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Los alicientes de Sánchez para adelantar generales a este mismo otoño
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Nacho Cardero

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Los alicientes de Sánchez para adelantar generales a este mismo otoño

Los comicios se celebrarían antes de cerrar unos presupuestos generales del Estado que se presentan, a día de hoy, tan necesarios como utópicos

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Mariscal)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Mariscal)
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Draghi ha mostrado el camino. Con el populismo de socio parlamentario, una autonomía política mermada por la coyuntura, unos presupuestos que, de salir, lo harán hipotecados, una agenda de reformas imposible y unos fondos europeos Next Generation supeditados precisamente a dichas reformas, el mandatario italiano dijo pies para qué os quiero y presentó su dimisión al presidente Mattarella, quien muy amablemente la rechazó. Una reflexión a la que tampoco es ajeno Pedro Sánchez y que tienta al español para convocar elecciones generales a la vuelta del verano antes de adentrarnos en un invierno que, en el mejor de los casos, será complicado. Tan complicado como para que Deutsche Bank plantee como escenario posible en los próximos meses el tener que calentar las casas quemando madera.

Los comicios se celebrarían antes de cerrar unos presupuestos generales del Estado que se presentan, a día de hoy, tan necesarios como utópicos. Resulta suicida surfear el panorama económico actual con una prórroga presupuestaria. Ni a los más locos del lugar se les ocurriría tamaña temeridad. Pero lo cierto es que cuadrar las cuentas de 2023 va a resultar más difícil que un puzle de 100.000 piezas con los ojos tapados. Subir las pensiones y los salarios de los funcionarios conforme a la inflación, tal y como han prometido, supondrá del orden de 32.000 millones de euros. Además, al ministro Escrivá le quema en las manos la segunda parte de la reforma de las pensiones, que hemos prometido a la UE que tendremos a finales de año y que, a día de hoy, resulta un arcano.

"Si decide incluir en los presupuestos las subidas anunciadas, tendrá que explicar de dónde va a sacar un dinero que no tiene ni va a tener"

Si en noviembre el Ejecutivo decide incluir en los presupuestos las subidas anunciadas, tendrá que explicar muy bien de dónde va a sacar un dinero que no tiene ni va a tener. Deberá dar los detalles con celeridad antes de que el Banco Central Europeo descuelgue el teléfono reclamando lo mismo que reclamó a Zapatero en 2011. Y si finalmente decide no indexar al IPC ni el sueldo de los funcionarios ni las pensiones, tendrá que justificar igual de bien ante su parroquia por qué dijo una cosa y ha decidido hacer la contraria. Ante este dilema, si el presidente del Gobierno tuviera que tomar una decisión en noviembre, ¿qué haría? ¿Esperar a ese mes o jugar la partida antes? ¿Acaso no se le abre una ventana de oportunidad a la vuelta del verano, con la inercia de unas vacaciones donde se ha tirado de chequera como si se fuera a acabar el mundo y todavía no se notan los estragos apocalípticos de la crisis energética?

Sánchez tiene más de siete vidas y quien se atreva a darle por amortizado, como le gusta recalcar a Carlos Alsina en sus editoriales, peca de ingenuo. El presidente sabe del panorama que viene y ha de optar por anticiparse o esperar a que escampe. Lo primero está en su mano; lo segundo, no. Sánchez no tiene cara ni ganas de ser 'Zapatero 2011'. Sánchez sabe que, más pronto que tarde, deberá tomar medidas duras porque, en caso contrario, el BCE dejará de comprar bonos españoles y no podremos financiarnos, y de ahí vendrán luego las tensiones en la prima de riesgo, menos creación de empleo, malestar social e incluso huelgas organizadas por quienes son sus aliados, esto es, los sindicatos. Por este motivo, no es muy probable que el PSOE llegue a Navidad o al final del curso que viene con más apoyo electoral del que cuenta actualmente. Un adelanto otoñal dejaría al PSOE en condiciones de sobrevivir. Le otorgaría un volumen parlamentario suficiente y también margen para afrontar las autonómicas y municipales en mejores condiciones.

placeholder La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. (EFE/Georgi Licovski)
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. (EFE/Georgi Licovski)

Si Sánchez sale victorioso de las generales, tendrá la posibilidad de implementar esas medidas duras que reclama Europa. Lo hará al principio de la legislatura para que así luego la opinión pública tenga tiempo para olvidarse; y si pierde, le quedará un buen puñado de diputados, suficientes para ejercer una oposición fuerte, sin haber tenido que doblar la cerviz como Zapatero y con el currículo necesario para convertirse en referente de la socialdemocracia europea y aspirar a cualquier institución de fuste.

Curiosamente, este adelanto electoral, además de ser bueno para el PSOE, podría serlo también para España. Digo 'curiosamente' porque, en los últimos años, esta circunstancia raras veces se ha dado, ya que en Moncloa se ha gobernado más pensando en las encuestas y en el mantenimiento del poder que en el Estado de derecho y el bienestar de los españoles. Es obvio que España necesita un Gobierno fuerte con toda la autonomía política posible de cara a lo que está por llegar. Un Gobierno fuerte podría sacar adelante unos presupuestos sensatos y unos presupuestos sensatos traerían credibilidad, confianza en los mercados y, entonces sí, fondos europeos.

El análisis resulta contraintuitivo, pero verosímil. También podría explicar el giro de discurso dado en el debate sobre el estado de la nación, con unos impuestos a las eléctricas y bancos que no obedecen a ningún plan económico para atajar la inflación, sino que parecen diseñados 'ad hoc' para un programa electoral. Un Sánchez en estado puro que ha decidido defenderse agarrándose a las banderas de Podemos y que, como él mismo dijo, va a por todas.

Draghi ha mostrado el camino. Con el populismo de socio parlamentario, una autonomía política mermada por la coyuntura, unos presupuestos que, de salir, lo harán hipotecados, una agenda de reformas imposible y unos fondos europeos Next Generation supeditados precisamente a dichas reformas, el mandatario italiano dijo pies para qué os quiero y presentó su dimisión al presidente Mattarella, quien muy amablemente la rechazó. Una reflexión a la que tampoco es ajeno Pedro Sánchez y que tienta al español para convocar elecciones generales a la vuelta del verano antes de adentrarnos en un invierno que, en el mejor de los casos, será complicado. Tan complicado como para que Deutsche Bank plantee como escenario posible en los próximos meses el tener que calentar las casas quemando madera.

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