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La purga de Espinar en Madrid
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Nacho Cardero

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La purga de Espinar en Madrid

El secretario general en la región está sacando el rodillo y fulminando de un plumazo a las conocidas como candidaturas de unidad popular. En román paladino, una purga en toda regla

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Podemos tiene un problema en Madrid. Más bien, tres problemas. Además de la comunidad, donde se enfrenta a un animal político hoy imbatible, caso de Cristina Cifuentes, y además del ayuntamiento de la capital, que se ha convertido en una olla a presión de corrientes internas que amenaza con escupir metralla por doquier en cualquier momento, además de estas dos plazas, digo, hay otros muchos municipios madrileños de tamaño mediano tirando a grande donde Ramón Espinar, a la sazón secretario general de esta organización en la región, está sacando el rodillo y fulminando de un plumazo a las conocidas como candidaturas de unidad popular. En román paladino, una purga en toda regla.

Espinar pretende lograr en Madrid lo que Podemos no está consiguiendo en otros territorios: tomar el control de la organización y domeñar las estructuras de cara a los comicios municipales y autonómicos de 2019. Todo lo contrario de lo que ocurre en Cataluña, Galicia, Comunidad Valenciana e incluso Andalucía, donde las confluencias y liderazgos de la formación morada parecen tener vida propia. Iglesias pergeñó una potente máquina electoral y ahora el invento ha mutado en un Frankenstein que revienta por las costuras.

Espinar ha introducido estructuras cien por cien Podemos y ha orillado a las candidaturas herederas del 15-M en un intento por hacerlas desaparecer

Para que en Madrid no ocurra lo mismo, Espinar ha volcado su estrategia en lograr un férreo control organizativo y político de la formación. No quiere versos sueltos. Ha fragmentado la región en seis grandes zonas que coinciden con las juntas electorales y en cada una de ellas ha nombrado a un coordinador afín. De esta forma, la nueva ejecutiva de Madrid introduce estructuras cien por cien Podemos en los principales municipios de la región y orilla a las candidaturas unitarias hasta prácticamente hacerlas desaparecer.

Esta estrategia es perceptible en localidades como San Fernando, Coslada, Getafe, Leganés, Alcorcón y Arganda, entre otras muchas. Aquí, las plataformas progresistas han visto mermar su poder paulatinamente. Son un incordio. Lo que los ingleses llaman ‘a pain in the ass’.

Por candidaturas unitarias se entienden aquellas estructuras electorales herederas del 15-M que tan buenos réditos dieron en las municipales de 2015 y que salieron de sumar partidos y colectivos de similar perfil ideológico. Hasta tal punto acertaron con la idea que se alzaron con plazas emblemáticas tales que los ayuntamientos de Madrid, con Manuela Carmena al frente, y San Fernando de Henares, de la alcaldesa Cati Rodríguez.

Pero no todo fueron parabienes. Como se trataba de un éxito sobrevenido y las listas estaban confeccionadas con retazos de aquí y acullá, los problemas empezaron a sucederse al poco de lograr el poder. Así, a la hora de gobernar o ejercer funciones de oposición, se encontraron con que quienes conformaban las candidaturas padecían de un elevado grado de amateurismo, esto es, carecían de experiencia política y apenas sabían tratar a los medios.

Todo ello aderezado por el ‘totum revolutum’ que suponían estas confluencias populares, donde, como en el caso del Ayuntamiento de Madrid, coincidían un sinfín de corrientes internas: desde la guardia de corps de la alcaldesa, pasando por pablistas y errejonistas, seguidos de los garzopodemitas, los rancios, los verdes, espontáneos, plataformas sociales y trasuntos de comunidades vecinales. Todo un alambicado experimento sociológico.

Casualidad o no, la mayoría de las candidaturas hoy objeto de purga apoyó a Íñigo Errejón frente a Pablo Iglesias en las ‘primarias’ de Vistalegre II

Espinar ha reactivado los círculos de Podemos en estos municipios para frenar precisamente estas candidaturas de unidad popular. De hecho, hasta la propia formación morada se está convirtiendo en oposición de sus compañeros de aventuras: ora critican la gestión de gobierno allí donde las plataformas progresistas gobiernan, véase San Fernando, ora limpian las estructuras municipales de personas que no comulgan con los planes de la ejecutiva regional. Casualidad o no, la mayoría de las candidaturas hoy objeto de purga apoyó a Errejón frente a Iglesias en las ‘primarias’ de Vistalegre II.

Los casos se suceden: en Alcorcón, el secretario general de Podemos, David Álvarez, presentó su dimisión irrevocable por el “acoso” que estaba sufriendo por parte de la nueva directiva liderada por Ramón Espinar; tres concejales en Arganda del Rey, David Moya, José Rodríguez y María Jesús Hernández, han sido sancionados por infracción muy grave y se les ha aplicado la suspensión de militancia e inhabilitación; el comité de garantías de Ahora Getafe dimitió en bloque la semana pasada "por presiones recibidas desde dentro y desde otras instancias"; la candidatura de unidad popular de Leganés apenas duró un año reventada entre expulsiones y guerras fratricidas, y Somos Coslada se ha visto obligada a hacer un comunicado para remarcar que no son una “franquicia de Podemos”.

Resultó premonitorio el documento político con el que Espinar ganó la asamblea del año pasado y se hizo con el control del partido en Madrid. Ya reconocía entonces que carecía de la estructura organizativa adecuada para gestionar las relaciones con las candidaturas unitarias, “con todos los actores políticos y sociales que componen en la actualidad el campo político del cambio (partidos, candidaturas de unidad popular, movimientos ciudadanos) para construir una mayoría social de cambio en la comunidad y en España”.

Y añadía: “Tenemos por delante la tarea de construir un artefacto político capaz de disputar la hegemonía cultural en nuestra región, construir mayorías electorales, generar herramientas de gobierno […] y que sea capaz de implantarse territorialmente para construir un movimiento popular con impacto en la vida social y cultural de los barrios y pueblos de Madrid".

Dicen que Errejón disputará a Cifuentes la Real Casa de Correos de Puerta del Sol. Lo dan por hecho, pero está por ver. Igualmente, se encuentra en el aire la sucesión de Carmena en el ayuntamiento, donde unos y otros se despellejan a la luz del día por tutelar el proceso. Se especula con que su rival en el PP será Pablo Casado. También está por ver. Y, más a más, hay un sinfín de candidaturas unitarias rebelándose ante el rodillo de Princesa 2. Lo que ocurre en otras filiales territoriales de Podemos, donde los díscolos pretenden un CIF propio que los independice de la matriz, también ocurre en los municipios del Corredor del Henares. “Tu quoque, fili mi!”, debe pensar Iglesias.

Podemos tiene un problema en Madrid. Más bien, tres problemas. Además de la comunidad, donde se enfrenta a un animal político hoy imbatible, caso de Cristina Cifuentes, y además del ayuntamiento de la capital, que se ha convertido en una olla a presión de corrientes internas que amenaza con escupir metralla por doquier en cualquier momento, además de estas dos plazas, digo, hay otros muchos municipios madrileños de tamaño mediano tirando a grande donde Ramón Espinar, a la sazón secretario general de esta organización en la región, está sacando el rodillo y fulminando de un plumazo a las conocidas como candidaturas de unidad popular. En román paladino, una purga en toda regla.