Es noticia
La mujer más poderosa de España
  1. España
  2. Caza Mayor
Nacho Cardero

Caza Mayor

Por

La mujer más poderosa de España

Han transcurrido más de quince años desde que, un 21 de febrero de 1999, Ana Patricia Botín (Santander, 1960) apareciera en primera página de El País

Foto: Fotografía de archivo de Ana Patricia Botín. (Reuters)
Fotografía de archivo de Ana Patricia Botín. (Reuters)

Han transcurrido más de quince años desde que, un 21 de febrero de 1999, Ana Patricia Botín (Santander, 1960) apareciera en primera página de El País Semanal como “la mujer más poderosa de España”. Fue en una entrevista en la que se postulaba sin complejos a suceder a su padre al frente del Banco Santander, declaraciones que llenaron de ira a un siempre mesurado Ángel Corcóstegui, entonces consejero delegado y vicepresidente primero del BSCH, y que obligaron a Emilio Botín a desterrar a su hija a los infiernos. La apartó durante una larga temporada para luego rescatarla en Banesto y, ya en 2010, nombrarla presidenta de Santander UK. Debido al luctuoso hecho, hoy se hace con la corona que le negaron entonces.

Desde que comenzó este 2014, la mayor de la saga había exhibido renovados bríos sucesorios. Así se colige, al menos, de la misiva que envió este verano a la cúpula de la filial británica del Santander, donde hacía una detallada exposición de los logros conseguidos en sus cuatro años de presidencia. Ana se postulaba. En el seno del banco lo interpretaron como una hoja de intenciones, como una carta de recomendación rubricada por la interfecta en sus legítimas aspiraciones de alcanzar el trono familiar. Se llegó a especular con la posibilidad de que la Junta Extraordinaria de este 15 de septiembre, convocada para aprobar la ampliación de capital y adquirir la filial brasileña, también incluyera el relevo en la presidencia de la entidad. Emilio tuvo que salir al paso para disipar los rumores. Todavía no había llegado el momento.

El fallecimiento del padre, sin embargo, lo precipitaba todo. A las ocho y cuarenta cinco de la mañana de ayer miércoles, el Santander enviaba a la CNMV un comunicado parco en palabras, casi indolente, en el que informaba de la muerte de Emilio Botín y de la reunión de la comisión de nombramientos y retribuciones para designar al sucesor. Dicha comisión estaba compuesta por Fernando de Asúa, Guillermo de la Dehesa, Isabel Tocino y Rodrigo Echenique. El proceso estaba tabulado. En ningún momento hubo duda de quién iba a ser la nominada. Todos los miembros eran de la confianza de Ana Patricia, especialmente el último de ellos, Echenique, albacea de los Botín y nuevo hombre fuerte de la entidad. El consejero delegado, Javier Marín, también se encuentra en su círculo de próximos.

Dicha unanimidad, en cambio, no se daba entre el resto de vacas sagradas del banco, que no han tardado en sentirse desplazados en esta nueva hégira. Es el caso de Matías Rodríguez Inciarte –cuyo nombre se llegó a manejar como una solución transitoria en la presidencia– y de su hermano Juan, afectados por la muerte y, al mismo tiempo, sensiblemente molestos por cómo se había ejecutado la sucesión. Ignacio Benjumea, con lágrimas en los ojos, mostraba también su incomodidad por lo acaecido. Aducían que la solución ‘Ana Patricia’ había que reposarla, debatirla de forma sosegada, que no contaba con la plena bendición del ministro de Economía, Luis de Guindos, y que a buen seguro sería censurada por los mercados de capitales.

Los fondos de inversión presentes en la entidad discrepan en cómo los Botín llevan el banco, esto es, no como una multinacional presente en más de 40 países sino como una empresa familiar o, peor aún, como una monarquía absoluta donde los cargos más importantes se heredan por cuestión de sangre. Dichos movimientos no son del agrado de los proxy advisors, esto es, de los inversores activistas que agrupan a varios accionistas para atajar las malas prácticas de los consejos de administraciones, tales que remuneraciones desbocadas o consejos poco independientes. Como informa hoy El Confidencial, el nombramiento de Ana Patricia no contaría con el apoyo de las gestoras de fondos, de planes de pensiones y aseguradoras –propietarios del 57% del capital del grupo–, “que han reprobado su presencia en el consejo de la entidad las tres últimas veces que fue propuesta para su reelección en las juntas de accionistas”.

La soledad del poderoso

Ayer las banderas de la Ciudad Financiera se izaban a media asta. “El fallecimiento de Emilio nos ha dejado a todos conmocionados”, dice un consejero del Santander. “Es cierto que fumaba y se tomaba algún whisky, pero estaba como un toro. Hacía mucho ejercicio físico y tenía sus chequeos periódicos en la Quirón. Tal vez su problema fue no asumir su edad y creerse que todavía era demasiado joven”. Parecía indestructible. Cuando se hablaba de Botín no era para operaciones quirúrgicas, sino para operaciones corporativas o incluso de interés para el Estado, como la fusión Vocento-Unedisa, que él mismo apadrinaba para recuperar el favor de un Rajoy que desde que llegó a la Moncloa le había dado la espalda.

Vídeo: Ana Patricia Botín toma las riendas del Santander

Botín, el hombre más poderoso del país y uno de los más poderosos del mundo; el hombre que copa hoy las portadas de los rotativos patrios e internacionales; el hombre que cogió el séptimo banco de España por tamaño y lo metió en el top-ten mundial; el hombre que ha levantado una de las mayores instituciones financieras por capitalización bursátil, que ha creado una marca de referencia, que rompió moldes, que marcó el camino a sus competidores, ese hombre, digo, era un hombre que estaba solo. Su hermano Jaime dimitió de sus cargos en el banco, su hijo Emilio Jr. también puso pies en polvorosa, y a su mujer, Paloma O’Shea, prácticamente no la veía entre tanto tráfago de viajes y reuniones de alto nivel.

Emilio Botín vivía por y para el banco: cuando no estaba en el avión, se le podía encontrar en la Ciudad Financiera. En ocasiones dormía allí, en un apartamento acondicionado encima del club de golf del Santander. Con el paso del tiempo, su vivienda de Somosaguas se había convertido en algo coyuntural, casi accesorio.

La obsesión de Emilio Botín Sanz de Sautuola y García de los Ríos era el Banco Santander, como también lo era para su padre, Emilio Botín-Sanz de Sautuola López. El anecdotario cuenta que, seis meses antes de que falleciera este último, en 1993, cuando sus allegados acudían a visitarle en su palacete de Santander conscientes del cercano desenlace, siempre quedaban extrañados del sobre cerrado que había encima el escritorio. Una de las visitas se atrevió finalmente a preguntar a José Luis, el asistente que atendía al enfermo, por el misterioso sobre. “¿Qué es eso?’”, le interrogó. “Eso es la salvación de don Emilio. Se lo quitamos por la noche y se lo volvemos a poner por el día”, respondía José Luis. “¿Y qué contiene?”. “500.000 pesetas. Se las enseño porque a veces cree que está arruinado y le entra el pánico”.

Han transcurrido más de quince años desde que, un 21 de febrero de 1999, Ana Patricia Botín (Santander, 1960) apareciera en primera página de El País Semanal como “la mujer más poderosa de España”. Fue en una entrevista en la que se postulaba sin complejos a suceder a su padre al frente del Banco Santander, declaraciones que llenaron de ira a un siempre mesurado Ángel Corcóstegui, entonces consejero delegado y vicepresidente primero del BSCH, y que obligaron a Emilio Botín a desterrar a su hija a los infiernos. La apartó durante una larga temporada para luego rescatarla en Banesto y, ya en 2010, nombrarla presidenta de Santander UK. Debido al luctuoso hecho, hoy se hace con la corona que le negaron entonces.

Ana Patricia Botín Emilio Botín