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El zapaterismo de Rajoy
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El zapaterismo de Rajoy

“¿Qué tal con la escopeta?”. “Nada”, se confiesa Joaquim Gay de Montellà, presidente de Fomento del Trabajo. “Encaré un corzo

“¿Qué tal con la escopeta?”. “Nada”, se confiesa Joaquim Gay de Montellà, presidente de Fomento del Trabajo. “Encaré un corzo al que había echado el ojo el día anterior, pero dudé y se me escapó. En la caza tienes que ser rápido y no vacilar. Si no, te pasa lo que a Rajoy, que dudó y ahora el país se va al carajo”. El patrono de los empresarios catalanes se vale del símil cinegético para comparar su desmaña a la hora de cobrarse una pieza con la política económica del Ejecutivo. Desde la luctuosa rueda de prensa del Consejo de Ministros del 26 de abril, se multiplican las voces que dicen que así no, que el plan de Rajoy no funciona, que hay que cambiarlo.

A Gay de Montellà le gusta trochar los rededores de Santo Domingo de Silos para echar unos disparos. La localidad burgalesa siempre ha servido de refugio para la gente del dinero, la política y la farándula, quizá por eso de que allí se levanta el famoso monasterio benedictino y se tiene la sensación de estar más próximo a Dios que entre los leones del Congreso o los rascacielos de la urbe.

Con apenas trescientos habitantes, Santo Domingo de Silos pasaba por ser la capital de España durante la presidencia de Aznar casi como Valladolid lo fue durante el reinado de Felipe II. En esos años del PP en el Gobierno, los monjes alcanzaron el número uno en el billboard americano con sus cantos gregorianos y los gerifaltes del Ibex se dejaban ver por el claustro románico en torno a la Fundación Silos que preside el editor Méndez Pozo y tiene de vicepresidente al hoy exconsejero del Santander, Alfredo Sáenz. Por entonces, llovían indulgencias y también millones.

La iglesia del monasterio luce a su entrada una placa de agradecimiento a Manuel Pizarro, en su condición de expresidente de Endesa, por sus aportaciones dinerarias. Además de aguerrido empresario, Pizarro ya advirtió de la que se venía encima en aquel debate que ganó Solbes por la mano. El turolense preside hoy el despacho de abogados internacional Backer & McKenzie y no tiene visos de retornar a la política después de que le hayan vapuleado de uno y otro lado. El sábado 27 de abril, veinticuatro horas después de la comparecencia del triunvirato ministerial, Pizarro se mostraba desesperado: “Hay que bajar el impuesto de sociedades y las cotizaciones a la Seguridad Social. ¿Cómo que no las han bajado todavía? Tienen que hacerlo ya”.

A Pizarro le ha seguido después su sempiterna compañera de catequesis, Esperanza Aguirre, al parecer más alineada con el plan del italiano Letta (centroizquierda) que con el de su compañero de partido, y también jefe, Mariano Rajoy (centroderecha). La expresidenta no dudó en abandonar momentáneamente su retiro dorado para criticar que, “hasta ahora, se haya intentado [reducir el déficit público] aumentando los impuestos. La experiencia de estos meses ha demostrado que esta subida no ha servido” para nada. Como si la hubiera escuchado en lontananza, el presidente del BCE, Mario Draghi, se sumó a la melé liberal: “Los gobiernos, apremiados por la emergencia, toman el camino más fácil de subir los impuestos”, lo que hace que la presión fiscal sea elevada y tenga “efectos contractivos”.

El presidente se encuentra arrebujado en su sillón monclovita incapaz de reaccionar, mientras la ciudadanía se hunde en la desesperanza. Sus tibias explicaciones del domingo 28 rememoraban los peores momentos del zapaterismo: “No está planteado ni voy a hacer ningún cambio en el Gobierno”Pero en Moncloa, oídos sordos. Entre los que manejan los hilos empieza a correr la especie de que Rajoy supone un lastre para España igual que lo supuso Zapatero en su día. El presidente se encuentra arrebujado en su sillón monclovita incapaz de reaccionar, mientras la ciudadanía se hunde en la desesperanza. Sus tibias explicaciones del domingo 28 rememoraban los peores momentos del zapaterismo: “No está planteado ni voy a hacer ningún cambio en el Gobierno”, “ha habido avances, aunque sé que la gente no los ve todavía”, “el Gobierno sabe lo que hace”.

Los ministros del PP que otrora predicaban con el fielato y frecuentaban con relativa asiduidad la abadía de Silos han dejado de hacerlo. No porque hayan perdido la fe en Dios, sino porque la han perdido en Rajoy.

“Ministro, ¿hablas con el presidente?”. “Mucho menos de lo que me gustaría”, responde tras meditar largo rato. Rajoy no habla con sus ministros. No habla con Guindos, el hombre que a priori debe enfrentarse a los mercados; ni con Soria, encargado de lidiar con el morlaco de las energéticas; ni con Gallardón, vigía de esa Justicia que tan fieramente atemoriza últimamente al PP; ni con Báñez… Es como si no estuvieran. Son ministros sin Gobierno.

“En el Ejecutivo nadie habla con Rajoy”, comentan en el partido. “Y si yo fuera Rajoy y tuviera el problema de Bárcenas encima, hablaría a todas horas con el ministro de Justicia. Gran parte de la inacción del Gobierno se debe al extesorero. El presidente está congelado.Bárcenas le impide reaccionar”. Según estas palabras, la actividad del Ejecutivo -que debería centrarse en combatir el desempleo y buscar alternativas de crecimiento- estaría altamente condicionada por la supuesta contabilidad B del PP. “Nadie quiere dar la cara. No quieren exponerse porque no saben qué responder si les preguntan. Ignoran qué se esconde tras los papeles”.

Rajoy evita todo contacto con la prensa. No sólo por su convicción de que el mejor medio de comunicación es aquél que no existe, sino fundamentalmente porque le costaría explicar unas reformas que no son tales y un programa electoral que ha ido incumpliendo sistemáticamente desde el primer día de mandato. Paulatinamente, MR se va mimetizando en ZP. Lo dice Muñoz Molina en Todo lo que era sólido: “Creemos que ocupan posiciones tan levantadas de poder porque son muy inteligentes. En realidad nos parecen muy inteligentes tan sólo porque tienen un poder inmenso”.

“¿Qué tal con la escopeta?”. “Nada”, se confiesa Joaquim Gay de Montellà, presidente de Fomento del Trabajo. “Encaré un corzo al que había echado el ojo el día anterior, pero dudé y se me escapó. En la caza tienes que ser rápido y no vacilar. Si no, te pasa lo que a Rajoy, que dudó y ahora el país se va al carajo”. El patrono de los empresarios catalanes se vale del símil cinegético para comparar su desmaña a la hora de cobrarse una pieza con la política económica del Ejecutivo. Desde la luctuosa rueda de prensa del Consejo de Ministros del 26 de abril, se multiplican las voces que dicen que así no, que el plan de Rajoy no funciona, que hay que cambiarlo.