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El despacho que quiere Monedero
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Nacho Cardero

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El despacho que quiere Monedero

Podemos sabe que contará con una nueva oportunidad luego de que, presumiblemente, Pedro Sánchez pierda la segunda votación del 5 de marzo en el Congreso

Foto: Fotomontaje de Juan Carlos Monedero en una imagen de la serie 'House of Cards'. PLL
Fotomontaje de Juan Carlos Monedero en una imagen de la serie 'House of Cards'. PLL

Una parada de taxis cualquiera la semana pasada en Madrid.

-Me lleva al CIS, por favor.

-¿Dónde?

-Al CIS.

-Ese es el despacho que quiere Monedero, ¿no?

Dicen que cuando los taxistas comienzan a invertir en bolsa y a poner Intereconomía a toda pastilla en la radio es indicador de que los precios de las acciones se encuentran cerca de marcar máximos y empezar a caer. Si damos por buena esta observación y de repente, por esas cosas de la política ‘low cost’ imperante en nuestro país, percibimos que los taxistas se travisten de tertulianos de 'La Sexta Noche' y empiezan a confundir el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) con el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), que es el nido donde el Estado incuba a sus espías y que ya se ha pedido para sí Pablo Iglesias, o con los CSI de la serie de Telecinco, es que España tiene un problema. Y un problema grave.

Quizá, sin embargo, el taxista goce de mayor clarividencia que algunos politólogos de postín y no fuera muy desencaminado con las pretensiones de Podemos. No es Pedro Sánchez el que ha desistido de pactar con la agrupación morada sino Iglesias el que le ha echado en brazos de Ciudadanos y el que ha rehusado llegar a ningún tipo de acuerdo poselectoral, presentando un documento de máximos inasumible por los socialistas. Podemos quiere Interior, Educación, Televisión Española, el CNI y el CIS, esto es, dar el 'sorpasso' al PSOE en unas nuevas elecciones generales.

Podemos lo quiere todo e Iglesias sabe que tendrá una nueva oportunidad para conseguirlo luego de que Sánchez pierda la segunda votación del 5 de marzo en el Congreso. A partir de entonces, serán dos meses de una presión brutal en los que, mientras unos tratarán de hacer que el PSOE se postre de hinojos ante sus demandas, los socialistas emplearán todos los medios a su alcance (políticos, empresariales y mediáticos) para arrancar a los morados una abstención en otra ronda de investidura.

Quemar las naves para no arder en la hoguera

Las primeras horas después de que el PSOE cerrara las puertas a Podemos y firmara el acuerdo con Ciudadanos, Ferraz mutó en chamarilero tratando de hacer ver a sus bases que, en contra de lo que parecía a simple vista, aquello con la formación naranja era un pacto de izquierdas y que incluso la anunciada desaparición de las diputaciones no era tal.

“Pero si aquí pone ‘supresión”, advertía un avezado periodista a la dirección del PSOE. “Nada, nada. Eso es que estás leyendo el folio al revés”. Cosas de la ductilidad ideológica de la política española. “Si Largo Caballero levantara la cabeza, pensaría que Sánchez es un traidor y se volvería horrorizado a su tumba”, apuntaba irónico Pedro Cuartango en ‘El Mundo’.

La imagen de liderazgo que Sánchez y su equipo se han labrado en las últimas semanas de cara a la opinión pública y militancia -ahí está su masivo apoyo en la pseudoconsulta del sábado- va en paralelo a la sensación de desgaste que se percibe de puertas para adentro. Los barones, “perro ladradores, poco mordedores”, no harán más sangre de la necesaria en el comité federal de hoy lunes, lo cual no significa que hayan envainado sus espadas. Están velando armas a la espera del debate de investidura para calibrar apoyos y analizar cómo encaja el partido el golpe moral de no sacarlo adelante.

[Los militantes dan oxígeno a Sánchez para una investidura imposible]

A partir de ese momento, y en las semanas siguientes previas a la convocatoria de elecciones, Sánchez y sus satélites mediáticos tratarán de conseguir una bola extra, esto es, proponer al Rey otra ronda de investidura. Si Sánchez no lleva a buen puerto este movimiento después de haber quemado todas las naves, es probable que alguno de los barones plantee al resto la necesidad de cambiar de estrategia e incluso de caballo.

Rajoy, en La Maestranza de Sevilla

Entretanto, el presidente del Gobierno en funciones va a lo suyo. Se encuentra de 'tournée' mediática. El pasado jueves participó en un foro del diario ‘La Razón’, al que acudió arropado por nueve de sus ministros y la secretaria general del PP. Dicen los presentes que Rajoy derrochó sentido del humor por los cuatros costados y que se sintió más a gusto que de costumbre, lo cual tampoco tiene mucho mérito. 'La Razón' es para Rajoy lo que La Maestranza para Curro Romero. Le van a aplaudir aunque lo haga mal.

El presidente sigue instalado en su burbuja y dibujándose un escenario que se encuentra a años luz de la realidad. Malicia que sus rivales terminarán cociéndose en su propia salsa y que él, como buen corredor de obstáculos -ora la Púnica, ora la Taula-, terminará llegando primero a la meta. Algunos piensan que se trata solo de una pose, de un plan preconcebido para dar un paso atrás en el último momento. Otros, en cambio, le creen convencido de volver a intentar ser presidente del Gobierno. La osadía no tiene límites.

“Si creen que va a ceder, se equivocan”, advierte un miembro de su equipo. “No va a tener más presión de fuera de la que ya tuvo en su día para que España se acogiera al rescate. El que crea eso, se equivoca. El jefe tiene una resistencia acojonante”.

Rivera y el Capitán Trueno

De todos los que participan de este teatrillo para la investidura, es el Capitán Trueno, alias Albert Rivera (Errejón ‘dixit’), el que mejor ha salido parado del lance, ya que los sondeos dan a Ciudadanos un notable crecimiento en intención de voto respecto a los comicios del 20-D a costa del PP. Aunque el acuerdo con el PSOE le deja maniatado en una hipotética campaña electoral, el aura de hombre de Estado y centralidad que se ha ganado le otorga cierta legitimidad para arrancar una abstención casi imposible al PP. En Génova, por el contrario, ponen pies en pared con las encuestas. Consideran que están teledirigidas y aventuran que habrá más en este sentido tratando de doblarles la cerviz para propiciar una abstención futura.

[Rivera ‘saca tajada’ del proceso negociador]

España se mueve entre el hartazgo y la indignación. De los últimos sondeos solo hay una conclusión válida: España pierde. “El escenario es de parálisis total. El país está bloqueado. Apenas se puede hacer nada y lo que puedes hacer, desistes de ponerlo en marcha para que no sea malinterpretado”, rezonga un alto funcionario del Estado.

No hay altura de miras y la actuación de los cuatro grandes partidos está siendo duramente contestada por la ciudadanía, tal y como puso negro sobre blanco la reciente encuesta de DYM para El Confidencial. Los cuatro suspenden. El índice de valoración del PP es el que más cae (-57,4%), seguido del PSOE (-45,1%), Podemos (-32,3%) y Ciudadanos (-9,8%). Nadie se salva. “Con el tiempo”, decía Jorge Luis Borges, “mereceremos no tener gobiernos”.

Una parada de taxis cualquiera la semana pasada en Madrid.

Juan Carlos Monedero Barómetro del CIS