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Por favor, no disparen al 'hereu'
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Nacho Cardero

Caza Mayor

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Por favor, no disparen al 'hereu'

“Lo que me pide el cuerpo es retirarme. Llevo décadas en la compañía y lo que quiero ahora es disfrutar de mis nietos, tener más tiempo"

Foto: Reunión del Rey con el Consejo Empresarial de la Competitividad
Reunión del Rey con el Consejo Empresarial de la Competitividad

“Lo que me pide el cuerpo es retirarme. Llevo décadas en la compañía y lo que quiero ahora es disfrutar de mis nietos, tener más tiempo libre… ¿Quepor qué no lo hago? Sería irresponsable irme con el trabajo a medio hacer y dejar los problemas a otro. Debe estar todo atado y bien atado. Planificar bien la sucesión”. Aunque quien así se expresa ocupa presidencia de un importante grupo financiero, su discurso tampoco desentonaría en boca del jefe del Estado o de nuestros líderes políticos, asidos al poder generación tras generación como moluscos a sus conchas. Todos proclaman su deseo de dar carpetazo y pasarle el testigo al heredero, pero todos se resisten a hacerlo; dicen que el país se ha gestionado a leches, como un petaco de bar, pero se eximen de cualquier responsabilidad, que sufrimos una profunda crisis de valores, pero que ellos predican la castidad; aseguran que no tienen apego al cargo, que de hecho el presidente, con tan ‘sólo’ setenta y cinco años, ya ha elegido sucesor, pero luego colocan a uno sospechosamente parecido, un ‘chaval’ de setenta que es un clon de su predecesor, y así, poco a poco, la gerontocracia se va autoconvenciendo de que es más necesaria que nunca.

La caza del hereu se ha convertido en deporte nacional, al mismo nivel que el clásico Madrid-Barça. Recuerda a los descastes de conejos que se producen durante el estío. En cuanto algún joven brillante y con iniciativa asoma por entre los arbustos, se encuentra con una ristra de escopetas apuntando a su cabeza. No hay otra: a los sucesores les toca esperar. Algunos, como en el caso del Príncipe Felipe, luciendo más canas de las que jamás haya tenido el padre. El Rey, con unas facultades físicas capitidisminuidas, quiere seguir reinando igual que Mariano Rajoy, el ‘presidente perfecto’, con coche oficial desde 1983, y Alfredo Pérez Rubalcaba, que no se retira porque no sabe, siguen sin ver más nombre para liderar sus respectivas formaciones que el suyo propio, obviando las críticas, los escándalos y su periclitada forma de entender la política, muy alejada de las demandas de regeneración democrática de la sociedad actual.

Unos argumentos extensibles al mundo de la empresa, donde los gerifaltes de la cosa financiera, caso de Isidro Fainé, 71 años, La Caixa; Amado Franco, 67, Ibercaja, y Braulio Medel, 66, Unicaja, maniobrana tres bandas paratorear a la troika y continuar en el machito. En el caso de Medel, una nueva ley le permitirá jubilarse y continuar en activo como máximo responsable hasta los 70 años. Mientras, disfrutará de una póliza de jubilación de un millón de euros al año, ejemplo palmario de que la cuadratura del círculo existe.

Decía Ortega y Gasset en 1929, en una lección de filosofía de la que Wert debería haber tomado nota para la LOMCE, que “los cambios históricos suponen el nacimiento de un tipo de hombre distinto en más o en menos del que había; es decir, supone el cambio de generaciones. (…) Para que algo importante cambie en el mundo es preciso que cambie el tipo de hombre y -así se entiende- el de mujer; es preciso que aparezcan muchedumbres de criaturas con una sensibilidad vital distinta de la antigua y homogénea entre sí”. El ilustre pensador cargaba contra aquellos que se consideraban imprescindibles, “personajes a quienes oímos decir constantemente que se creen en el deber de esto o de lo otro. Yo me he creído muy pocas veces en deberes durante mi vida. La he vivido y la vivo casi entera empujado por ilusiones, no por deberes”. Y concluía aseverando que, a veces, “la distancia es enorme: la nueva generación no encuentra apenas comunidad con la precedente. Entonces se habla de crisis histórica. Nuestro tiempo es de esta clase y lo es en lo superlativo”.

Presentación de movimiento ciudadanoExiste todavía un peligro mayor que la crisis de valores por la queatraviesa el país, y ese no es otro que salir de la misma parcheándola y sin cambiar el ADN. El riesgo está ahí, en tanto en cuanto España parece haberse transmutado en la Arcadia feliz. En un proceso de sugestión digno de ser estudiado en la facultad de Ciencias de la Información, hemos pasado de convivir con los hombres de negro y las brasas del infierno a convertirnos en un oasis para el inversor. Nos llueven rockefellers del cielo. Hasta el soufflé independentista da la impresión de ir perdiendo volumen conforme nos acercamos al 2014.

Y no es así. Simplemente se ha dado hilo a la cometa, patada a seguir hasta que se caiga el próximo andamiaje institucional. De ahí que sean destacables, a la par que saludables, los movimientos que han germinado en el último año en torno a la sociedad civil y que tratan de mantener viva la llama de la regeneración democrática en un ambiente que les es abiertamente hostil. Empezando por el de Albert Rivera, un tipo joven, fresco, que conecta con Juan Español, que se sitúa en el espectro ideológico de la izquierda pero que empatiza con la derecha, un tipo, en definitiva, al que la gerontocracia querría ver empalado en todo lo alto y al que deben de estar echando el mal de ojo desde Génova y Ferraz para evitar que se presente a las generales. Con la proclama “España será lo que los españoles quieran que sea”, su Movimiento Ciudadano lleva sumadas ya más de 30.000 firmas.

Rosa Díez, que comparte en lo sustancial el ideario de Rivera, pero con el que no simpatiza, representa igualmente ese sentir irreverente y crítico con los poderes establecidos que emana de la sociedad civil. El hecho de que Elena Alfaro, madre, arquitecta, cansada de gastarse el cada vez más menguante parné en los libros de texto de sus dos hijas, lleve más de un año promoviendo una iniciativa para abaratarlos, que UPyD recoja su propuesta y la pelee con el PP y consiga incluirla como disposición adicional en la LOMCE, que estas demandas que surgen a pie de calle alcancen el Parlamento y se articulen y salgan adelante, y se consume así el objetivo de esta mujer inconformista, supone un éxito para la sociedad y marca el camino.

Unión Progreso y Democracia celebró este fin de semana su segundo Congreso nacional. Díez fue reelegida y bosquejó las bases de su programa para convertirse en una fuerza determinante para la gobernación de España tras las próximas elecciones generales, a la luz de la crisis institucional que sufre el país y en representación de todas las Elenas Alfaros que, hasta ahora silentes, empiezan a dejarse a ver. En su discurso, conminó a UPyD a que esté preparada para gobernar.

No sólo están UPyD y Ciudadanos. Hay otros movimientos. La tendencia es perceptible. Está cuajando. Ahí está el foro +Democracia de Jordi Sevilla y Josep Piqué, que reclama “más y mejor democracia” en las formaciones políticas, o el Manifiesto de los 100 por la reforma de los partidos promovido por Luis Garicano, César Molinas, Carles Casajuana y Elisa de la Nuez, o blogs como ¿Hay Derecho?, que edita esta última y en el que participa gente de la talla de Fernando Gomá y Rodrigo Tena, o el Foro de la Sociedad Civil de Ignacio Camuñas, y así otras tantas plataformas.

Paulatinamente, la calle se va moviendo. Llámenlo ingenuidad, remarquen la falta de realismo de algunas de sus propuestas, pongan en cuarentena, si quieren, las cualidades de muchos de estos individuos para gobernar, pero ahí están, unas veces abriéndose camino y otras, las más, dándose de bruces con nuestra inmarcesible gerontocracia.

“Lo que me pide el cuerpo es retirarme. Llevo décadas en la compañía y lo que quiero ahora es disfrutar de mis nietos, tener más tiempo libre… ¿Quepor qué no lo hago? Sería irresponsable irme con el trabajo a medio hacer y dejar los problemas a otro. Debe estar todo atado y bien atado. Planificar bien la sucesión”. Aunque quien así se expresa ocupa presidencia de un importante grupo financiero, su discurso tampoco desentonaría en boca del jefe del Estado o de nuestros líderes políticos, asidos al poder generación tras generación como moluscos a sus conchas. Todos proclaman su deseo de dar carpetazo y pasarle el testigo al heredero, pero todos se resisten a hacerlo; dicen que el país se ha gestionado a leches, como un petaco de bar, pero se eximen de cualquier responsabilidad, que sufrimos una profunda crisis de valores, pero que ellos predican la castidad; aseguran que no tienen apego al cargo, que de hecho el presidente, con tan ‘sólo’ setenta y cinco años, ya ha elegido sucesor, pero luego colocan a uno sospechosamente parecido, un ‘chaval’ de setenta que es un clon de su predecesor, y así, poco a poco, la gerontocracia se va autoconvenciendo de que es más necesaria que nunca.

Rosa Díez Ciudadanos UPyD