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Del Rivero y el 'Club de los Bentley'
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Nacho Cardero

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Del Rivero y el 'Club de los Bentley'

Los papeles de Bárcenas vuelven a poner de actualidad al "pobre jubilado" Luis del Rivero, el amigo de Aznar primero y de Zapatero después.

Foto: El expresidente de Sacyr tras declarar ante el juez Ruz
El expresidente de Sacyr tras declarar ante el juez Ruz

El “pobre jubilado” Luis del Rivero irrumpió en Guadarrama con su coche deportivo, un Bentley descapotable de esos que deslumbran ya en la lejanía y con unas llantas tan gruesas que no caben en las pupilas. El domingo 7 de julio, en la conocida localidad de la sierra madrileña, territorio FAES, tenía lugar el acto de reconciliación entre el expresidente Aznar y su ungido sucesor Rajoy, dos ‘amigos’ que no se telefonean ni para felicitarse la Navidad. Y como en todo evento salpimentado por un primer ministro, exprimer ministro o incluso ministro a secas, ahí estaba Del Rivero. Es como el azucarillo en los desayunos del Villamagna. Cuando uno acude a un acto de gente poderosa en un cinco estrellas, sabe que le pondrán café, leche y a Del Rivero.

La Guardia Civil de Guadarrama que cuidaba de la seguridad de los miembros del Gobierno lo miraba con aire circunspecto: ¿Y este tío…? El refulgente descapotable del expresidente de Sacyr destacaba entre los Ibiza de serie y los grises blindados del Ejecutivo. ¿Pero este señor no era el que aparecía en los papeles de Bárcenas…?, se preguntaban los asistentes. Sí, el mismo. Al parecer pagaba al partido a cambio de determinados concursos públicos, se respondían entre ellos. ¿Y cómo se atreve a venir a un acto del presidente del Gobierno en un cochazo de esas dimensiones a los pocos días de haber aparecido dichas informaciones…? Haciendo caso omiso a las miradas recriminatorias, Del Rivero se acomodó detrás de los periodistas y permaneció callado. Ni él hablaba con nadie ni nadie le hablaba a él.

Luis del Rivero (Murcia, 1950) pertenece al Club de los Bentleys descapotables. No es el único empresario. También El Pocero se exhibe con un vehículo de idénticas características. Y hay más. Se trata de una moda que se ha extendido entre muchos constructores, algunos del Ibex 35, que tienen una peculiar forma de entender los negocios y que no sólo no distinguen entre el dinero y la política sino que los confunden como daltónicos; una estirpe prolífica que debe y paga favores, que pone su rúbrica en recibís de tosca caligrafía como si fueran letras del Tesoro con no se sabe qué intenciones; una estirpe de millonarios que luego dejaron de serlo y quebraron, pero que aun así mantuvieron el yate y cambiaron su coche por otro de mayor cilindrada. Si una conclusión puede extraerse de los papeles aportados por el extesorero Luis Bárcenas es que el andamiaje con el que se ha levantado buena parte del empresariado español está fabricado en barro y puede caer en cualquier momento.*

Su rasgo distintivo es la indolencia. Hace tres semanas, cuando publicamos el encuentro del expresidente de Sacyr con Alejandro Agag, el yerno de Aznar, en un restaurante madrileño, Del Rivero llamó a este diario para agradecer en tono irónico “el interés de tu medio por saber dónde y con quién comen los pobres jubilados como yo”. El pasado lunes, Bárcenas entregó al juez Ruz una carpeta con el título “L del R” y recibís y cheques que acreditarían, según el extesorero, que el de Sacyr entregó 200.000 euros al PP de Toledo para hacerse con el contrato de recogidas de basura de la capital manchega. En su comparecencia ante el juez, el constructor negó haber realizado ningún tipo de donación y tachó de falsos los papeles. Él sólo pasaba por ahí.

“Es tan listo que fue capaz de engañarme a mí… que también soy muy listo”, dice un exsocio del constructor Del Rivero

Los que le han tratado de cerca, sin embargo, desbrozan de inocencia sus declaraciones y destacan su faceta más maquiavélica, la de la serpiente Kaa de El libro de la selva. Un antiguo socio suyo decía “que es tan listo que fue capaz de engañarme a mí… que también soy muy listo”. Primero se encamó con Aznar, luego con Zapatero y Miguel Sebastián, trato de apoderarse del BBVA para ponerlo al servicio de su constructora Sacyr y más tarde irrumpió en Repsol como elefante en cacharrería.

Su periplo en la petrolera, acaso su Ilíada particular, fue el principio del fin. Como no pudo drenar el dividendo de Repsol para sus propios intereses ni echar a Brufau de la presidencia con la ayuda de Pemex, se vio forzado en última instancia a buscar un socio que lo sustituyera en el capital. Paseó por Madrid a inversores de todo pelaje. A algunos, como reconocían sus propios socios, difícilmente se les podía poner la etiqueta de inversores. Por aquí pasaron los rusos de Lukoil y los indios de Essar. No cuajó ninguno. A los primeros porque los vetaron los servicios de inteligencia, a los segundos por su dudosa reputación. Hasta tal punto era dudosa que fueron condenados a penas de cárcel en 2012 por una estafa en licencias de telecomunicaciones.

“La mejor decisión que he tomado para los accionistas como presidente del BBVA fue la de no dejar entrar a Del Rivero en el capital del banco”, se explayó Francisco González en su última reunión de directivos. ¿Qué sería hoy del BBVA si el empresario murciano se hubiera hecho con el control? ¿Y de Repsol? El “pobre jubilado” Del Rivero no se cree protagonista ni responsable de nada, pero lo cierto es que representa el máximo paradigma de un país arcaico y un tanto amoral, de ese extraño maridaje entre la empresa y la política, el negocio y la corrupción, que estos días destapan los medios con sus papeles... Sean o no los de Bárcenas.

 

*Valga el ejemplo de Francisco Moreno de Alborán, tercer marqués de Alborán y presidente de la consultora McKinsey de 1983 a 1999. El que fuera cerebro y guía de los grandes del Ibex durante década y media fue condenado recientemente por el Supremo a una multa de 600.000 euros por usar información privilegiada. Es que ya no se salva ni McKinsey.

El “pobre jubilado” Luis del Rivero irrumpió en Guadarrama con su coche deportivo, un Bentley descapotable de esos que deslumbran ya en la lejanía y con unas llantas tan gruesas que no caben en las pupilas. El domingo 7 de julio, en la conocida localidad de la sierra madrileña, territorio FAES, tenía lugar el acto de reconciliación entre el expresidente Aznar y su ungido sucesor Rajoy, dos ‘amigos’ que no se telefonean ni para felicitarse la Navidad. Y como en todo evento salpimentado por un primer ministro, exprimer ministro o incluso ministro a secas, ahí estaba Del Rivero. Es como el azucarillo en los desayunos del Villamagna. Cuando uno acude a un acto de gente poderosa en un cinco estrellas, sabe que le pondrán café, leche y a Del Rivero.

Luis Bárcenas Repsol Francisco González