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Ayuso: misión echar a Sánchez como sea
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Nacho Cardero

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Ayuso: misión echar a Sánchez como sea

Ayuso y Sánchez, Sánchez y Ayuso. Aquí dos enemigos íntimos. Ambos han ido creciendo políticamente en el mismo marco espacio-temporal. Las respuestas de la presidenta madrileña en la entrevista ponen negro sobre blanco esta extraña simbiosis

Foto: Entrevista a Isabel Díaz Ayuso. (Sergio Beleña)
Entrevista a Isabel Díaz Ayuso. (Sergio Beleña)
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Si uno se mide por el número y la fortaleza de sus enemigos, nadie puede negar que la figura de Ayuso va in crescendo. A ello contribuyen las pasiones que despierta en el electorado de la derecha, lo que le asegurará la gobernabilidad y tal vez la mayoría absoluta el próximo 28-M, y la polarización e inquina que le profesan los votantes de la izquierda, empezando por el presidente del Gobierno, al que se le hincha la vena del cuello cada vez que menta su nombre. La última vez, el pasado martes en el Senado.

Con el verbo más inflamado de lo habitual debido a la cercanía de los comicios, Sánchez volvió a dirigir sus dardos contra la baronesa popular: "Lo que se apruebe en estas Cortes tiene que cumplirse en todos y cada uno de los territorios. Le puede ir diciendo a sus comunidades autónomas que van a cumplir la ley de vivienda", trasladó el presidente a Feijóo, en un claro mensaje a la presidenta por el conflicto competencial en ciernes.

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Una norma acordada por PSOE, Podemos, ERC y Bildu que implica que los arrendadores sean expoliados, y no expropiados mediante justiprecio, de los beneficios connaturales a la posesión del inmueble, tal y como escribía José Antonio Zarzalejos; un escalón más en el proceso de intervención absoluta en el que anda el Ejecutivo y que afecta a todos los ámbitos de la sociedad, no solo el económico, y merma nuestras libertades.

Ese mismo martes, para más inri, el recién nombrado delegado del Gobierno, Francisco Martín, daba su nihil obstat a una manifestación el 2 de mayo en la Puerta del Sol. La protesta contra Ayuso estaba organizada por los afectados por la línea 7B de Metro e iba a tener lugar justo en frente del Ejecutivo regional, en una plaza abarrotada de público por la celebración del día grande de Madrid. La decisión resultaba tan burda, y los objetivos de la misma, tan evidentes, que hasta Francisco Martín, tildado de "activista" por el Gobierno autonómico, tuvo que recular aduciendo razones de seguridad. Ya no será en Sol. Ha reubicado a los manifestantes unos metros más allá, en Arenal.

Por si fuera poco el pandemónium, este sábado se supo que Bolaños se autoinvitaba al 2 de mayo para desconcierto del Ejecutivo autonómico. El gesto ha sido calificado de "provocación", ya que el ministro no ha sido formalmente convocado. A estas horas, en Sol están consultando los decretos de protocolo del Estado y de la CM, para saber qué hacer y "dónde colocar a una persona que no ha sido invitada".

La presidenta se encuentra tan empoderada como contrariada por la ofensiva sanchista. Antes de empezar con la entrevista que hoy publicamos, nos confesó que esa noche había dormido intranquila. Por las grúas, que no sabe si llegarán a tiempo para retirarlas de la plaza para el 2 de mayo, y por los ardides del delegado del Gobierno para tratar de boicotear la festividad, después de dos años sin apenas celebración por culpa de los protocolos coronavíricos. Se quejaba de que Sánchez no tiene escrúpulos, de que va a por ella, de que es un peligro.

Ayuso y Sánchez, Sánchez y Ayuso. Aquí dos enemigos íntimos. Ambos han ido creciendo políticamente en el mismo marco espacio-temporal. El Sánchez y Ayuso de 2018 se parecen al Sánchez y Ayuso de 2023 como un huevo a una castaña. Han ganado en liderazgo y carisma. El uno se ha convertido en la némesis de la otra, y viceversa. En ocasiones dan la sensación de necesitarse, de que la figura del uno no tendría sentido sin la existencia de la otra. Buscan el cuerpo a cuerpo. Así se alimenta la pulsión anti-Sánchez. También la anti-Ayuso.

Las respuestas de la presidenta madrileña en la entrevista ponen negro sobre blanco esta extraña simbiosis entre los dos presidentes, el del Ejecutivo central y el del regional. "El Gobierno ha cerrado ilegalmente Madrid basándose en unos expertos que no existían. Nos ha puesto un impuesto a la carta que no pagan otras comunidades autónomas desleales con España. La ley Celaá está destrozando la educación, aunque la combatimos para evitarlo. Fomentar la ocupación, la inseguridad jurídica, hace un gran daño, especialmente en una comunidad que se sustenta en el capital y en la empresa. No somos una economía subvencionada y adormecida. No somos una sociedad anestesiada como él promueve. Todo lo que hace el presidente es atentar contra Madrid", dice Ayuso.

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Sánchez es consciente de que, con o sin mayoría absoluta, lo de Ayuso el 28-M va a ser una alfombra roja. También sabe que, si los resultados de las autonómicas y municipales no arrojan alguna sorpresa favorable a los intereses del Partido Popular, más allá de las ya descontadas, se activará el botón de autodestrucción de la derecha española y se empezará a cuestionar el perfil de Feijóo como el más idóneo para reconquistar el Ejecutivo. Es ahí donde irrumpe la estrategia del presidente de elevar la figura de Ayuso y colocarla como posible sustituta del gallego para desestabilizar a los populares, todo ello, claro está, aventado por el apparatchik monclovita, con el señor Bolaños a la cabeza.

Más allá del ruido que vayan a montar los socialistas y sus satélites mediáticos sobre el liderazgo del Partido Popular tras el 28-M, que lo montarán, Ayuso se afana en dejar tres cosas claras en la entrevista: una, que todavía le queda mucho que hacer en Madrid, incluido algún gran proyecto con el que se le recuerde; dos, que no hay más candidato para las generales que Feijóo; y tres, que la prioridad no debe ser otra que sacar a Sánchez de la Moncloa. "Si es necesario, me pongo yo de número dos en las listas", ironiza en petit comité para trasladar la urgencia de la situación. No se trata de Ayuso, ni de Feijóo, ni siquiera de Madrid. Se trata del futuro del país, asegura.

Si uno se mide por el número y la fortaleza de sus enemigos, nadie puede negar que la figura de Ayuso va in crescendo. A ello contribuyen las pasiones que despierta en el electorado de la derecha, lo que le asegurará la gobernabilidad y tal vez la mayoría absoluta el próximo 28-M, y la polarización e inquina que le profesan los votantes de la izquierda, empezando por el presidente del Gobierno, al que se le hincha la vena del cuello cada vez que menta su nombre. La última vez, el pasado martes en el Senado.

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