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Vox sigue imparable. ¿Razón? Pregunten a Casado
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Nacho Cardero

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Vox sigue imparable. ¿Razón? Pregunten a Casado

Cada vez que Casado se enfrenta a Díaz Ayuso, la Juana de Arco de la derecha española y referente de Europa casi sin querer, una ristra de votos se va para los de Abascal

Foto: El presidente de Vox, Santiago Abascal. (EFE)
El presidente de Vox, Santiago Abascal. (EFE)
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Volvemos a ser testigos de una de esas escenas a lo Tarantino a las que es tan dada la política española: se apuntan unos a otros con la pistola, alguien dispara al aire y acaban todos muertos. Nos referimos al PP. El que dispara primero es Miguel Ángel Rodríguez (MAR). Los demás entran al trapo como miuras, empezando por Teodoro García Egea, guardián de las esencias de Génova. Es la maldición de la derecha o cómo pegarse un tiro en el pie cuando las perspectivas electorales son buenas y la pulsión antisanchista cotiza en máximos.

¿Qué sentido tiene traer el polémico debate de la presidencia del PP de Madrid en estos momentos, a escasas semanas de la convención? ¿Por qué Ayuso se ha montado un viaje a Estados Unidos en las mismas fechas que el gran evento del PP para este otoño? A falta de una interpretación lógica, en la sede nacional lo ven como un juego de tronos, esto es, como una estratagema de MAR para implosionar el partido, descabalgar a Casado y colocar a Ayuso en la rampa de salida. No querías caldo, pues toma dos tazas.

placeholder Miguel Ángel Rodríguez (i), asesor de Isabel Díaz Ayuso. (EFE)
Miguel Ángel Rodríguez (i), asesor de Isabel Díaz Ayuso. (EFE)

En Sol, en cambio, lo que se preguntan es lo contrario: ¿por qué muestra resistencia Casado a que la presidenta de Madrid lo sea a su vez del partido en esa comunidad? Su oposición no se entiende sino desde la debilidad y el miedo a que Ayuso le haga sombra. Por resultados y por imagen, la presidenta se ha ganado los galones para ostentar dicho cargo y elaborar las listas para los próximos comicios, guste o no guste a Génova y guste o no guste a los alcaldes.

Cualquier oposición a los planes de Ayuso sería como tirar piedras contra el tejado del PP, habida cuenta del culto a la personalidad generado en torno a su imagen. Para muestra, los aplausos y vítores a lo ‘rockstar’ con que fue recibida en el San Pablo CEU. Tomen nota.

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En el PSOE, como no podía ser de otra forma, dan palmas con las orejas ante el ruido de sables que se escucha en los cuarteles del PP, pues les proporciona oxígeno entre tanta polémica de la luz y tanta manifestación etarra. No pierden una sola oportunidad para darle aire a la cosa: “Parece que Casado tiene un pequeño problemilla…”, dicen cáusticos en Moncloa. Piano a piano, el mantra va calando en la opinión pública.

Pero donde hay euforia es en Vox. En la formación, se restriegan los ojos porque no se lo creen. A pesar de los funestos vaticinios de los partidos rivales y de algunos de sus propios militantes, que les auguraban una pronta canibalización por los populares, no dejan de aumentar en escaños. Las peleas intestinas en el PP les vienen como miel sobre hojuelas. Cada vez que Casado se enfrenta a Díaz Ayuso, la Juana de Arco de la derecha española y referente de Europa casi sin querer, una ristra de votos se va para los de Abascal.

Según el Observatorio Electoral de El Confidencial, Vox rompería hoy el techo de las anteriores generales, alcanzando el 16,5% del voto y ganando un escaño más, hasta los 56 diputados. El Partido Popular también sube, hasta el 26,4% de los votos y 113 diputados, pero se trata de un resultado más magro que el que arrojaban anteriores sondeos. Se percibe cierto estancamiento en la estimación de voto. El pandemónium madrileño no ayuda. Además, siguen necesitando a Vox para la hipotética gobernabilidad del país.

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Los de Abascal, a pesar de Abascal, son quienes mejor están sabiendo leer el escenario político y quienes más provecho están sacando de los problemas que acechan a Génova y de las controversias que afectan al Gobierno, con una estrategia de oposición en las calles con la que se identifican ciudadanos que van más allá del votante tipo de extrema derecha.

El que se decanta por Vox es alguien blanco, heterosexual, padre de familia, que se pasa dos terceras partes de la jornada trabajando, con residencia seguramente en una de esas poblaciones que llaman de la España vacía y que está hasta las narices de que le digan lo que tiene que hacer y le aburran con discusiones estériles sobre el sexo de los ángeles en el Congreso de los Diputados. Y de estos hay muchos. Incluso en la izquierda.

Las fortalezas del PP son muchas, algunas impensables al principio de legislatura, cuando una formación diezmada se preparaba para una larga travesía por el desierto. Ha ganado cerca de 1,4 millones de votos desde las últimas generales, lo que no resulta baladí.

placeholder El presidente del PP, Pablo Casado, conversa con Teodoro García Egea. (EFE)
El presidente del PP, Pablo Casado, conversa con Teodoro García Egea. (EFE)

Lo ha conseguido tras engullir a Ciudadanos, pero no solo gracias a ello. También cuenta con una gran fidelidad entre sus votantes y ha ampliado el rango de edad de quienes confían en las siglas. Ha pasado de ser el partido de la tercera edad al de los jóvenes. Aquí Ayuso, de nuevo, se arroga el mérito. Estas circunstancias, más los traspiés del Ejecutivo central, han permitido que el empate crónico entre los bloques se haya terminado decantando a favor de la derecha.

Con todo y con eso, el PP está todavía lejos de ese 30% que lo alejaría aún más del PSOE y le garantizaría casi matemáticamente la Moncloa. Sigue dependiendo mucho de Vox y eso le supone un duro contratiempo. El fantasma de la llegada de la ultraderecha al poder le hará la campaña a la izquierda. Además, no gusta en Bruselas. Las reticencias, por no decir oposición, de Europa a una posible coalición con Vox para formar Gobierno no dejan dormir a Casado por las noches. Eso y la larga sombra de Ayuso.

Volvemos a ser testigos de una de esas escenas a lo Tarantino a las que es tan dada la política española: se apuntan unos a otros con la pistola, alguien dispara al aire y acaban todos muertos. Nos referimos al PP. El que dispara primero es Miguel Ángel Rodríguez (MAR). Los demás entran al trapo como miuras, empezando por Teodoro García Egea, guardián de las esencias de Génova. Es la maldición de la derecha o cómo pegarse un tiro en el pie cuando las perspectivas electorales son buenas y la pulsión antisanchista cotiza en máximos.

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