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Lo que Rajoy piensa de Botín y Sáenz
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Nacho Cardero

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Lo que Rajoy piensa de Botín y Sáenz

La presidenta descerrajaba inmisericorde su munición contra la banca. A bala por queja. Una por la política de desahucios, otra por la comercialización de preferentes -esos

La presidenta descerrajaba inmisericorde su munición contra la banca. A bala por queja. Una por la política de desahucios, otra por la comercialización de preferentes -esos productos financieros que ni el mismísimo Madoff sería capaz de desentrañar-, una tercera por la falta de crédito. Su tono de voz se elevaba ofuscada.

Si están intentando visualizar la escena, he de decirles que tal rapapolvo no provenía de ese trasunto de Juana de Arco llamado Ada Colau, ni tampoco de aquella mujer víctima de las preferentes a la que tuvieron que sacar a empellones de la Cámara. Olvídense. La autora de la reprimenda no era otra que Elvira Rodríguez, actual presidenta de la CNMV, y quien asentía a su lado, Miguel Arias Cañete, ministro de Agricultura y Medio Ambiente. Frente a ellos, con las orejas gachas, tres destacados miembros del Banco Santander a los que iba dirigida la filípica: Matías Rodríguez Inciarte, vicepresidente; Ignacio Benjumea, secretario general del consejo, e Isabel Tocino, consejera de la entidad.

Este duelo dialéctico, que tuvo lugar en una de esas cenas periódicas que organizan los aludidos, ponía negro sobre blanco un punto nada baladí: que al PP no le cae simpático el Santander. El Ejecutivo popular se jacta en privado de que si el escándalo de las cuentas suizas de Botín hubiera caído en manos de Montoro en vez de las de Salgado, otro gallo –y no precisamente para bien- hubiera cantado a esta saga de banqueros. Basta recordar que tanto Zapatero como su exministra de Economía se llamaron andana con la fortuna oculta de los Botín y que fueron los inspectores de Hacienda los que, en contra el criterio de sus jefes, insistieron en trasladar el caso a la Fiscalía para no cerrarlo en falso.

El Ejecutivo popular se jacta en privado de que si el escándalo de las cuentas suizas de Botín hubiera caído en manos de Montoro en vez de las de Salgado, otro gallo –y no precisamente para bien- hubiera cantado a esta saga de banqueros

Rajoy no es una persona vengativa, pero tampoco es de esos que olvidan fácilmente. Y Rajoy no olvida el apoyo excesivo con que Botín agasajó a Zapatero cuando la presidencia de este ya agonizaba, ni la travesía en el desierto que hizo el PP sin el aval del empresariado, y menos del Santander, hasta alcanzar el poder. Tampoco olvida que fue el exgobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, Mafo, quien se erigiera como principal defensor de la entidad de la llama, ni que gran parte de los problemas heredados, esas bankias y pescanovas, esas preferentes y demás agujeros financieros, tuvieran su epicentro en la mala praxis de los organismos supervisores, y más concretamente en el BdE de Mafo y la CNMV que dirigía Julio Segura.  

Menos aún perdona que Zapatero, ya en los estertores de su mandato, concediera el indulto al consejero delegado del Santander, Alfredo Sáenz, condenado a tres meses de prisión e inhabilitación por un delito de acusación falsa cometido en 1994. Y que Zapatero lo hiciera como presidente del Gobierno en funciones y sin ni siquiera descolgar el teléfono para consultarle.

Ante tal lista de desagravios, resulta cuanto menos chocante que el Consejo de Ministros del pasado viernes aprobara un real decreto que rebajaba los requisitos sobre honorabilidad, experiencia y buen gobierno en las entidades de créditos; una normativa que, a la postre, impide la inhabilitación automática de Sáenz y facilita su ‘rescate’. El asunto adquiere especial relevancia si se tiene en cuenta que, como hoy informa El Confidencial, el Gobierno va a aplicar esta relajación de requisitos de forma arbitraria y no porque obligue Bruselas, tal y como machaconamente defienden.

Rajoy y Poncio de Guindos, que manejan el país como si estuvieran jugando al Risk en el salón de su casa, se han decidido por pasar la patata caliente de la inhabilitación al Banco de España. ¿Significa esto, pues, que tanto el presidente del BdE, Luis María Linde, como su número dos, Fernando Restoy, se van a inclinar por la exculpación de Sáenz y la restitución de su honorabilidad?

Resulta difícil hacer un pronóstico. Ni siquiera el propio Banco Santander, consciente de la animadversión que le profesa el Ejecutivo popular, se atreve a ello. “No está en nuestras manos. Tenemos poco que hacer tras presentar las alegaciones en el BdE. Hay argumentos para que no pase nada… pero es imposible tenerlas todas consigo”. Dependerá en gran medida de si el Tribunal Supremo ratifica su decisión de anular parcialmente el indulto acordado por el anterior Gobierno socialista.

Lo que sí parece meridianamente claro es que tanto Sáenz como el propio Botín (y otros muchos 'duendecillos septuagenarios' que pululan por la prensa salmón) se resisten a abandonar su abullonada poltrona. Una actitud consentida dentro de nuestras fronteras, pero reprobada allende las mismas. Ya publicó aquí Agustín Marco cómo la mitad de los fondos internacionales con presencia en el Santander votaron en contra de la reelección de Javier Botín hijo como consejero, igual que hace un año hicieron con Emilio padre y hace dos con Ana Patricia hija.

Lo que sí parece meridianamente claro es que tanto Sáenz como el propio Botín (y otros muchos “duendecillos septuagenarios” que pululan por la prensa salmón) se resisten a abandonar su abullonada poltrona

Todo ello por no cumplir las normas de buen gobierno corporativo, que penalizan la duración excesiva de los cargos, la ‘no’ independencia de los miembros del órgano de decisión y las altas remuneraciones. Críticas similares a las vertidas por el Financial Times en su cacareado reportaje, "Emilio’s perfect storm", en el que se abordaba sin tapujos la difícil cuestión sucesoria en la entidad.

Nadie da con un heredero claro. A Ana Patricia Botín le demandan más hechuras y una mejor imagen; a Javier Botín, volcado en JB Capital Markets, mayor compromiso con el banco, y a los hermanos Rodríguez Inciarte, conocimiento del negocio. En cuanto a Horta Osorio, puso pies en polvorosa y se marchó al Lloyds, mientras que Javier Marín, hombre de la máxima confianza de Emilio Botín y jefazo de la banca privada, arrastra el hándicap de haber dejado un puñado de muertos por el camino. Así, aunque la brisa que se respira es de cambio de ciclo, resulta complicado que este se produzca cuando una generación no termina de irse y la otra tampoco de llegar.

La presidenta descerrajaba inmisericorde su munición contra la banca. A bala por queja. Una por la política de desahucios, otra por la comercialización de preferentes -esos productos financieros que ni el mismísimo Madoff sería capaz de desentrañar-, una tercera por la falta de crédito. Su tono de voz se elevaba ofuscada.

Alfredo Saenz Emilio Botín Jaime Botín Ana Patricia Botín