Es noticia
Gerard López (de Skype a Lotus): otra generación de empresarios, otra España
  1. España
  2. Caza Mayor
Nacho Cardero

Caza Mayor

Por

Gerard López (de Skype a Lotus): otra generación de empresarios, otra España

El empresario Gerard López estuvo el pasado sábado en el palco del Ángel Carro, a la ribera del río Miño, presenciando el Lugo-Girona. De no haber

Foto: Mariano Rajoy con Gerard López (Lotus) en la Moncloa.
Mariano Rajoy con Gerard López (Lotus) en la Moncloa.

El empresario Gerard López estuvo el pasado sábado en el palco del Ángel Carro, a la ribera del río Miño, presenciando el Lugo-Girona. De no haber sido porque los medios le han sacado en los papeles como nuevo accionista del equipo lucense, con un 49% del capital e “intención de seguir incrementando la participación”, muy pocos hubieran reparado en su figura. Gerard López es un tipo que pasa inadvertido. Luce trazas de gallego campechano, viste con zamarra y jersey con coderas que no serían difíciles de encontrar en las rebajas y no es muy dado a ir por la calle dando lecciones de ética. Al menos, no públicamente. En definitiva, difiere en mucho de los modos elitistas del Consejo Empresarial de la Competitividad.

Si se hace una encuesta, apenas a nadie le sonará su nombre a pesar de ser el propietario de la escudería Lotus de Fórmula 1 y haber dado un pelotazo con Skype, de la que era accionista prácticamente desde los inicios de la compañía, tras vendérsela a eBay. Da la impresión de que su vida discurre rápida, muy rápida, casi tanto como los coches de alta cilindrada que le gusta conducir en sus ratos libres, y que igual que hoy está arriba, mañana podría no estarlo, lo cual no sería sino un reto más para este workaholic, fines de semana incluidos, al que le gustan el riesgo y la toma de decisiones ágiles, situándose en las antípodas de esa otra tipología de empresario que sólo despunta en esta España cainita porque desarrolla su actividad en mercados regulados y conoce de las partidas de Mus al señor que imprime el BOE.

De tener que hacer una analogía, Gerard López (43) estaría más cerca de Zuckerberg que de Alierta. Forma parte de esa nueva generación que, ya sea bien cauces naturales, ya sea bien a machamartillo, está tomando el testigo en el proceloso mundo del dinero. Nació en Luxemburgo casi por accidente, aunque su infancia la pasó en Riotorto, Lugo, localidad que frecuenta cuando se lo permite el trasiego de inversiones y bólidos de Fórmula 1. Tiene la sede en el Gran Ducado, aunque cada vez se deja caer más por aquí.

En una entrevista realizada por El Confidencial hace un par de años, cuando apenas nadie lograba arrancarle una palabra al de Lotus, confesó sentirse “extremadamente conectado a mi país” y “más españolista que la mayoría de españoles”, sacudiéndose de encima ese complejo sádico a Santa Inquisición que arrastramos de antiguo. Desde hace ya un tiempo, asegura estar analizando posibles operaciones corporativas en España. Lo hace a través de su brazo inversor, Genii Capital. Asegura que, antes que auditar el activo objeto de compra, prefiere ‘auditar’ la sociedad del país donde invierte y que la nuestra le gusta porque es “optimista y no se encierra en sí misma”, a años luz del “me duele España de Unamuno”, y tiene “creatividad y una nueva generación de jóvenes que al menos habla idiomas”.

Es otra forma de entender el país. Nada que ver con ese ‘vaso medio vacío’ que le echó en cara a Rajoy en su reunión en Moncloa el pasado mes de mayo, con motivo de la entrega al presidente del Gobierno de dos cascos de la escudería de F-1 conmemorativos de los 400 años de la muerte del Greco. En una conversación distendida, Gerard López le censuró su política de comunicación externa, esto es, que el Ejecutivo no hubiera sabido transmitir el potencial de España más allá de nuestras fronteras y hubiera permitido deshonrosas comparaciones con Grecia y Portugal, “con quienes no tenemos nada que ver. Estamos incluso mejor que Francia, pero no da esa impresión”. ¿La cuestión soberanista catalana? ¿La irrupción de Podemos? “Sí, bueno, ¿y qué? No hay de qué asustarse. Después de una crisis tan complicada como la que hemos atravesado, es lógico que se den estas situaciones. Aquí y en el resto de Europa”.

El hecho de estar continuamente viajando y haber hecho de la sala vip de los aeropuertos el salón de su casa le permite analizar España con amplitud de miras. Lleva la casa a cuestas. Cuando se sienta en la mesa, saca los teléfonos móviles, cascos, blocs de notas y pasaporte como el que se saca las llaves del coche porque le pesan en el bolsillo.

Uno de sus smartphones muestra diseño ruso y no se distribuye en España. Cuenta con dos caras: el anverso sirve para realizar llamadas; el reverso, de tinta digital, permite estar dos horas respondiendo correos electrónicos con sólo un uno por ciento de batería. Gerard López no oculta su carácter abiertamente rusófilo. Tal vez porque su conglomerado empresarial se asemeja a una gran matrioska. Tiene socios rusos, invierte en aquel país, critica la política exterior de la Unión Europea con respecto a Ucrania y admira a Putin, en el sentido de que le gustaría que la UE tuviera un líder fuerte como el exespía de la KGB. Los empresarios heterodoxos como Gerard López tienen esas cosas y exudan también extrañas afinidades.

Además de Rusia, Genii Capital está fuertemente posicionada en Oriente Próximo, Malasia, Brasil y Luxemburgo, así como en determinadas regiones de África. Se define como “una organización de gestión de inversiones y asesoría estratégica”. A través de su filial Mangrove Partners, se hicieron con la participación en Skype. Su mano derecha y consejero delegado es Eric Lux, al mismo tiempo responsable de Ikogest, la filial inmobiliaria del grupo. Su actividad está focalizada en los sectores de finanzas, automoción, energía, real-estate, tecnología y clean-tech. Como trampolín para sus negocios se vale de Lotus y del Gran Circo de la Fórmula 1, un espectáculo que, según estadísticas oficiosas, generó una cifra de negocio de 2.700 millones de euros en 2011. El retorno medio o ROI para los socios de la escudería Lotus ese ejercicio, en términos de ‘valor medio de los coches’, fue de un 337%.

Gerard López suele almorzar una vez al mes con Bernie Ecclestone, capo de la Fórmula 1, con el que mantiene una relación tormentosa. De amor porque no puede dejar de admirar que un vendedor de coches de ocasión haya podido llegar tan lejos siguiendo a pies juntillas las máximas de El Príncipe de Maquiavelo; y de odio porque, ya con 84 años, considera que ha llegado el momento de que deje paso a nueva sangre y nuevas caras que rejuvenezcan el agostado negocio de la F1, lo cual, extrapolado, no difiere mucho de lo que sucede aquí.

El empresario Gerard López estuvo el pasado sábado en el palco del Ángel Carro, a la ribera del río Miño, presenciando el Lugo-Girona. De no haber sido porque los medios le han sacado en los papeles como nuevo accionista del equipo lucense, con un 49% del capital e “intención de seguir incrementando la participación”, muy pocos hubieran reparado en su figura. Gerard López es un tipo que pasa inadvertido. Luce trazas de gallego campechano, viste con zamarra y jersey con coderas que no serían difíciles de encontrar en las rebajas y no es muy dado a ir por la calle dando lecciones de ética. Al menos, no públicamente. En definitiva, difiere en mucho de los modos elitistas del Consejo Empresarial de la Competitividad.

Gerard López Fórmula 1