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Germà Gordó, la operación Urkullu II y el cabreo sordo del Gobierno con Fainé
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Nacho Cardero

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Germà Gordó, la operación Urkullu II y el cabreo sordo del Gobierno con Fainé

Mientras Gordó se postula como nombre de consenso capaz de recuperar la confianza del nacionalista moderado y restablecer los puentes con Madrid, La Caixa se deja algunas plumas en la gatera del 27-S

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Germà Gordó es el hombre. Al menos, el hombre que la burguesía catalana está lanzando como el más indicado para achicar el agua en esa nave repleta de fugas en que se ha convertido Convergència tras las elecciones catalanas. Las prisas apremian y en la Ciudad Condal tienen la convicción de que, de demorar la elección en el tiempo, CDC devendrá barco fantasma y entonces, ya sin capacidad de reacción, todo perdido.

De ideología independentista, lenguaje independentista y ‘look and feel’ independentista, Gordó (Puebla de Segur, 1963) se postula como un nombre de consenso capaz de recuperar la confianza del nacionalista moderado y restablecer los puentes con Madrid. Al ‘conseller’ de la Generalitat le atribuyen muchas cualidades para ello. El hecho de haber gestionado la cosa de la Justicia en Cataluña, patria de los Pujol y Sumarroca, también ayuda.

Vehemente pero no mesiánico, es un firme convencido del diálogo como solución al problema catalán. Le avala esa bonhomía tan del ‘seny’ del Palau, que igual le permite departir cordialmente con el actual Rey de España que con el anterior, así como el hecho de ser consorte de Roser Bach, miembro del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) a propuesta del PSOE. Sí, lo han oído bien: a propuesta del PSOE.

Tras el fracaso del plan Ibarretxe, Urkullu se postuló como el repuesto ideal del exlehendakari como Germà Gordó podría serlo de Artur Mas

Artur Mas, ese señor de siete vidas que ya ha gastado seis y espera que la séptima se la concedan un par de diputados rivales que se despisten en la votación, ya no vale. Ha mutado en un juguete inservible hasta para los defensores del ‘procés’ después de haber dejado maltrecha España, rota Cataluña y reducida CDC a la mínima expresión. Incluso de ser investido ‘president’, su Gobierno se presume efímero y errante como el de esos muertos en vida que arrastran los pies por la pantalla de la televisión.

Mas carece de galones y de razones para liderar CDC, al menos esa nueva CDC que, en unas futuras elecciones autonómicas, podría ser mayoritaria pero no hegemónica, de unos 40 diputados, y que podría devolver el statu quo a la formación. Para esta travesía, coinciden críticos y hasta afines, se necesita renovado timonel.

La situación parece un calco del Plan Ibarretxe de 2005. En enero de ese año, el 'lehendakari' presentó en el Congreso de los Diputados su Propuesta de Estatuto Político de la Comunidad de Euskadi, algo así como las tablas de la ley del nacionalismo vasco, unas tablas no muy diferentes de las que la ANC y Òmnium entregaron a Artur Mas tras la Diada de 2012. La propuesta fue rechazada en Madrid por 313 votos en contra, 29 a favor y dos abstenciones.

Nada se sabe de Ibarretxe desde entonces. Tal vez sea uno de los rostros de Bélmez que de cuando en vez se aparecen a los lugareños. Después de aquello, el PNV perdió el gobierno vasco. Tuvo que venir una figura como la de Íñigo Urkullu, un político nacionalista racional y razonable, nada histriónico, para recuperar la ‘lehendakaritza’. Era el repuesto ideal para Ibarretxe como Gordó podría serlo de Artur Mas.

Aquí, en España, pese a esa tendencia atávica hacia la autodestrucción que entinta las páginas de nuestra historia, nunca pasa lo peor. Lo que Ibarretxe, Mas o Rajoy destruyen por el día, luego viene Dios y lo arregla por la noche.

El ‘mago borrás’ Quico Homs

El todavía ‘president’ de la Generalitat no es el único que se ha dejado unos cuantos pelos en la gatera por el 27-S. Su ‘mago borrás’, Quico Homs, ha entrado igualmente en barrena. Le recomendó a Mas que fuera a por todas, que las encuestas que manejaba Jordi Sauret, el Arriola de CDC, le daban una mayoría que se salía de las gráficas, y efectivamente, de tanto salirse, de tanto salirse, terminó dándose de bruces contra un plebiscito de hormigón.

Paradojas de la vida, Homs se postula ahora para ir en la lista de las generales y recalar en Madrid, tal vez para ocupar una de las suites que, muy probablemente, Duran i Lleida y Sánchez Llibre, de Unió, dejen vacías en el Palace tras los comicios del 20-D.

La ‘no foto’ de Fainé y Oliú

Otro que ha salido con arañazos del envite secesionista ha sido Isidro Fainé, presidente del grupo Caixa. Por no decantarse nítidamente de un lado ni de otro, ha terminado recibiendo de todas partes. De los secesionistas y de los constitucionalistas. En el caso de los primeros, ANC y Òmnium están orquestando una campaña contra él. No contra La Caixa sino directamente contra Fainé, al que culpan de haber restado votos, y por ende diputados, con su rúbrica en el comunicado de CECA y AEB en el que se manifestaban en contra de la ruptura de Cataluña con España.

En lo que respecta a los segundos, el ambiente no es mucho mejor. El Gobierno se siente seriamente dolido por el comportamiento del presidente de Caixabank, al que pidió gestos más claros y contundentes contra la deriva secesionista. Las expectativas del Ejecutivo no se han visto satisfechas. Más aún, el pronunciamiento de CECA-AEB se hizo solo después de que un periódico nacional llamara a todos los banqueros para una encuesta ‘frustrada’ en la que tenían que especificar un ‘sí’ o ‘no’ a la independencia catalana y las razones que les llevaban a dar esa respuesta.

Como algunos de estos banqueros se negaron a una aparición tan explícita en la prensa -que en este caso sí hubiera sido del gusto de La Moncloa-, al final se optó por la vía del comunicado oficial, un documento, por cierto, que apareció con la firma de las seis grandes entidades financieras, pero sin la fotografía de familia que estaba prevista. El retrato no interesaba ni a Caixa ni a Sabadell.

El Gobierno estaba buscando una solución ante el Banco Central Europeo para asegurar a Fainé su doble posición de presidente en la Fundación y en Caixabank más allá de mediados de 2016, que es el ‘deadline’ impuesto por Fráncfort a partir del cual no se podrán seguir compaginando ambos cargos. Después del sabor agridulce del 27-S, no sabemos si Rajoy va a tratar de dejar este tema resuelto antes de las generales o si, visto el percal, opta por dar hilo a la cometa y que este sapo se lo trague otro.

Germà Gordó es el hombre. Al menos, el hombre que la burguesía catalana está lanzando como el más indicado para achicar el agua en esa nave repleta de fugas en que se ha convertido Convergència tras las elecciones catalanas. Las prisas apremian y en la Ciudad Condal tienen la convicción de que, de demorar la elección en el tiempo, CDC devendrá barco fantasma y entonces, ya sin capacidad de reacción, todo perdido.

Isidre Fainé