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Dar cera (Casado), pulir cera (Arriola): choque de culturas en el nuevo PP
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Nacho Cardero

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Dar cera (Casado), pulir cera (Arriola): choque de culturas en el nuevo PP

Mariano Rajoy ha inyectado en el PP savia fresca, joven, para tratar de solventar el déficit de comunicación que arrastra el partido desde el inicio de legislatura

Foto: (Enrique Villarino)
(Enrique Villarino)

Bajada de impuestos inmediata, refuerzo de la agenda social, guiño a las familias numerosas y quilo y tres cuartos de demagogia. Basta ya de acochinarse en tablas. En el Gobierno han llegado a la conclusión de que, luego de tres años y medio haciendo el canelo por culpa de ese inmarcesible complejo católico y apostólico que persigue al centro derecha español, es el momento de poner salsa rosa a la hasta ahora insípida política de comunicación. Si hay que salir en la televisión con una camisa a cuadros con remiendos y sacar a los niños en la Ser, como el alcalde de La Coruña, pues se hace, que en la nueva política, por lo que se ve, se impone el estilo vintage y un pelín desaseado.

El Confidencial desvela hoy la hoja exprés diseñada por el Ejecutivo para, en los cinco meses que faltan para las generales, recuperar la confianza de las clases medias y de ese votante que prefirió quedarse bajo las sábanas en las municipales. Necesitan titulares. Y titulares buenos. Porque a ver: ¿cuántos viernes han abierto los periódicos con una decisión del Consejo de Ministros? Hagan números, hagan, que les van a sobrar dedos de la mano.

Las únicas campañas de comunicación positivas son las que les han diseñado desde fuera. Hablamos de los tuits de Zapata, las tetas de Rita Maestre en la capilla de la Complutense o el discurso de Ciudadanos con el AVE. Los españoles no sabían de la cuantiosa inversión del Ejecutivo en la Alta Velocidad ni de sus proyectos a otras capitales de provincia hasta que Luis Garicano se puso a despotricar contra esta infraestructura.

En esto de los titulares y la demagogia, los populares son unos aprendices comparados con sus rivales. Si alguien piensa que el cheque-bebé de Zapatero fue producto de una estrategia muy elaborada, incluso sutil, salida del magín perverso de Ferraz, que se olvide. La propuesta, que consistía en una prestación económica no contributiva de 2.500 euros por cada hijo nacido o adoptado en territorio español, y que todos los españoles hemos pagado a precio de vellón, fue una medida totalmente improvisada. Al Ejecutivo socialista se le cayó a última hora un proyecto de ley en el Consejo de Ministros y no teníanada que contar en la rueda de prensa. Había que inventarse una noticia y a Miguel Sebastián se le ocurrió la broma del cheque-bebé. A Zapatero, un tanto frívolo para estas cosas, le fascinó la idea.

El PP tiene la misma picardía que unas bragas de abuela. Su perfil anodino y la falta de empatía explican los últimos movimientos producidos en el Partido Popular, con el nombramiento de cuatro nuevos vicesecretarios -Casado, Levi, Maroto, Maíllo-, savia fresca, joven, menos de cuarenta años de media, para solventar el déficit de comunicación que arrastra esta formación desde el inicio de legislatura. Ellos bajarán al barro de las televisiones para enfrentarse a las hordas de los tertulianos igual que Leónidas y su ejército espartano se enfrentaron al imperio persa en las Termópilas, sabedores de que no hay escudo en este país que aguante las miríadas de flechas que los partidos emergentes, auténticos reyes del marketing, lanzan inmisericorde desde los medios de comunicación y las redes sociales.

En La Moncloa están convencidos de que fue LaSexta quien ganó las últimas elecciones. Ni el morado de Pablo Iglesias, ni el rojo de Pedro Sánchez, el color vencedor de las autonómicas y municipales fue el verde. De ahí que el Gobierno se haya autoimpuesto la necesidad de robustecer su presencia en los medios, principalmente en la televisión. Lo hará con estos cachorros populares, sin duda más catódicos, mejores fajadores que esos otros compañeros de partido más quemados a los que sustituyen, y lo hará también a través del concurso que ha puesto en marcha para sacar a subasta seis nuevos canales de televisión digital terrestre (TDT), de los que tres serán en alta definición. La secretaria de Estado de Comunicación tiene ante sí un escenario pintiparado para vertebrar un nuevo mapa audiovisual español.

En La Moncloa están convencidos de que fue LaSexta quien ganó las últimas elecciones. Ni el morado de Iglesias, ni el rojo de Sánchez. Fue el verde

Frente a aquellos que censuran la remodelación en Génova por cosmética y blanda (“muchas especulaciones y muchas portadas en El País, pero al final la única víctima ha sido el pobre Floriano”), la llegada de estas nuevas caras, más jóvenes y menos cuarteadas que las de sus antecesores, debería suponer un cambio de discurso en la formación de la gaviota.

Pablo Casado y Pedro Arriola coincidieron a finales de abril en el hotel Hesperia de Madrid con motivo de la Jornada sobre Sondeos Electorales organizada por El Confidencial y Aneimo. El primero como ponente, el segundo de simple espectador. Aunque apenas separados por unos metros, los que van del atril a los asientos del público, lo cierto es que la distancia parecía que fuera mucho mayor. Y no nos referimos precisamente a la distancia física.

“¿Conoces a Pablo? ¿Quieres que te lo presente?”, preguntaron al sempiterno gurú de Rajoy. “No, no es necesario”, respondió Arriola economizando las palabras, creyendo tal vez que utilizar más de la cuenta sería darle importancia a algo que no latenía. El hecho cierto y llamativo es que, a pesar de ser dos personajes clave para el partido, jamás se habían dirigido la palabra el uno al otro. “¿Quieres que te presente a Arriola?”, sondearon después a Casado. “Me encantaría”. Hecha la envolvente, ambos mantuvieron una breve conversación en la que el primero, para marcar territorio, empezó destacando que “los mayores tenemos la misión de patrocinar y tutorizar a los jóvenes”.

Arriola se valió de un tono paternalista para el exordio que, de algún modo, recordaba a las lecciones de kárate del señor Miyagi. Pero Casado, muy receptivo en los mensajes, sabe que ya no queda lugar para las medias tintas, que la estrategia de Arriola rayana en la inacción de “dar cera, pulir cera” ha devenido en fracaso, que ha llevado a más de cinco mil compañeros a las oficinas del INEM, que más que defenderse, no queda otra que contraatacar.

Mariano Rajoy, al igual que su gurú, se ha guiado por la convicción de que la economía manda y que, cuando las cosas se hacen bien y se evita un rescate, el votante acaba reconociendo los méritos de sus gobernantes. Pero esto, que tal vez valga para la Universidad, donde si hilvanas un examen perfecto te ponen matrícula, no vale para la política. Aquí, en política, además de hacer las cosas bien, hay que bajar al barro. Y en España hay barro para aburrir.

Bajada de impuestos inmediata, refuerzo de la agenda social, guiño a las familias numerosas y quilo y tres cuartos de demagogia. Basta ya de acochinarse en tablas. En el Gobierno han llegado a la conclusión de que, luego de tres años y medio haciendo el canelo por culpa de ese inmarcesible complejo católico y apostólico que persigue al centro derecha español, es el momento de poner salsa rosa a la hasta ahora insípida política de comunicación. Si hay que salir en la televisión con una camisa a cuadros con remiendos y sacar a los niños en la Ser, como el alcalde de La Coruña, pues se hace, que en la nueva política, por lo que se ve, se impone el estilo vintage y un pelín desaseado.

Mariano Rajoy LaSexta Pablo Casado