Caza Mayor
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El último cuento de la Moncloa: Sánchez, pacificador de Ucrania
Resultaría imposible de creer si no fuera porque es la Moncloa, reconvertida en el orwelliano Ministerio de la Verdad, quien se encarga de distribuir la especie entre los satélites amigos
De los mismos autores que aseguran que "el nuevo posicionamiento de España respecto al Sáhara cierra el problema de Ceuta y Melilla y blinda la colaboración en inmigración con Marruecos", o dicen asertivos que "la reunión con Xi Jinping servirá para reactivar los vínculos económicos con China", llega ahora "la presidencia de España en la Unión Europea será el trampolín de nuestro mandamás para llevar la paz hasta Ucrania y apuntarse un tanto solo al alcance de personalidades tales que Gorbachov u Obama", todo un triple salto mortal con tirabuzón para consumo de los muy cafeteros.
Semejante cuento resultaría imposible de creer si no fuera porque es la Moncloa, reconvertida en el orwelliano Ministerio de la Verdad, quien se encarga de distribuir la especie entre los satélites amigos (interprétese el término amigo en su acepción sanchista, esto es, persona a la que se tiene un afecto que nace y fortalece a golpe de prebendas y fondos Next Generation).
Sánchez como solución a la guerra que trae de cabeza a las democracias europeas y que ha hecho saltar las costuras de las relaciones internacionales. Increíble pero cierto. El propio presidente español, al que la hybris se le ha subido a la cabeza en un trasunto de trastorno de personalidad narcisista, entiende que se trata de un escenario verosímil. Si los españoles han tardado tres años en darse cuenta de la martingala, por qué no va a suceder lo mismo con nuestros vecinos europeos.
Para ello, cuenta con la inestimable colaboración de la maquinaria monclovita, experta en crear relatos y manosear la verdad hasta conseguir que pierda su significado. Se trata de convertir el inane viaje a Pekín, la irrelevancia de España en el contexto internacional y la obsesión de Sánchez por parecer más que ser en todo un éxito planetario.
Este Gobierno se ha especializado en fallar incluso cuando acierta. Primero fue el viraje en nuestro posicionamiento sobre el Sáhara, del que aún desconocemos las contrapartidas efectivas que Marruecos haya podido prometer, y ahora toca el viaje a China, de donde también nos hemos venido de vacío.
"Este Gobierno se ha especializado en fallar incluso cuando acierta. Primero fue el viraje sobre el Sáhara y ahora toca el viaje a China"
Desconocemos el rol de España en esta tournée y también el que queremos que tenga Xi Jinping para la resolución del conflicto. No hay trasfondo estratégico en el encuentro de Pekín. Pudiera haber tenido sentido hace unos años, pero no ahora que hemos entrado en una nueva fase en la economía global y empezamos a entender lo que está en juego en cuanto a dominación tecnológica.
Ofrecernos ahora a facilitar el desembarco de China en Europa resulta tan extemporáneo como suicida, y argumentar que estos viajes buscan la autonomía estratégica europea es risible, en tanto en cuanto necesitamos que los norteamericanos se impliquen de lleno en el Viejo Continente para evitar la reconstrucción por capítulos del imperio soviético.
Tampoco se pueden olvidar obviedades tales que Putin se encuentra en la órbita de Xi Jinping, que China ha conseguido dominar los mercados de paneles solares y baterías ―mensaje subliminal a Teresa Ribera y su política de descarbonización―, que nos jugamos el futuro de nuestras democracias en la inteligencia artificial y que el gigante asiático, acaso la punta de lanza de la IA, supone una amenaza para nuestra prosperidad económica y nuestro concepto de privacidad y libertad.
El viaje chino de Sánchez y los fastos que están preparando para el segundo semestre del año, cuando España asuma la presidencia rotatoria del Consejo Europeo, no han de interpretarse en clave del gran estadista que dice ser, sino como ejercicio de mercadotecnia (y pirotecnia) por parte de un presidente que, por un lado, busca consolidar su imagen internacional de líder moderno, sostenible, inclusivo y que habla inglés como si procediera de Eton, y por otro, remontar las encuestas de cara a las elecciones generales.
Lo contaba Nacho Alarcón en una de sus crónicas bruselenses: el presidente tiene dos caras, una cuando cruza los Pirineos y otra a nivel interno. En esta última, los resultados de la estrategia iniciada en el verano de 2022 no están dando los frutos esperados.
"Moncloa pretende convertir la presidencia de turno de la UE del segundo semestre en el cañón Bertha de la campaña electoral"
Dicha estrategia consistía en, primero, blanquear y dulcificar la imagen del presidente y aproximarlo a la ciudadanía a través de la campaña El Gobierno de la gente, movimiento devenido fracaso por lo evidente y tosco del mismo; segundo, poner al conjunto de sus ministros a rebuscar los trapos sucios de Feijóo en las hemerotecas para horadar su perfil de moderado y así recortarle distancia en los sondeos, y tercero, espolear el perfil internacional de Sánchez, que ya cultivó en la pasada cumbre de la OTAN, y capitalizar el idilio que mantiene con destacados líderes europeos como Von der Leyen y Scholz.
Ante el nulo efecto de los dos primeros puntos de esta estrategia trompetera, la Moncloa fía sus posibilidades al tercero de ellos. Esto es, pretende convertir la presidencia de turno de la UE del segundo semestre en el cañón Bertha de la campaña electoral. Y si para eso hay que llevar de las orejas a Zelenski a la plaza Roja de Moscú a firmar un armisticio con Putin, pues se le lleva. En peores plazas hemos toreado, debe pensar Sánchez. Basta recordar la guerra de las urnas del comité federal del PSOE del 1 de octubre de 2016.
De los mismos autores que aseguran que "el nuevo posicionamiento de España respecto al Sáhara cierra el problema de Ceuta y Melilla y blinda la colaboración en inmigración con Marruecos", o dicen asertivos que "la reunión con Xi Jinping servirá para reactivar los vínculos económicos con China", llega ahora "la presidencia de España en la Unión Europea será el trampolín de nuestro mandamás para llevar la paz hasta Ucrania y apuntarse un tanto solo al alcance de personalidades tales que Gorbachov u Obama", todo un triple salto mortal con tirabuzón para consumo de los muy cafeteros.
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