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La resurrección epistolar de Pujol y la nostalgia del régimen
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Nacho Cardero

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La resurrección epistolar de Pujol y la nostalgia del régimen

Ahora que los achaques de la edad no perdonan y uno apenas puede controlar el qué dirán, Jordi Pujol se deja querer. Aspira a seguir ejerciendo de padre de la patria

Foto: El expresidente de la Generalitat Jordi Pujol. (EFE)
El expresidente de la Generalitat Jordi Pujol. (EFE)
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En Cataluña, hay nostalgia de Pujol. “Cuánto se le echa en falta…”, lamenta la alta burguesía entre 'flors i violes'. En los tiempos de Pujol, el Fútbol Club Barcelona hacía rugir las gradas del Camp Nou; los restaurantes de Diagonal, abiertos de par en par, servían cava y copetines; el Liceo presumía de distinción, y la industria funcionaba a todo trapo, igual que el comercio de proximidad. Cuando Pujol reinaba, no había pandemias. Tampoco pululaban Torra y Puigdemont.

Ahora ya que los achaques de la edad no perdonan y uno apenas puede controlar el qué dirán, Jordi Pujol se deja querer. Aspira a seguir ejerciendo de padre de la patria. Ha resucitado epistolarmente. Escribía este domingo en la casa de Godó que “Cataluña tiene que disponer de un régimen político e institucional que le asegure capacidad de actuar con eficacia sobre su gente. En el ámbito político, social y económico, y en el de la propia identidad”.

No se trataba de un texto reciente sino de un fragmento de una conferencia del 'expresident' de 2014 que llevaba el título de ‘Herder y Renan. Y el derecho a decidir’, que recupera ahora en plena crisis sanitaria y económica. La interpretación de estas palabras en el tiempo actual es la misma que hace la portavoz de la Generalitat, Meritxell Budó: si Cataluña hubiera sido independiente, habría sido más eficiente con el coronavirus y hubiera tenido menos muertos.

Pujol está imputado por ser ‘primus inter pares’ de una organización criminal montada para enriquecerse durante décadas

La especie no es nueva. Los ideólogos del secesionismo han aprovechado el caos derivado de la crisis social del covid, así como la dependencia del Gobierno de Pedro Sánchez de los votos de los secesionistas, para ir escalando posiciones. Han tratado de dar un espaldarazo al independentismo cuando ya está lejos de ser la mayor preocupación de los catalanes.

El 21,8% de los votantes republicanos y el 17,4% de los de JxCAT aseguran que lo que más les importa son los problemas de salud derivados del coronavirus. Cataluña notificó este domingo 1.204 nuevos contagios confirmados de covid, para un total de 330.658 casos acumulados. La cifra de fallecidos ha aumentado en 58 personas, hasta los 15.491.

“Porque después de siglos de Estado español, con política persistente y con todos los resortes del Estado de carácter unificador y muy a menudo con anulación de nuestras instituciones, con persecución de elementos básicos de nuestra identidad, como la lengua y la cultura (...), después de todo eso y de mucha inmigración que se ha ido incorporando con beneficio general, es decir, de toda la sociedad catalana, Cataluña ha mantenido su personalidad”, remarcaba Pujol en su artículo de este fin de semana en ‘La Vanguardia’.

placeholder Jordi Pujol y Felipe González.
Jordi Pujol y Felipe González.

Para quienes les flojeen las neuronas, merece la pena recordar que Pujol está imputado en la Audiencia Nacional después de que el juez De la Mata considerara que es ‘primus inter pares’ de una organización criminal, la del clan Pujol, montada para enriquecerse durante décadas a través de actividades relacionadas con la corrupción. Les acusa de blanqueo de capitales, falsedad documental y delitos contra la Hacienda Pública.

Durante mucho tiempo, a Pujol le dejaron hacer desde Madrid. Poco importaba lo que fraguaran sus hijos si, a cambio, se convertía en garante del ‘seny’ y aseguraba la gobernabilidad de España. Lo veían como un hombre de Estado, como un político más pragmático que ideológico que facilitó la Transición junto a Felipe González, Santiago Carrillo, Adolfo Suárez y Manuel Fraga. Pujol era el quinto jinete y fue compensado por ello.

La Justicia no se interesó por los tejemanejes del clan Pujol hasta 2012, cuando se convirtió en un auténtico peligro para el Estado

“Los gobiernos españoles han dejado a CiU campar por sus respetos, violar impunemente la Constitución y desacatar las sentencias de los tribunales. Todo ello ha creado un campo abonado donde una chispa provoca el incendio separatista”, señalan en ‘Cataluña en España. Historia y mito’, libro coordinado por el doctor en Economía y Derecho Gabriel Tortella.

Ni las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado ni la Justicia española se interesaron por Jordi Pujol ni por los tejemanejes de su familia. No lo hicieron hasta 2012, cuando empezó a aflorar el independentismo y se convirtieron en un auténtico peligro para el Estado.

placeholder Marta Ferrusola, esposa del expresidente de la Generalitat Jordi Pujol. (EFE)
Marta Ferrusola, esposa del expresidente de la Generalitat Jordi Pujol. (EFE)

En julio de 2014, pocos meses después de la conferencia que este fin de semana recogía ‘La Vanguardia’ sobre el derecho a decidir del pueblo catalán, se hacían públicas las cuentas secretas del clan Pujol en Andorra, que dejaban claro que nada fue como lo vendieron. A pesar de los indicios, el 'expresident' nunca pisó la cárcel.

Ahora, Pujol vuelve a asomar la cabeza. Lo hace a sus 90 años, desde un desvencijado despacho. Un movimiento que resulta un enigma incluso para sus más próximos, pero que es aplaudido por los nostálgicos convergentes que reniegan del escenario distópico de la Cataluña actual.

No es una reivindicación de Jordi Pujol, sino de lo que representó su figura y, especialmente, de aquellos tiempos en los que Cataluña se erigía en referente internacional de la cultura, la economía y el turismo. Nada de eso, desgraciadamente, queda ya.

En Cataluña, hay nostalgia de Pujol. “Cuánto se le echa en falta…”, lamenta la alta burguesía entre 'flors i violes'. En los tiempos de Pujol, el Fútbol Club Barcelona hacía rugir las gradas del Camp Nou; los restaurantes de Diagonal, abiertos de par en par, servían cava y copetines; el Liceo presumía de distinción, y la industria funcionaba a todo trapo, igual que el comercio de proximidad. Cuando Pujol reinaba, no había pandemias. Tampoco pululaban Torra y Puigdemont.

Jordi Pujol Audiencia Nacional Andorra