Caza Mayor
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Los empresarios se pasan a la ‘banda’ de Pedro Sánchez
Decía Adenauer que “en política lo importante no es tener razón, sino que se la den a uno”. Y el mundo del dinero se la está empezando a dar a Sánchez
La Moncloa va a tener que empeñar los cuadros de Miró que cuelgan de sus paredes para hacer frente a la factura del teléfono de agosto. El móvil de Pedro Sánchez es un no parar. Le va explicando a quien quiera oírle lo urgente de formar Gobierno y lo maquiavélico del carácter de Pablo Iglesias. Se ha reunido con 180 colectivos en 14 encuentros celebrados estos últimos días. Dicen que es para tomar ideas y presentar una propuesta programática al resto de las fuerzas políticas con la que desbloquear la investidura. Dicen eso pero parece otra cosa. Parece que estemos en campaña. Una campaña ‘ad eternum’.
“El encuentro fue bien, dejando aparte el obvio interés electoral del Gobierno y del PSOE”, comenta el representante de uno de estos colectivos. “Escuchó a todo el mundo y, como es un profesional, hasta dio la impresión de que le interesaban los temas planteados. ¿La parte buena? Desde que estoy aquí, es la primera vez que se me convoca a una reunión con el presidente del Gobierno. En lo concreto, poca cosa, además de tener la oportunidad de exponer ‘el libro de cada uno’, pero el hecho de que nos llamara para la reunión estuvo bien”.
Antes les gustaba más Rivera, pero con el tiempo han descubierto que tiene ideas propias y eso, piensan en el mundo del dinero, es peligroso
Los empresarios españoles —salvo contadas excepciones, véase el sector gasista— se han pasado a la ‘banda’ de Sánchez. Los empresarios españoles son muy de que los mimen, de que los llamen para citas estivales y les inviten a café y pastas. Decía Adenauer que “en política lo importante no es tener razón, sino que se la den a uno”. Y el mundo del dinero se la está empezando a dar a Sánchez.
Antes les gustaba más Albert Rivera, pero con el tiempo han descubierto que va por su lado y ya se sabe que no hay nada más peligroso que el líder de un partido político con ideas propias. Amigos, amigos, pero el burro por la linde. Rivera ya no le coge el teléfono a César Alierta. Igual con otros jefazos del Ibex 35. “¿Para qué? ¿Para que le digan lo que tiene que hacer?”. No entienden la mutación genética de Ciudadanos. Prefieren hablar con Sánchez.
Los empresarios son mucho de mirarse la cartera. Y aquí hay preocupación. Las variables macro se están deteriorando a velocidad mayor de la esperada y los números rojos se han instalado en las bolsas. ¿Conclusión? Hay que facilitar un Gobierno de Sánchez lo antes posible, con al apoyo de Podemos pero sin Podemos o con la ayuda de Ciudadanos. Hay que tomar medidas, acometer reformas y blindarse por si llega la recesión. Todos a la voz de ‘ar’.
No son los únicos. También la opinión publicada, que no pública, está remando a favor del PSOE, con editoriales y artículos destacando las luchas florentinas en el seno de Unidas Podemos y Ciudadanos, tanto monta, monta tanto, para meterles presión y facilitar así la investidura ‘gratis et amore’. Prefieren Errejón a Iglesias y Garicano antes que a Rivera.
Es una presión que huele más a añoranza por los tiempos pasados —los tiempos del bipartidismo, cuando la política distaba de ser vaporosa y el populismo sonaba a televisión de sobremesa— que a una urgencia real. El hecho cierto es que el PSOE no quiere elecciones. No se fía de los resultados ni de la capacidad de movilización de la izquierda. Además, carece de músculo financiero para otra campaña. También el PP. Están al borde de la ruina.
¿Y si se equivoca la opinión publicada y acierta la opinión pública? ¿Y si el horizonte para Podemos y Cs es menos malo de lo que pintan las encuestas?
¿Y si entonces la estrategia buena es la de Pablo Iglesias? ¿Acaso tratar de gobernar en solitario con tan solo 123 diputados, como quiere Sánchez, no es poco más que quimera? ¿Y si se equivoca la opinión publicada y acierta la opinión pública? ¿Y si el horizonte para Unidas Podemos y Ciudadanos es menos malo de lo que pintan las encuestas?
A Pablo Iglesias se le puede acusar de dejarse llevar de forma habitual por sus demonios internos, que son muchos, pero no se le puede negar su inteligencia política. A Pedro Sánchez se le ha ido llenando del camino de piedras con el transcurso de los días. Ninguna solución resulta óptima. Tampoco las elecciones. En cambio, Iglesias se muestra relativamente cómodo en cualquiera de estos escenarios:
1.- Gobierno de coalición: es el compromiso máximo al que aspira la formación morada y del que la ‘guardia de corps’ monclovita reniega. Descartado por Iglesias un Gobierno a la portuguesa o programa de legislatura para los próximos cuatro años sin Unidas Podemos en el Ejecutivo —por la sensación de derrota total que para él supondría—, el Gobierno de coalición se sigue vislumbrando como la única opción para evitar unas nuevas elecciones.
Si bien es cierto que, como ha dicho el propio presidente en funciones, la desconfianza es mutua y la fórmula de la coalición está agotada, igual de cierto es que, tal y como escribía Ignacio Varela en este diario, las declaraciones de Sánchez en público “caducan al minuto de haber sido emitidas”. Incluso las que hace en presencia del Rey. Así, no parece descabellado pensar que en esta partida de póquer, donde todos juegan de farol, habrá otro mercadeo de sillones.
2.- Investidura sin acuerdo programático: esta opción resulta improbable, pero sería enormemente rentable para Iglesias. El líder morado daría sus votos sin contraprestación alguna. Sin pacto, sin programa, sin Gobierno. Lo haría por patriotismo, por responsabilidad, y pasaría directamente a la oposición, con la libertad que eso le daría para poder defender íntegramente su programa electoral en cuestiones tan peliagudas como Cataluña o la economía, ahora que sobrevuela de nuevo la sombra de la recesión.
Sánchez tendría que gobernar con solo 123 diputados, de forma que cada vez que tuviera que sacar adelante un proyecto de ley, unos Presupuestos, debería pasar por la caja de Unidas Podemos, que le haría pagar la pieza más cara que un anillo de brillantes en la Quinta Avenida. Y si en estos juegos de geometría variable el PSOE prefiere acercarse a los partidos de centro derecha, Iglesias ya tendría la excusa perfecta para llamarle “presidente traidor”.
3.- Nuevas elecciones: los analistas auguran que es el peor escenario para Iglesias, por el peligro de una abstención masiva de los votantes de izquierdas tras el paripé de las negociaciones y por la pesadilla que puede resultar en términos orgánicos, con claros riesgos de escisión con unas confluencias que tienen hoja de ruta propia, con un Alberto Garzón (IU) que parece querer correr por su cuenta y un Errejón que asoma la cabeza por lontananza.
Siendo todo ello así, Iglesias ha demostrado moverse bien en aguas pantanosas. Es un muerto al que siempre se la ha visto con una envidiable salud de hierro, que hace campañas electorales muy efectistas y con menos recursos que el resto de partidos, financieramente asfixiados, y que sabe que, sean cuales sean los resultados, Sánchez los necesita y tendrá que volver a marcar su número de teléfono si quiere seguir en el Palacio de la Moncloa.
La Moncloa va a tener que empeñar los cuadros de Miró que cuelgan de sus paredes para hacer frente a la factura del teléfono de agosto. El móvil de Pedro Sánchez es un no parar. Le va explicando a quien quiera oírle lo urgente de formar Gobierno y lo maquiavélico del carácter de Pablo Iglesias. Se ha reunido con 180 colectivos en 14 encuentros celebrados estos últimos días. Dicen que es para tomar ideas y presentar una propuesta programática al resto de las fuerzas políticas con la que desbloquear la investidura. Dicen eso pero parece otra cosa. Parece que estemos en campaña. Una campaña ‘ad eternum’.