Es noticia
Maquiavelo te explica por qué tu cerebro cree que Sánchez ha ganado las elecciones
  1. España
  2. Caza Mayor
Nacho Cardero

Caza Mayor

Por

Maquiavelo te explica por qué tu cerebro cree que Sánchez ha ganado las elecciones

Tanto si hay pacto para investir a Sánchez como bloqueo y repetición, la sensación que nos quedará a todos es de caos e inestabilidad. La misma que persigue al país desde hace años

Foto: Pedro Sánchez, en la ejecutiva federal socialista. (EFE/Eva Ercolanese)
Pedro Sánchez, en la ejecutiva federal socialista. (EFE/Eva Ercolanese)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

No son tanto los resultados como los marcos mentales desde los que interpretamos dichos resultados. Llevamos días de sesudos análisis tratando de sumar escaños de unas formaciones y otras para conformar un Gobierno, y lo hacemos no tanto guiados por los datos fríos y objetivos como por el marco que nos han insertado en el cerebro los partidos y esos gurús políticos que moldean la realidad como científicos en el laboratorio, nutriéndose del relativismo y la utilización espuria de las cifras.

"El clamor es este: ¿por qué a Sánchez le resulta más fácil pactar con Otegi y Puigdemont que con Feijóo? ¿Y qué virtudes democráticas tienen Bildu/Junts/ERC/PNV que no tenga el PP? Sea o no posible el pacto PSOE/PP, lo que es inexcusable es la respuesta a esas preguntas", inquiría en un tuit el escritor Andrés Trapiello. La respuesta se encuentra en los marcos mentales, en la realidad efectiva de Maquiavelo.

La sensación en Génova es de derrota. ¿El culpable? Un espejismo demoscópico que les llevó a pensar que podían alcanzar los 160 diputados

El primero de los marcos nos dice que el Partido Popular, a pesar de haber ganado las elecciones, las ha perdido. Ha sido la fuerza más votada con 137 escaños, 48 más que en las pasadas generales. Feijóo podría aspirar a 172 votos a favor en una hipotética investidura, frente a los 152 que tiene Sánchez. Aun así, la sensación en Génova es de derrota amarga. ¿El culpable? Un espejismo demoscópico que les llevó a pensar que podían alcanzar los 160 diputados. De no haber inflado las expectativas, Feijóo tendría hoy más cara de presidente y el relato para encarar la investidura sería otro.

El segundo marco mental ha sido hábilmente confeccionado por la fontanería monclovita y pasaba por convencernos de que solo había un supuesto en el que Feijóo ganaba las elecciones —sumando mayoría absoluta con Vox— y de que todos los demás caían del lado de Sánchez, lo que ha ocurrido finalmente. A pesar de tener 330.000 votos menos, a pesar de haberse quedado a 16 escaños del PP, a pesar de encontrarse en un escenario peor que el de noviembre del 19 para asegurarse la gobernabilidad, a pesar de los trágalas y cesiones para ganarse a los aliados, lo del PSOE huele a victoria.

El presidente en funciones dejó claro desde el principio que daba las elecciones por perdidas y que no buscaba tanto ganar como sumar una mayoría suficiente para gobernar, o, lo que es lo mismo, ahormar en torno al PSOE la madre de todos los Frankenstein. Si no hubiéramos dado por bueno este pacto con las fuerzas nacionalistas e independentistas, el escenario sería otro, pero la gota malaya estaba ahí, sobre nuestras cabezas, haciéndonos digerir lo que en otras ocasiones hubiera resultado inverosímil.

Todo lo que ha ocurrido en esta campaña se encuentra bajo el radar y tiene mucho que ver con una sociedad líquida

Para diseccionar la sociedad española y entender cómo estos marcos calan en el imaginario, debemos hacer lo mismo que los pintores con sus cuadros. Hay artistas como Prudencio Irazábal que penetran las capas, observan la obra más allá de la superficie y desconfían profundamente de lo evidente, pues lo visual es una trampa para los sentidos. Con el 23-J, sucede igual. Todo lo que ha ocurrido en esta campaña, especialmente en las dos últimas semanas se encuentra bajo el radar y tiene mucho que ver con una sociedad líquida, cuando no vaporosa.

Me refiero no solo a la gira catódica del presidente y al inevitable apoyo del cañón Bertha, que funcionó como un reloj suizo, sino a la máquina del cabreo, o activación a máxima potencia de las redes sociales para aventar el miedo a la ultraderecha y difundir información que polarice a los posibles votantes; me refiero a la estrategia ultrasegmentada para llegar a determinados grupos de WhatsApp; me refiero a los 600.000 euros que se ha gastado el PSOE en un software llamado Tesela que le permite identificar a los afines y bombardearlos con propaganda específica para movilizarlos.

Una estrategia que no difiere mucho de la que empleó Donald Trump contra Hillary Clinton en 2016 y que bien podría haber servido a los socialistas para arañar algún punto porcentual o, lo que es lo mismo, para pasar de los 110 escaños previstos a los 121. Frente a estos instrumentos de movilización, estaba la no-campaña de los populares, quienes, de tanto leer a Rabindranath Tagore, se sentaron en los escalones de Génova creyendo erróneamente que, sin hacer nada, verían pasar el cadáver de su enemigo.

Tanto si hay pacto para investir a Sánchez como bloqueo y repetición, la sensación que nos quedará a todos es de caos e inestabilidad

Si el escenario resulta endiablado, el voto extranjero ha terminado de complicarlo. El recuento de Madrid ha dado un escaño más al PP a costa del PSOE, lo que deja los dos bloques en 171 escaños. Si Coalición Canaria se va con los populares, estarían en 172-171. Con la abstención de Puigdemont, el PP podría hacerse con la presidencia del Congreso. Cosas veredes.

La investidura es harina de otro costal. La de Feijóo resulta a todas luces imposible por el veto inamovible de Junts. Sánchez tiene más posibilidades, pero necesita el sí de los de Puigdemont. Si el catalán se abstiene, habrá repetición electoral. Tanto si hay pacto para investir a Sánchez como bloqueo y repetición, la sensación que nos quedará a todos es de caos e inestabilidad. La misma que persigue al país desde hace años.

En un reciente artículo, Felipe González se declaraba "partidario de los pactos, especialmente los pactos de centralidad. Estos fortalecen no solo la democracia, sino también el destino de un país. Cuando estos pactos de centralidad desaparecen, el país se debilita, se polariza, pierde fuerza y credibilidad tanto interna como internacionalmente. Y ahí es donde estamos ahora". Son palabras que hoy resuenan con fuerza. El problema es que González, como tantos otros, ha salido derrotado de este 23-J. Según pasan los días, se extiende la idea de que la victoria, otra vez más, ha quedado huérfana.

No son tanto los resultados como los marcos mentales desde los que interpretamos dichos resultados. Llevamos días de sesudos análisis tratando de sumar escaños de unas formaciones y otras para conformar un Gobierno, y lo hacemos no tanto guiados por los datos fríos y objetivos como por el marco que nos han insertado en el cerebro los partidos y esos gurús políticos que moldean la realidad como científicos en el laboratorio, nutriéndose del relativismo y la utilización espuria de las cifras.

Pedro Sánchez Alberto Núñez Feijóo
El redactor recomienda