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El Waterloo energético de Pedro Sánchez
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Nacho Cardero

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El Waterloo energético de Pedro Sánchez

Un Gobierno de izquierdas, defensor de las clases más vulnerables, ostenta el dudoso honor de presidir la legislatura con los precios de la luz más altos de la historia

Foto: Pedro Sánchez, presidente del Gobierno. (EFE)
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno. (EFE)
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Para tratar de entender mínimamente el discurso del Gobierno de coalición sobre el precio de la luz, deberíamos acudir a Enrique Tierno Galván, del que Trapiello hace un certero retrato con apenas un par de mandobles en su obra 'Madrid'. "No he cumplido el programa electoral, pero es que en la propaganda electoral se miente siempre; en política, la mentira tiene otra importancia", se justificaba el viejo profesor cuando le criticaban por no hacer nada.

Lo grave no es tanto la ligereza con que los políticos se saltan a la torera el programa electoral como que el ciudadano, de tanto ser bombardeado con mentiras y medias verdades, al final ya no sabe distinguir la realidad del trampantojo.

Y es que un Gobierno de izquierdas, defensor de las clases más vulnerables, ostenta el dudoso honor de presidir la legislatura con los precios de la luz más altos de la historia, marcando récord tras récord, como si aquello fuera el casino de la bolsa. Todo ello después de haber criticado en tono arrabalero, manifestaciones y escraches incluidos, al anterior Ejecutivo, el de Rajoy, por no haber puesto coto a las eléctricas y a sus beneficios abusivos.

El ciudadano, de tanto ser bombardeado con mentiras y medias verdades, al final ya no sabe distinguir la realidad del trampantojo

Los planteamientos de PSOE y Podemos cuando se encontraban en la oposición pecaban del populismo habitual, soluciones extremadamente simples para cuestiones altamente complejas, y ahora, cuando les toca bregar y poner los puntos sobre las íes, se dan cuenta del quilombo en el que andan metidos. No es lo mismo predicar que dar trigo. Que se lo pregunten si no a Pablo Iglesias, que se cayó pronto del caballo camino de Damasco.

Las ideas que ha puesto el Ejecutivo sobre la mesa, bien la vicepresidenta Teresa Ribera, bien Podemos, adolecen de inseguridad jurídica. Demasiada para unos inversores que desconfían del Estado español y que nos llevan cada dos por tres al Ciadi para dirimir sus disputas.

"La narrativa para España se ha vuelto más desafiante después de un periodo de competencia intensa e intervención regulatoria", alertaba Morgan Stanley.

"La narrativa para España se ha vuelto más desafiante después de un periodo de competencia intensa e intervención regulatoria"

Esta inseguridad jurídica se puede ver tanto en la propuesta de crear una gran empresa pública que gestione las centrales hidroeléctricas como en la de limitar el precio de la energía nuclear y de la hidroeléctrica para bajar la factura de la luz, una medida que se podría acometer por decreto ley y así conseguir que los ciudadanos se vieran beneficiados a corto plazo.

Ambas propuestas parecen estar hechas de cara a la galería, esto es, para su electorado, al igual que la del presidente del PP, Pablo Casado, cuyo partido tuvo la oportunidad de arreglar el sistema de fijación de precios y no lo hizo, y ahora apuesta por reducir la factura de la luz "sacando los costes no energéticos del recibo y bajando impuestos".

¿Electrificar España? ¿A qué precio?

La ministra Ribera lleva desde el inicio de la legislatura vendiéndonos ‘urbi et orbi’ las bondades de la 'electrificación' de la economía española, ya que esta energía se tornará más competitiva en relación con las soluciones que emplean combustibles fósiles, explicaba con motivo de la puesta en marcha del Fondo Nacional de Sostenibilidad del Sistema Eléctrico (FNSSE).

El FNSSE es la obsesión de Teresa Ribera y consiste en trasladar el coste de la factura de la luz correspondiente a las ayudas a las energías renovables, y que ahora apoquina el ciudadano en el recibo, a los operadores de combustibles y gas, es decir, Repsol, Cepsa y Naturgy. Lógicamente, estos operadores ya han advertido por lo bajo de que no se van a quedar de brazos cruzados y que trasladarán de una u otra forma los incrementos a los consumidores.

¿No querías apostar por la electricidad y penalizar los combustibles fósiles? Pues bien, ahora tenemos todos los precios disparados

Esta circunstancia, sumada a la aceleración en el precio de los hidrocarburos por mor de la recuperación económica y a las tensiones geoestratégicas, augura, según recoge Carlos Sánchez en su análisis de este lunes, unos elevados precios de gas y carburantes hasta, al menos, el primer trimestre de 2022. ¿No querías caldo? Pues toma dos tazas. ¿No querías apostar por la electricidad y penalizar los combustibles fósiles? Pues bien, ahora tenemos todos los precios disparados y haciendo un boquete en los bolsillos de los hogares.

Una inflación no tan transitoria

Esta carestía en el recibo de la luz y las materias primas se viene trasladando, 'piano piano', al precio del resto de productos y servicios, adentrándonos en una espiral inflacionista que las autoridades aseguran que será transitoria, pero en los mercados empieza a calar la idea de que no lo será tanto. En España, se encuentra actualmente en el 2,9%.

El precio de la luz y el gas y su impacto en la inflación aparecen en el horizonte como el mayor riesgo para un Sánchez en exceso confiado.

El Waterloo que podría hacer perder a este Gobierno unas elecciones no se encuentra en guerras lejanas sino en la cocina de los españolitos de a pie. Si los elevados precios persisten, que persistirán, Sánchez tendrá un problema y los manifestantes volverán a la calle.

Para tratar de entender mínimamente el discurso del Gobierno de coalición sobre el precio de la luz, deberíamos acudir a Enrique Tierno Galván, del que Trapiello hace un certero retrato con apenas un par de mandobles en su obra 'Madrid'. "No he cumplido el programa electoral, pero es que en la propaganda electoral se miente siempre; en política, la mentira tiene otra importancia", se justificaba el viejo profesor cuando le criticaban por no hacer nada.

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