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Ni principios ni escrúpulos: Podemos, contra la prensa
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Nacho Cardero

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Ni principios ni escrúpulos: Podemos, contra la prensa

Señala a los profesionales de los medios con la intención de amedrentarlos para que cuelguen la pluma y dejen de informar sobre la formación morada

Foto: El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias. (EFE)
El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias. (EFE)

Unidas Podemos vuelve a poner la prensa en su punto de mira. Señala a los profesionales de los medios con la intención de amedrentarlos para que cuelguen la pluma y dejen de informar sobre la formación morada. No sé si la denuncia suena huera, si realmente somos conscientes de la gravedad de la situación, de cómo esta actitud Chicago años treinta se está convirtiendo en moneda de curso legal en nuestro país.

Lo han hecho con El Confidencial. Con uno de sus periodistas. Lo han señalado en una publicación auspiciada por el partido que lidera Pablo Iglesias. Lo hacen sin que nadie firme el artículo panfletario, amparados en el anonimato.

Llueve sobre mojado. Es la misma táctica intimidatoria que han empleado contra José Manuel Calvente, antiguo coordinador del equipo legal de Podemos, que ha denunciado la presunta trama de corrupción y financiación irregular de su otrora partido, o contra Manuel García Castellón, juez instructor de la Audiencia Nacional en la denominada pieza Dina. Por no hablar de la virulenta campaña difamatoria en redes contra Felipe VI.

Los ataques, ya de por sí escandalosos, provocan estupor si atendemos al hecho de que Unidas Podemos es clave de bóveda en la fórmula de gobierno que mantiene a Pedro Sánchez en la Moncloa, y su líder, Pablo Iglesias, luce galones de vicepresidente.

Lo de Podemos es un obús contra la Constitución. Un proceso destituyente que va permeando en la sociedad sin que haya reacción civil

No es un ataque solo contra los medios de comunicación y el artículo 20 de la Constitución, que reconoce el derecho de los ciudadanos a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. Tampoco contra los jueces. Ni siquiera contra la monarquía. Lo de Unidas Podemos de estos meses es un obús contra la Constitución. Un proceso destituyente que va permeando en la sociedad sin que se produzca reacción civil alguna.

Lo que antes constituía una anormalidad se ha naturalizado. Se está produciendo una progresiva degradación institucional que está lejos de haber alcanzado su estación término.

Lo ponía negro sobre blanco Metroscopia en su informe de 20 de septiembre: “La incipiente desconexión emocional entre ciudadanos e instituciones representativas constituye un obvio caldo de cultivo para el cuestionamiento y descalificación de nuestra actual sistema democrático: una puerta cada vez más abierta para que la decepción empuje a muchos ciudadanos a planteamientos simplistas, populistas y antisistema”.

El Ejecutivo de coalición se está aprovechando de la excepcionalidad del momento para tensar al máximo nuestro sistema de garantías constitucionales. Han confinado la Carta Magna.

Decía Ben Bradlee, director de ‘The Washington Post’, que “la única forma de defender el derecho de publicación es publicando”. Y eso es lo que ha venido haciendo El Confidencial desde hace 20 años y lo que seguirá haciendo ahora que nos hemos embarcado en el modelo de suscripción, en aras de una mayor independencia económica que nos permita seguir publicando lo que otros quieren que callemos.

Los mismos que jaleaban cuando investigábamos al Rey o al PP lanzan ahora críticas aceradas a los periodistas para amedrentarlos

En 2020, hemos adelantado la opa de MasMóvil, la fusión de CaixaBank-Bankia y dado la primicia mundial de los FinCEN Files, sobre los gigantes bancarios internacionales, de cómo ayudan a blanquear billones de dinero negro y sobre los fallos en los que incurren a la hora de controlar cualquier transferencia sospechosa e informar a las unidades de inteligencia financiera de cada país.

Publicamos también la carta de don Juan Carlos, de agosto de 2018, en la que aseguraba que la donación de 76 millones de dólares entregada seis años antes a Corinna Larsen era “irrevocable” y que ella no actuó nunca como su testaferro.

Hicimos lo propio con otro documento, con membrete de haber sido clasificado como 'reservado', que comprometía al ministro Marlaska y desmontaba la versión del Gobierno sobre el cese de Pérez de los Cobos.

Hemos desgranado el sumario de la operación Kitchen, que salpica a exministros del Gobierno Rajoy y a dirigentes del Partido Popular, y hemos informado con rigor y solvencia de las causas judiciales que afectan a Unidas Podemos.

Es aquí, y solo aquí, con Neurona y la financiación irregular de Podemos, donde han crujido las cuadernas. Los mismos que jaleaban cuando investigábamos al Rey o al PP, lanzan ahora críticas aceradas para desacreditar y amedrentarnos.

Pero si resulta inquietante la actitud de la formación de Pablo Iglesias hacia los medios de comunicación, más lo es todavía la indolencia con la que el PSOE, en un claro proceso de ‘podemización’ que lo sitúa más cerca de ERC que de Ciudadanos, contempla estos ataques desde la barrera. Un caldo de cultivo peligroso para lo que está por venir.

Unidas Podemos vuelve a poner la prensa en su punto de mira. Señala a los profesionales de los medios con la intención de amedrentarlos para que cuelguen la pluma y dejen de informar sobre la formación morada. No sé si la denuncia suena huera, si realmente somos conscientes de la gravedad de la situación, de cómo esta actitud Chicago años treinta se está convirtiendo en moneda de curso legal en nuestro país.

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