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Caza Mayor
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El civet de Luis Conde se le atraganta a la burguesía catalana
Se escudan en que ellos no se guían por directrices políticas sino que solo se deben a sus accionistas, como si la ruptura de la legalidad en Cataluña no fuera a influir en sus negocios
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Los que se preguntaban qué ha sido de la burguesía catalana, dónde se ha escondido estos últimos cinco años, hallaron la respuesta el pasado sábado 16 de septiembre. Ese día, el lobista y 'headhunter' Luis Conde celebraba su tradicional civet en Fonteta (Girona), encuentro que, tal y como rezaba la invitación, persigue “el diálogo entre todos y la solidaridad con la Fundación Paideia”.
Así que quien pensara que el ‘procés’ le había pasado por encima como un carro blindado, que la había exterminado como a los dinosaurios, se equivocaba. La burguesía catalana, o las raspas que quedan de ella, está vivita y coleando, y acudió como cada año a la cita que tiene lugar en esta localidad ampurdanesa.
Por eso de que la fecha no era la más idónea, a saber, entre la Diada y el referéndum ilegal del 1 de octubre, hubo pinchazo de asistencia. Poco más de 300 comensales. El ambiente, además, andaba enrarecido. Mientras en las calles de media Cataluña las masas sacaban las banderas y marcaban los comercios con pintadas en las fachadas, los invitados de Fonteta, ‘dress code' casual, trataban del tan traído choque de trenes entre copita de cava y bocartes. Parecían la orquesta del 'Titanic'. Habían colisionado con el iceberg y ellos seguían tocando.
De entre los empresarios que acudieron, destacaban el presidente de Repsol, Antonio Brufau; el consejero delegado de Banco Sabadell, Jaume Guardiola; el de Abertis, Francisco Reynés; la presidenta de Grupo Codorníu, Mar Raventós; el de Celsa, Francesc Rubiralta; el de Seat, Luca de Meo; el del Salón Internacional del Automóvil, Enrique Lacalle; el empresario y marido de Liliana Godia, Manuel Torreblanca; el gestor inmobiliario José María Xercavins, y el presidente de PriceWaterhouseCoopers (PwC), Gonzalo Sánchez.
No asistieron Isidre Fainé ni ningún alto cargo del Grupo Caixa. Tampoco se vio al conde de Godó, editor de ‘La Vanguardia’, una publicación que, como se comentó en los corrillos del ágape, ha virado su línea editorial a tesis más próximas al Ejecutivo de Cataluña que al de Madrid y en cuyo consejo tiene acomodo el anfitrión del civet, Luis Conde.
Las ausencias del civet confirman el fracaso de la tercera vía, de esos componedores que se ofrecen a restañar los puentes, pero no saben cómo
A estas ausencias empresariales, se sumaron las políticas, si cabe más significativas. En especial las del Gobierno central, cuyos ministros declinaron al unísono la propuesta, igual que el 'president' y 'vicepresident' de la Generalitat, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras. El hecho de que el convite fuera ‘free seating’ echó para atrás a muchos de los invitados, no fuera que, en estos juegos de sillas calientes, se vieran forzados a sentarse con quienes no querían.
Los que sí se dejaron ver fueron los 'consellers' de Presidencia, Jordi Turull; de Justicia, Carles Mundó; de Territorio y Sostenibilidad, Josep Rull; de Sanidad, Antoni Comin, y de Empresa, Santi Vila, de nuevo de gira por Madrid por si alguien tiene que recoger los trozos tras el 1 de octubre.
Las sonoras ausencias del civet ponen negro sobre blanco el fracaso de la tercera vía, de esa lista cada vez más numerosa de componedores, ora Conde, ora el Círculo de Economía, que se ofrecen para restañar los puentes, pero que ni pueden ni saben cómo hacerlo.
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La extrema pasividad, e incluso frivolidad, con que la burguesía catalana se ha aproximado al problema independentista resulta más que elocuente según se gana en perspectiva. Apenas ha habido pronunciamientos. Un comunicado de ocho párrafos de Foment en julio, otro de tres de la CEOE, silencio entre las empresas.
Se escudan en que ellos no se guían por directrices políticas sino que solo se deben a sus accionistas, como si la ruptura de la legalidad en Cataluña, 20% del PIB, no fuera a influir en sus negocios. También les gusta hablar de equidistancia, un término que de tanto manosearlo ha perdido su significado. Unos lo miden en principios y valores; otros, al parecer, en fajos de billetes. Por excusas, que no quede.
En la propia patronal nacional, es habitual escuchar que si hubieran tomado la iniciativa cuando correspondía, seguramente no se habría llegado a este callejón sin salida. No son los responsables, pero existe la sensación en Madrid de que su inacción y su en ocasiones complicidad con quienes han perpetrado el engendro han permitido que el secesionismo fuera calando las entretelas de la sociedad catalana.
Toda estrategia que quieran poner en marcha ahora será peor que ineficaz: será contraproducente. ANC, Òmnium y la CUP controlan la movilización social. La burguesía ha perdido toda capacidad de influencia. Les han pasado por delante y por detrás. Si se les ocurriera abrir la boca en estos momentos, sería entendido como una iniciativa de los poderes fácticos para malbaratar el referéndum y acallar las voces de los catalanes.
Entre las muchas habilidades de los independentistas, es digna de estudio la estrategia que han seguido para anular a los empresarios. Desde el principio, les mimaron con todo tipo de lisonjas. Les dijeron que el pulso con el Estado era básicamente fiscal, también cultural, de lengua y de reconocimiento de la singularidad catalana. Trasladaron la carga de la culpa al Ejecutivo de Madrid, que les negaba de forma sistemática el pan y la sal.
Aquellos cánticos, con el estribillo de ‘Barcelona és bona si la bolsa sona’, endulzaban los oídos de la burguesía catalana. Aprovechándose de su mentalidad mercantilista, les hicieron creer que el objeto último del ‘procés’ era el cupo catalán cuando, en realidad, lo que subyacía tras la hoja de ruta era la independencia y el odio a España. No había más razones que esas.
En el Liceo, ‘sancta sanctorum’ de la burguesía catalana, ya se canta 'Els Segadors' y la claque cuelga esteladas
Una parte de estos empresarios permanece silente a la espera de los acontecimientos, otra parte, en cambio, se ha destapado directamente como independentista. En el Liceo, ‘sancta sanctorum’ de la burguesía catalana, ya se canta 'Els Segadors' y la claque cuelga esteladas, tal y como se puede ver en el vídeo superior. El Liceo, como es sabido, está financiado por el Ministerio de Cultura y tiene de mecenas a medio Ibex 35.
“He estado en Zarzuela, he estado decenas de veces en Moncloa buscando soluciones para facilitar la gobernabilidad de España, ¿y sabes cómo me lo han pagado? Con inspecciones de Hacienda. A mí y a los míos”, se queja un destacado empresario independentista. Que nadie se engañe. Esto era una cuestión básicamente de dinero. Más que una rebelión secesionista, era una rebelión de perlas y chequera. Hasta que dejaron hacer y perdieron el control. Mientras la burguesía mengua, Cataluña pasa a manos de la ANC y Òmnium. Cosas veredes, amigo Sancho.
Los que se preguntaban qué ha sido de la burguesía catalana, dónde se ha escondido estos últimos cinco años, hallaron la respuesta el pasado sábado 16 de septiembre. Ese día, el lobista y 'headhunter' Luis Conde celebraba su tradicional civet en Fonteta (Girona), encuentro que, tal y como rezaba la invitación, persigue “el diálogo entre todos y la solidaridad con la Fundación Paideia”.