada en la vida profesional o privada, nos parece mal pagarles mucho, con lo que al final tienen una tentación muy grande a corromperse”.

Llega a la conclusión de que los españoles necesitamos enfrentarnos a nuestros problemas con la fortaleza de entender lo que nos ocurre y de aceptar la realidad; con la determinación para efectuar todos los cambios que se precisan, y sabiendo que el sacrificio va a ser doloroso. “Margaret Thatcher gana las elecciones el 5 de mayo; el 6 de mayo por la noche anuncia su Gobierno; el 8 de mayo por la mañana presenta su presupuesto. Rajoy gana las elecciones el 20 de noviembre; anuncia su gobierno el 20 de diciembre y el presupuesto tiene que esperar hasta las andaluzas”. España está todavía lejos de la catarsis que necesita para reinventarse como país.

“La palabra hace libre al hombre. El que no puede expresarse, es un esclavo”. Si damos por bueno el pensamiento de Feuerbach, hemos de llegar a la conclusión de que España es un país esclavo de su clase política, de los empresarios e incluso de algunos medios de comunicación que, en un intento vano por evitar su declive, se han puesto al servicio de los anteriores. El librepensamiento en tiempo de crisis no está bien visto porque se corre el riesgo de que a uno lo llamen antipatriota. Y los economistas de Fedea, desgraciadamente, no son las únicas víctimas. 

No se dejan querer por los políticos. En las legislaturas de Zapatero, la bancada socialista les escupía por ultraliberales y académicos despegados de la realidad; en la era de Rajoy, los populares se refieren a ellos comos “rojos peligrosos” o grupúsculo de trotskistas infiltrados en la universidad. Cada vez que realizan una declaración, en el Gobierno deslizan la misma frase: “Estos de Fedea no tienen remedio”.

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