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El mejor Feijóo: fin de semana de pasión y gloria en el PP
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Nacho Cardero

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El mejor Feijóo: fin de semana de pasión y gloria en el PP

El PP se ha visto obligado a reaccionar este fin de semana, encadenando una serie de decisiones que le permiten recuperar el resuello y parte de la transversalidad perdida

Foto: Feijóo en un acto en Madrid este fin de semana. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
Feijóo en un acto en Madrid este fin de semana. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
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Tal y como refleja el sondeo que hoy publicamos, y como gusta decir a Ignacio Varela, el presidente Sánchez está muy lejos de poder ganar las elecciones del 23-J, lo cual no es óbice para que Feijóo, si se lo propone, tenga todavía tiempo para perderlas. Uno pierde unos comicios cuando saca mejor resultado que el partido rival, pero no consigue la mayoría necesaria para gobernar. Si el PSOE logra ahormar la madre de todos los Frankenstein, el PP, por mucho que crezca, habrá fracasado, un escenario improbable (el margen entre bloques se mantiene estable en los ocho puntos a favor de la derecha), pero no inverosímil.

Según la encuesta de IMOP para El Confidencial, el Partido Popular (136-138 escaños) ganaría los comicios, pero necesitaría a Vox (44-45), y mucho, para hacerse con el Gobierno. En la horquilla baja, la suma de ambas formaciones da como resultado 180 diputados, cifra que supera los 176 de la mayoría absoluta, pero que se encuentra lejos de los eufóricos resultados de la anterior encuesta flash y transmite cierta intranquilidad en Génova. Como si en cualquier momento se pudiera revertir la tendencia. Ese botón del que hablan en la Moncloa, que se pulsa en el último instante y lo cambia todo.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Juan Carlos Hidalgo) Opinión

Incluso si la foto final fuera muy parecida a los datos que publicamos este lunes y se impusiera el centro derecha, difícilmente podrá Feijóo afrontar una investidura en solitario. Una sensación de fragilidad aventada por el papel relevante que va a tener (y le están dando) la formación de Abascal y por los traspiés de estos primeros días de campaña. Los goles en propia puerta que se han estado metiendo los dos grandes partidos, en un ejercicio que tiene más de masoquismo que de estrategia, no resultan inocuos. Como muestra, un botón: el caso del anuncio del PP con Vox en la Comunidad Valenciana, repartiendo carteras clave a toda prisa y asumiendo postulados ajenos (el pacto tuvo lugar a mitad del trabajo de campo de la encuesta). No ha sido el único fallo. Ha habido más. Se sucedieron tan rápido que en Génova saltaron las alarmas.

Tan es así que el PP se ha visto obligado a reaccionar este fin de semana, encadenando una serie de decisiones que le permiten recuperar el resuello y parte de la transversalidad perdida. Lo de Collboni no estaba previsto (Feijóo se siente más cómodo con un perfil como el de Trias), pero hicieron de la oportunidad virtud, sacaron a Colau de la ecuación y lo votaron como alcalde. El PP recupera de esta forma el relato de la centralidad y se sacude el discurso de los "pactos de la vergüenza" con la ultraderecha, que se ha convertido en el obladí obladá de la izquierda para esta campaña.

Los empresarios que tantas palmadas dieron en la espalda a Feijóo se han quedado con un palmo de narices, pues hubieran preferido al convergente antes que al socialista para el consistorio, pero tal circunstancia debería influir poco en el ánimo del gallego, pues ha de saber que los que lo vitoreaban en el Cercle son los mismos que, meses antes, se deshicieron en halagos ante Sánchez y Aragonès, y que si tienen que volver a cambiar de caballo a mitad del trayecto, lo harán sin reparos.

Este 23-J predominará el voto útil, PP o PSOE, y decisiones como las de Barcelona, con toda la simbología que comporta, ayudarán a muchos catalanes reacios a volver al redil de los populares. Se trata de recuperar el espíritu de Inés Arrimadas —quien pasará a la historia por derrotar al independentismo en un momento crítico para el país—, unos votos que, a día de hoy, están en el aire y pueden caer del lado de Sánchez y, ahora, de Feijóo.

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De hecho, no hay mejor regalo para la campaña del gallego que el tuit de Puigdemont arremetiendo contra el "frente patriótico" de PSC, comuns y PP, y asegurando que el hecho de que "se acepte que la alcaldía de Barcelona se pastelee desde Madrid, y que se nombre a un Gobierno títere y tutelado por Madrid, demuestra hasta dónde están dispuestos a llegar sus lacayos, que hoy han vuelto a hacer lo mismo que hace cuatro años".

Además de Cataluña, los populares se han aliado en Euskadi con PSOE y PNV para extender cordones sanitarios frente a Bildu. Entregaron Vitoria a los socialistas, en un gesto con tanta carga simbólica o más que el de Barcelona, y ayuntamientos como el de Durango a los nacionalistas vascos. Es el Feijóo posibilista, el que quiere ampliar el campo de juego, que igual puede recibir votos de socialistas desencantados con Sánchez que del nacionalismo de derechas, y que pretende alcanzar a ese electorado de centro que hoy se encuentra huérfano tras la desaparición de Cs y un PSOE que se ha podemizado.

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En una escala ideológica del 1 (extrema izquierda) al 10 (extrema derecha), la encuesta de IMOP sitúa en el 3,6 a los votantes del PSOE y en el 6,8 a los del PP. En medio, no hay nada, ningún partido, solo un agujero de más de tres puntos en el que se agrupa casi la mitad de la población, votantes obligados a violentar su posición ideológica a la hora de depositar el voto en las urnas, algo que no escapa a los populares.

Otro de los aciertos que, piano piano, ha logrado Feijóo, y que abona la idea de líder moderado dado a la geometría variable, radica en su estrategia de seducción con los mismos partidos regionalistas que en su día apoyaron a Sánchez, caso de Guitarte o el PRC de Revilla. El líder de los populares ha cogido carretera y manta este fin de semana para trasladarse a un pueblo de Teruel de poco más de 300 habitantes y autoproclamarse "presidente de la España rural". Todo un aviso a navegantes.

Es ese mismo pragmatismo con el que ha confeccionado la lista del PP de Madrid, sin nombres estrella (los futuros ministros se sitúan al margen de ella), pero que garantiza la paz en la formación conservadora, producto de una transacción entre el líder nacional, Feijóo, y la regional, Ayuso; uno tuyo, uno mío, una lista cremallera como se ha hecho tradicionalmente en los partidos y que sirve para engrasar el funcionamiento de los mismos. Todo lo contrario a lo que ha ocurrido en el PSOE, que tras el 28-M y la razzia del Comité Federal, más que un partido, se parece al ejército de Pancho Villa.

Tal y como refleja el sondeo que hoy publicamos, y como gusta decir a Ignacio Varela, el presidente Sánchez está muy lejos de poder ganar las elecciones del 23-J, lo cual no es óbice para que Feijóo, si se lo propone, tenga todavía tiempo para perderlas. Uno pierde unos comicios cuando saca mejor resultado que el partido rival, pero no consigue la mayoría necesaria para gobernar. Si el PSOE logra ahormar la madre de todos los Frankenstein, el PP, por mucho que crezca, habrá fracasado, un escenario improbable (el margen entre bloques se mantiene estable en los ocho puntos a favor de la derecha), pero no inverosímil.

Alberto Núñez Feijóo
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