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Pallete versus Zuckerberg: la batalla geopolítica llega al Mobile
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Nacho Cardero

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Pallete versus Zuckerberg: la batalla geopolítica llega al Mobile

Parece razonable que las 'big tech' paguen por el uso del ancho de banda, ya que no es lógico que solo cinco compañías no europeas consuman de forma gratuita el 60% de las redes de los operadores europeos

Foto: El presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete. (EFE/Javier Lizón)
El presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete. (EFE/Javier Lizón)
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No hay mal que por bien no venga. Tanto la pandemia del covid-19 como la guerra de Ucrania están sirviendo a Europa para evolucionar Maastricht, en un intento por configurarse en un sujeto político con soberanía y voz propia, superando su particular crisis existencial y escapando del sándwich que le hacen EEUU, por un lado, y China, por el otro. Aun con tropiezos como la estrategia energética de aprovisionamiento de gas, donde cada país ha jugado sus cartas, lo cierto es que instrumentos de solidaridad fiscal como los Next Generation o mecanismos antifragmentación financiera, como el desplegado por el BCE, son síntomas de que Europa, esta vez sí, se mueve en la dirección correcta.

En este contexto hay que interpretar la contraofensiva de Bruselas para salvaguardar la industria europea y fijar una respuesta conjunta a la nueva ley para la reducción de la inflación de EEUU (de la que ya hablamos con la excusa de la batalla en Celsa), o el anuncio de la semana pasada de Thierry Breton, comisario de Mercado Interior e Industria, de abrir una consulta pública para determinar si los gigantes digitales, como Google o Facebook, tienen que pagar un porcentaje por el uso de las redes de telecomunicaciones. Un movimiento sísmico que, de llevarse a efecto, pondría coto a ese poder cuasi omnímodo de las big tech que atenta contra la competencia efectiva y que, por mor del uso y abuso del algoritmo, supone un riesgo para la misma democracia.

"En puridad, la férrea determinación de la Comisión Europea para frenar a las grandes tecnológicas nunca ha sido tal"

En puridad, la férrea determinación de la Comisión Europea para frenar a las grandes tecnológicas nunca ha sido tal. Siempre se ha mostrado dubitativa —arguyendo una cosa y, a las 24 horas, la contraria—, acogotada por los grupos de presión bruselenses y las amenazas del hermano mayor norteamericano. Han tenido que venir una pandemia y una guerra militar (y comercial) para que la Comisión se apreste a cambiar su rígida normativa y permita competir con las grandes corporaciones internacionales. Actualmente, entre las mayores tecnológicas mundiales apenas hay un par de europeas (ASML y SAP).

La iniciativa, que llega tarde, no ha corrido a cargo tanto de la Comisión como de los operadores de telecomunicaciones, que llevan desde hace años clamando en el desierto por una nueva regulación. En opinión de las telecos, las big tech están aprovechándose ilegítimamente de un ancho de banda por el que no pagan y, por tanto, deberían contribuir al mantenimiento y despliegue de las actuales y futuras infraestructuras.

De entre todos los altos ejecutivos, quien más ha impulsado esta reivindicación es José María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica y, desde junio, de la asociación de operadoras GSMA, que ha hecho de esta causa una de sus principales batallas políticas. Dos declaraciones lo ponen negro sobre blanco. Una, durante la presentación de resultados de la operadora española: "Es el momento de escribir las reglas del siglo XXI". Dos, en una entrevista en Expansión previa al Foro de Davos: "No son tiempos de confrontación ni de fragmentación, sino de colaboración y cooperación". De colaboración entre las distintas telecos europeas, otrora enemigas las unas de las otras, y de estas con el poder político.

Foto: José María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica. (EFE/Emilio Naranjo)

Las colaboraciones público-privadas, como hemos visto en el sector de las telecomunicaciones, nunca son fáciles, básicamente porque juegan en planos distintos: las empresas son rápidas y por lo general eficientes; los Estados, más garantistas y, por lo general, ineficientes, en tanto en cuanto la elaboración de leyes está presidida por la reflexión y la prudencia. Por eso, los nuevos tiempos deben eliminar la dinámica de los grupos de presión tradicionales por otra modalidad en la que "las empresas ponen en primer lugar las necesidades de un país, región o comunidad, y buscan políticas que resuelvan los problemas de todos", reclama el ex consejero delegado de Unilever Paul Polman.

Es evidente que el nuevo mundo digital requiere de una regulación digital y que, por ende, Europa no puede seguir con normativas analógicas. De ahí que parezca razonable que las big tech paguen por el uso del ancho de banda, ya que no es lógico que solo cinco compañías no europeas consuman de forma gratuita el 60% de las redes de los operadores europeos. La medida, no obstante, cuenta con un número nada desdeñable de detractores, que considera que cualquier impuesto que se aplique a las tecnológicas lo acabará pagando el consumidor final (léase este artículo de Enrique Dans), cosa bastante probable.

Otra de las ideas que subyacen bajo la iniciativa anunciada por la Comisión consiste en impulsar procesos de concentración y promover gigantes continentales que puedan medirse de tú a tú con norteamericanos y chinos. Las operadoras europeas llevan décadas exigiendo una enmienda a la totalidad regulatoria que facilite la consolidación del sector. En este sentido, la operación anunciada entre MásMóvil y Orange, cuyo dictamen de Bruselas se espera para el 30 de marzo, se antoja clave.

"Es la primera vez, en mucho tiempo, que la música que emiten las operadoras tiene sentido e incluso gusta a los analistas"

El analista económico Fernando Primo de Rivera suele decir, con razón, que la UE es la mejor historia de marketing peor contada. La afirmación valdría igualmente para las grandes operadoras europeas. Ellas son la clave de bóveda del Viejo Continente, las que hacen que la conectividad de unos y otros sea algo tan natural como el respirar, que las empresas hayan podido funcionar con normalidad y los particulares hayan podido navegar sin problemas durante el confinamiento, que no se hayan caído las redes a pesar de la alta concurrencia. Sin embargo, estas compañías, piano piano, han ido perdiendo influencia, su cotización ha caído con fuerza en bolsa y, lo peor de todo, han sido incapaces de hilvanar un relato coherente y explicar de dónde vendrían sus ingresos futuros.

Es la primera vez, en mucho tiempo, que la música que emiten las operadoras tiene sentido e incluso gusta a los analistas. Las acciones de Telefónica se encuentran en máximos anuales tras presentar resultados. Habrá más novedades en el Mobile World Congress, que comienza en Barcelona este lunes. El Mobile va camino de convertirse en el campo de batalla comercial de la nueva geopolítica. Como explicábamos este fin de semana, nos adentramos en una nueva era de bloques económicos, con EEUU y China a la cabeza, donde el libre mercado tiene un papel secundario y la tecnología se erige en uno de los pilares clave. Llega el momento de menos metaverso y más Europa.

No hay mal que por bien no venga. Tanto la pandemia del covid-19 como la guerra de Ucrania están sirviendo a Europa para evolucionar Maastricht, en un intento por configurarse en un sujeto político con soberanía y voz propia, superando su particular crisis existencial y escapando del sándwich que le hacen EEUU, por un lado, y China, por el otro. Aun con tropiezos como la estrategia energética de aprovisionamiento de gas, donde cada país ha jugado sus cartas, lo cierto es que instrumentos de solidaridad fiscal como los Next Generation o mecanismos antifragmentación financiera, como el desplegado por el BCE, son síntomas de que Europa, esta vez sí, se mueve en la dirección correcta.

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