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Sábado de criba: así es como Soraya y 'la Marta' perdieron la partida
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Nacho Cardero

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Sábado de criba: así es como Soraya y 'la Marta' perdieron la partida

Tras los acontecimientos de este fin de semana, amenaza tormenta en Cataluña. También en Madrid. Rajoy se va, Puigdemont se queda. Al final han ganado los duros

Foto: Marta Pascal y Soraya Sáenz Santamaría. (Montaje: El Confidencial)
Marta Pascal y Soraya Sáenz Santamaría. (Montaje: El Confidencial)

Hay días y días, y el sábado fue uno de esos días. “Quería suicidarme para huir del deshonor; pero en el momento de ir a arrojarme al agua me dije que un hombre fuerte no debe temer a la vergüenza”, decía el protagonista de ‘Crimen y castigo’. Las historias de los derrotados son siempre más apasionantes de contar que las de los triunfadores. El sábado fue uno de esos días.

Mariano Rajoy perdió su segunda moción de censura, la más dolorosa por venir de quienes, minutos antes, le habían dedicado una panoplia interminable de lisonjas. La primera se la ganó Pedro Sánchez el 1 de junio, día fatal para el PP. Dijo el hoy inquilino de La Moncloa que, por higiene patriótica, no le había quedado más remedio que unirse con Podemos y los independentistas catalanes para sacarle del poder, que era por la Gürtel. No, en realidad no lo era, como luego quedó demostrado, pero ya poco importa.

Rajoy ha perdido dos mociones de censura en mes y medio. La primera se la ganó Pedro Sánchez; la segunda ha sido cosa de compañeros de partido

La segunda moción de censura tuvo lugar este fin de semana. Se la presentó su propio partido. Rajoy se ‘defendió’ durante el congreso escudándose en la herencia económica que dejaba a España (“Nadie habla de ello ahora. No sé si es porque no interesan las buenas noticias”) y en la gestión de la crisis catalana (“A algunos les parecía muy fácil. Sabían lo que había que hacer, con quién, cómo, en qué momento y con qué alcance. Siempre lo saben. Lo sabían antes, sí… Pero lo saben, sobre todo, después de que lo hubiéramos hecho nosotros”).

De poco sirvieron tales explicaciones. El destino estaba escrito. En mes y medio, Rajoy perdía su segunda moción. Los compromisarios se decantaban por la ideología más que la gestión, por el aznarismo mejor que por el marianismo. Pocas derrotas escuecen tanto como las que proceden de quienes le han horadado la espalda con tanto abrazo. El rictus de Rajoy tras conocerse el resultado bien pudiera ilustrar una tragedia griega.

La derrota de Soraya Sáenz de Santamaría en la segunda vuelta de las primarias era la derrota de Mariano Rajoy. Negarle a la una era negarle al otro. “¿No eras tú también de los discípulos de ese hombre?”, le preguntaban a San Pedro. “No, no lo soy”, respondía. “Pero, ¿no te vi yo con él en el huerto?”. Y San Pedro, como los compromisarios del PP, volvía a negar.

placeholder Pablo Casado, tras ser elegido presidente del PP, en presencia de Mariano Rajoy. (Reuters)
Pablo Casado, tras ser elegido presidente del PP, en presencia de Mariano Rajoy. (Reuters)

El viernes, víspera de la votación, Sáenz de Santamaría se retiraba del congreso con aciagos presagios. Algo no marchaba. Al día siguiente, Pablo Casado ganaba las primarias con holgura. Más de 450 votos de diferencia. La mediación de Javier Arenas devino infructuosa. Los ‘tracking’ de José Luis Ayllón, que contabilizaban diariamente los apoyos y les daban victoriosos, habían resultado erróneos. Cuando los compromisarios decían que sí, era que querían decir que no. Muchos mintieron. La ‘res politica’. Las familias del PP.

Circunscribir la derrota de la exvicepresidenta a lo acaecido en el hotel Auditorium es padecer de miopía. Los seísmos que están aconteciendo en este país, desde el cuestionamiento de la monarquía a los cambios de Ejecutivo, pasando por la catarsis de formaciones históricas como PSOE, PP y Convergència, enlazan directamente con la que es la mayor crisis de la democracia española en los últimos 40 años, la del secesionismo catalán, y con la corriente nacional populista que se ha propagado al calor de la misma.

Puigdemont 'decapita' a Pascal con la colaboración de la vieja guardia de CDC. 'La Marta' se va, ellos se quedan. Los convergentes siempre caen de pie

El día en que Sáenz de Santamaría recibió la cartera de Administraciones Territoriales y decidió aceptar el reto de Rajoy de iniciar la operación Diálogo para llegar a una ‘entente cordiale’ con la Generalitat y aplacar sus ansias independentistas, ya sabía de los riesgos que implicaba semejante movimiento y que tendría más probabilidades de chamuscarse que de salir victoriosa. Lo intentó con Junqueras, pero las envidias y delaciones del 'expresident' Puigdemont hicieron que la aproximación encallara. Luego pasó lo del 1 de octubre, la humillación de las urnas en los colegios, la traición de los Mossos, las imágenes de televisión.

El sábado 27 de enero, tras el varapalo del Consejo de Estado, se planteó dimitir. Fue su momento más difícil. Ese mismo día, el TC dictaba una resolución en la que cerraba a Puigdemont las puertas de entrada a la Generalitat. Un éxito para la exvicepresidenta que algunos han querido vender como fracaso. Hace mes y medio la descabalgaban del Gobierno. El sábado eran sus compañeros de partido los que le negaban la presidencia del partido. En Barcelona, Puigdemont decapitaba a Marta Pascal y se volvía a hacer con el control del independentismo. Unos se van del poder; otros lo recuperan.

El 'expresident' asestaba el ‘coup de grâce’ a la coordinadora general del PDeCAT con la colaboración necesaria de la vieja guardia de CDC —los Francesc Homs, Jordi Cuminal, Agustí Colomines, Josep Rull y Jordi Turull—, que cambia de dirección según va comprobando por dónde sopla el viento. ‘La Marta’ se va, ellos se quedan. Los convergentes siempre caen de pie.

Les gusten o no, los nacionalistas catalanes se tragan sin deglutir cada uno de los ‘capricis de d’Amer’ de Puigdemont. Además de ser la especialidad de la pastelería que la familia del 'expresident' tiene en Girona, los ‘caprichos de Amer’ es una expresión acuñada entre los críticos de PDeCAT para denominar las fijaciones impredecibles y antojos en ocasiones infantiles con que Puigdemont fustiga a sus correligionarios. El último y más sublime de todos ellos ha sido su decisión de hacer desaparecer el PDeCAT y subsumirlo en su nuevo invento: la Crida Nacional per la República.

placeholder Los 'capricis d'Amer' de la pastelería de la familia de Puigdemont.
Los 'capricis d'Amer' de la pastelería de la familia de Puigdemont.

De los vertiginosos hechos acaecidos este fin de semana, este último es el que tiene mayor trascendencia, pues supone un desplazamiento de la placa tectónica que sustenta al Gobierno de Madrid. No solo porque dificulta la “posibilidad de diálogo’, como dice José Luis Ábalos, sino porque con la caída de Pascal y la resurrección de Puigdemont a los socialistas se les rompe la mayoría con la que alcanzaron el poder. El 'expresident' no busca el entendimiento. Lo único que pretende es el choque y la ruptura con el Estado.

Y si el PSOE ha sido incapaz de coordinarse con sus aliados para nombrar a un presidente de RTVE, más complicado lo va a tener para avanzar en Cataluña con unos independentistas catalanes echados al monte, que se van a ir inflamando según vayan corriendo las fechas: los aniversarios del atentado de la Rambla (17 de agosto), leyes de referéndum y transitoriedad (6 y 7 de septiembre), Diada (11 de ese mismo mes), referéndum independentista (1 de octubre) y proclamación de la república (27 del mes citado). Aunque los expertos vaticinaban un 2018 sin elecciones, no parece que vaya a ser el caso. Se habla de andaluzas, catalanas y hasta generales.

'Fe de errores': hace meses publiqué un artículo en este blog bajo el título "Puigdemont, 'game over", dando por sentado que las actuaciones del juez Llarena y el TC, más la dirección posibilista de Marta Pascal en el PDeCAT y Pere Aragonès en ERC, supondrían el progresivo desvanecimiento del 'expresident'. No ha sido así. Rajoy se va, Puigdemont permanece. Ganan los duros. Pierde el diálogo. Amenaza tormenta en Cataluña.

Hay días y días, y el sábado fue uno de esos días. “Quería suicidarme para huir del deshonor; pero en el momento de ir a arrojarme al agua me dije que un hombre fuerte no debe temer a la vergüenza”, decía el protagonista de ‘Crimen y castigo’. Las historias de los derrotados son siempre más apasionantes de contar que las de los triunfadores. El sábado fue uno de esos días.

Mariano Rajoy Soraya Sáenz de Santamaría Marta Pascal Carles Puigdemont