Es noticia
Rato & Castellanos: de aquellos barros...
  1. España
  2. Caza Mayor
Nacho Cardero

Caza Mayor

Por

Rato & Castellanos: de aquellos barros...

 Fernández Norniella era el topo. El consejero de Caja Madrid filtraba a Rato la información de la entidad cuando todavía estaba Miguel Blesa al frente de

placeholder

Fernández Norniella era el topo. El consejero de Caja Madrid filtraba a Rato la información de la entidad cuando todavía estaba Miguel Blesa al frente de la misma. Datos, research, rumores... Le proveía de todo lo necesario para que pudiera pronunciarse al respecto. Rodrigo Rato también se apoyaba en su socio y amigo Jaime Castellanos, presidente de Lazard, al que recurría para pedir consejo. Los mencionados echaban números y hojeaban informes de forma distraída, incapaces de prever que aquellas decisiones que dirimían en confianza luego resultarían fatales para el devenir del sistema financiero.

-¿Dónde me estoy metiendo? –los interrogaba.

-No te preocupes, Rodrigo. Los datos son buenos –le respondían-. Al menos hoy, la caja se encuentra en un estado óptimo. Cuenta con liquidez y un balance sano. Tal vez la tasa de mora sea un tanto alta, pero no más que la del resto de cajas.

Era mediados de 2009 y Rajoy había ofrecido la presidencia de Caja Madrid a Rato para evitar que Esperanza Aguirre e Ignacio González, entonces presidenta y vicepresidente de la Comunidad de Madrid, se hicieran con el control de la entidad, lo que les hubiera reportado una fundación para repartir dádivas y captar adeptos, así como el músculo financiero necesario para volver a cuestionar, acaso disputar, el liderazgo del partido. Y Rato, que carecía de formación bancaria y le costaba leer el balance de una entidad tanto como a Miss Universo enumerar sin trabarse las islas de la Polinesia, aceptó el cargo.

Una vez coronado, el nuevo emperador de Caja Madrid mostró desde el primer momento ínfulas de Alejandro Magno. Ya en el segundo Comité de Dirección coló el tema de las fusiones. Su antecesor, Miguel Blesa, lo había intentado con La Caixa, pero los exabruptos que arreciaron (“no puedes entregarla a los catalanes”) le llevaron a abortar la operación, teniendo que focalizar su estrategia en la alianza con Mapfre y la salida al exterior con la controvertida compra del City National Bank de Florida. Rato, en cambio, quiso despejar cualquier tipo de duda desde el mismo instante en que tomó el ascensor hasta lo más alto de las Torres Kio: había que fusionarse y había que fusionarse ya.

Quería seguir ejerciendo la política con el púlpito que le proporcionaba su nueva casa, quería ganar tamaño con una entidad sistémica a la que fuera temerario dejar caer, quería tener el mayor balance de España costara lo que costara, quería convertir Caja Madrid en el segundo banco de España y así poder sentarse entre Botín y FG, los mismos que luego le asesinaron a sangre fría aquel viernes de aquelarres. El exdirector del FMI lo quería todo.

Se fusionó con Bancaja, Caja de Canarias, Caixa Laietana, Caja Rioja, Caja Ávila y Caja Segovia, dando forma a ese Frankenstein financiero llamado Bankia. Rato pensaba entonces que la mejor defensa pasaba por engordar la entidad a golpe de fusiones, de tal forma que, si surgía algún problema, “ya lo resolverán mis chicos, De Guindos, Montoro y compañía”. Luego pudo comprobar que se equivocaba, que el fielato no lo era tanto. Efectivamente, ‘sus chicos’ arreglaron lo de Bankia, pero prescindieron de él para hacerlo.

A los pocos meses de llegar, Rato supo que estaba quebrado. Dedujo, sin embargo, que el salvavidas del FROB sería suficiente para mantenerse a flote. Volvió a equivocarse. Bankia engulló los 4.500 millones que le proporcionó con la misma celeridad que una trituradora hace virutas de papel. Necesitaba más dinero, así que volvió a tirar de su socio Castellanos. Fue con él con quien pergeñó la salida a bolsa de Bankia, una operación que ha supuesto un quebranto para el contribuyente y que algunos califican sin miramientos de estafa, cosa que dilucidará el juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu, quien instruye la causa.  

Andreu investiga la fusión y salida a bolsa de Bankia. Ha imputado a 38 personas, entre las que se encuentran 32 miembros del antiguo Consejo de Administración de la entidad financiera que presidía Rodrigo Rato. El magistrado trata de averiguar si aquella unión de cajas fue asunto de política, si se escondieron datos, si se engañó a la gente. “Me voy de Caja Madrid un año y medio después de fusionarnos con Bancaja y todavía no sé los números reales de la entidad valenciana”, rezongaba Matías Amat, exdirector financiero, pocos días antes de jubilarse.

La Junta de la infamia

La Junta de Bankia del pasado 25 de junio acredita el número de víctimas que la megalomanía del emperador Rato ha dejado en el campo de batalla. Bajo la atenta mirada de un ojiplático José Ignacio Goirigolzarri, los accionistas minoritarios de la entidad se dedicaron a boicotear el acto al grito de “chorizos” y “mangantes”. Hay quien se quedó en pelota picada para escenificar el estado actual de sus ahorros. 

Los títulos de Bankia se han dejado un 95% de su valor en el último año; los preferentistas de la entidad, ahora también accionistas de la misma tras el canje, han perdido el 70% de su dinero. Pobres y apaleados. Lo del 25 de junio fue la Junta de la infamia.

Bankia cuenta con 300.000 preferentistas. Si en el caso de la OPV el responsable era Rato, en las preferentes ha de serlo Blesa, bajo cuyo mandato se comercializaron estos productos. Del sistema de arbitraje ideado por el Estado para compensar a los afectados se deduce que algo malo y grave se ha venido realizando este país.

El arbitraje establece siete criterios que se tendrán en cuenta para la devolución del dinero. Algunos resultan simplemente kafkianos, como aquel que se refiere al de las preferentes suscritas por menores de edad o personas civilmente incapacitadas. El mero hecho de poner por escrito este criterio y reconocer tácitamente que menores de edad han estado abriendo cuentas y operando con ella como si fueran brókeres de Wall Street ejemplifica la impunidad en la que se ha movido durante largo tiempo el sistema financiero español.

Otro punto que se tendrá en cuenta será la “falta de información (o información incorrecta) sobre las características y riesgos del producto antes de la contratación”, un criterio tan amplio y ambiguo que resulta imposible imaginar que alguno de los casos evaluados pueda escapar al mismo. Sin embargo, no a todos los preferentistas que acuden al arbitraje les acaban devolviendo el dinero. Es por ello por lo que hay quien prefiere abandonar esta vía e ir directamente a los tribunales, sabedores de que los jueces, y no los políticos, son quienes realmente se han erigido en defensores de sus derechos. Ellos son los ángeles vengadores

placeholder

Fernández Norniella era el topo. El consejero de Caja Madrid filtraba a Rato la información de la entidad cuando todavía estaba Miguel Blesa al frente de la misma. Datos, research, rumores... Le proveía de todo lo necesario para que pudiera pronunciarse al respecto. Rodrigo Rato también se apoyaba en su socio y amigo Jaime Castellanos, presidente de Lazard, al que recurría para pedir consejo. Los mencionados echaban números y hojeaban informes de forma distraída, incapaces de prever que aquellas decisiones que dirimían en confianza luego resultarían fatales para el devenir del sistema financiero.

Rodrigo Rato