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Tarjeta roja para España: la decadencia moral de un país
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Nacho Cardero

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Tarjeta roja para España: la decadencia moral de un país

Cómo este señor, del que los poderes públicos conocían su personalidad machista y sus artes, pudo campar a sus anchas. Si todos sabían, por qué todos callaron

Foto: Pedro Sánchez y Luis Rubiales, durante una visita a la Moncloa del presidente de la RFEF. (EFE)
Pedro Sánchez y Luis Rubiales, durante una visita a la Moncloa del presidente de la RFEF. (EFE)
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Ha pasado inadvertido el pescozón del Tribunal Administrativo del Deporte al Gobierno por el caso Rubiales. La resolución del TAD de la semana pasada puso negro sobre blanco la ineficiente gestión de la autoridad competente para poner coto a las malas artes del todavía presidente de la Real Federación Española de Fútbol (solo está suspendido) y da argumentos a todos aquellos que malician que el Ejecutivo lo ha estado protegiendo en su cargo y ha sido ahora, cuando la opinión pública se le ha echado encima a raíz del beso a Jennifer Hermoso, cuando se ha visto obligado a actuar.

"Este tribunal", dice la resolución, "solicitó mediante oficio del pasado 28 de agosto al Consejo Superior de Deportes que aportara copia íntegra del comunicado de la RFEF en el que basa su denuncia. Ante esta solicitud, el CSD no ha aportado el comunicado al que hacía referencia, sino noticias de la agencia EFE y de Europa Press, que hacen referencia a la existencia de un comunicado que tampoco se aporta. Así, no hallándonos ante un auténtico indicio suficiente para motivar la incoación del procedimiento, sino ante la noticia de una posible infracción, los recortes de prensa serían únicamente determinantes, en su caso y a lo sumo, del inicio de una fase de información reservada".

Foto: Pedro Sánchez y Luis Rubiales, durante un partido de España en el Mundial de Rusia. (EFE)

Después de cinco días de espera, el TAD decidió calificar la acción de "falta grave", que no muy grave, como solicitaba el CSD, quedándose este último sin amparo legal para suspender a Rubiales. El Ejecutivo se limitó a aportar recortes de prensa. No podemos rezongar en exceso porque la mejora es evidente. Un año atrás, archivaba las noticias en un cajón y se olvidaba de ellas. Vamos progresando.

La decisión ha provocado que, paradójicamente, aquellos que criticaban al TAD, caso del presidente de la RFEF ("creo que están todos vendidos"), han pasado a defender a los miembros del tribunal y a solicitar que no se les presione políticamente, mientras aquellos otros que se habían puesto en sus manos, caso del ministro Iceta, no han podido dejar de mostrar su malestar. El mundo al revés.

La resolución puede gustar más o menos, y cada cual puede tener argumentos para defender una postura o la contraria, pero esto es el Estado de derecho, acaso una especie en vías de extinción por culpa del constructivismo jurídico o esa viscosidad de la ley de la que habla José Antonio Zarzalejos.

El caso Rubiales dista de resultar anecdótico. Es paradigma de la decadencia moral de una sociedad como la española

Porque el caso Rubiales, que ha sido objeto de noticia en las principales cabeceras mundiales, dista de resultar anecdótico. Es paradigma de la decadencia moral de una sociedad como la española, que ha interiorizado la corrupción hasta el punto de haber dado carta blanca al presidente de la RFEF para sus tejemanejes, que se guía más por la realpolitik que por los principios y valores —estos últimos ni te dan de comer ni te consiguen un asiento en el palco del Bernabéu— y que se cree más los juicios sumarísimos de Twitter que los de los tribunales.

Solo atendiendo a este marco mental, las declaraciones de Pedro Sánchez de este fin de semana pueden resultar mínimamente digeribles. "España es un país feminista. Nuestras jugadoras han ganado dos veces: en el campo y dando una lección de igualdad entre hombres y mujeres". Para luego añadir: "Uno no puede aspirar a representar a España con actitudes y discursos que nos abochornan".

Lo cierto es que el Gobierno socialista protegió al presidente de la RFEF de todas las irregularidades desveladas por El Confidencial y lo hizo el suficiente tiempo, según escribe mi compañero Alejandro Requeijo, para que el máximo mandatario del fútbol español se salvase de ser investigado por sus escándalos anteriores en el TAD, único organismo capacitado para inhabilitarle. Lo cierto es que el Ejecutivo tampoco desarrolló el reglamento de la nueva ley del deporte del año 2022, que hubiera facilitado la suspensión cautelar, y que Sánchez intercambiaba wasaps con Rubiales y lo hacía con cierta familiaridad.

Foto: Imagen: Irene Gamella / EC Diseño.

Lo cierto es que los que lo aplaudían en la ominosa asamblea de la Federación fueron los mismos que arremetieron contra él 24 horas después, y cierto es también que este Gobierno —que perpetró la ley del solo sí es sí, ha defendido la ley trans en su literalidad y dio amparo a Luis Rubiales y sus macromachismos— es el mismo que se declara el Ejecutivo más feminista de la democracia. Y así pasará a los libros de historia.

Básicamente, porque unos pocos errores no pueden emborronar un currículo focalizado en lograr la igualdad de hombres y mujeres, porque si no nos gusta la historia tal cual es, pues se reescribe, y porque de tanto repetir una media mentira, y tener tanto eco entre intelectuales afines, al final resulta imposible distinguir lo real de lo que no lo es. Es lo que Michiko Kakutani, exjefa de Cultura de The New York Times, llama la muerte de la verdad.

Tras el varapalo del TAD, el CSD ha vuelto a la carga solicitando la suspensión de Rubiales, al entender que su comportamiento durante y después de la final del Mundial femenino afecta a la imagen de España en uno de los pocos ámbitos en que somos competitivos, el deporte, y además puede suponer un serio contratiempo a nuestra candidatura para la organización del Mundial masculino de fútbol de 2030.

Foto: Imagen: Laura Martín.

No hay cabecera internacional que no se haya hecho eco del escándalo Rubiales. Una de las últimas, el Financial Times. En su información, se refiere al mandamás de la RFEF como la más denostada cara del machismo y recoge las declaraciones realizadas por su tío a El Confidencial: "Es un hombre obsesionado con el poder, obsesionado con el lujo, obsesionado con el dinero, incluso con las mujeres (...) Yo creo que este chico necesita un programa de reeducación social y de reeducación en su relación con la mujer".

Porque esa es la pregunta que debemos hacernos y que tanto daño hace al deporte español: cómo este señor, del que los poderes públicos conocían su personalidad machista y sus artes, sus negociaciones con Gerard Piqué para vender la Supercopa a Arabia Saudí y sus fiestas subidas de tono, todo ello impropio de una sociedad moderna del siglo XXI, pudo campar a sus anchas. Si todos sabían, por qué todos callaron.

Ha pasado inadvertido el pescozón del Tribunal Administrativo del Deporte al Gobierno por el caso Rubiales. La resolución del TAD de la semana pasada puso negro sobre blanco la ineficiente gestión de la autoridad competente para poner coto a las malas artes del todavía presidente de la Real Federación Española de Fútbol (solo está suspendido) y da argumentos a todos aquellos que malician que el Ejecutivo lo ha estado protegiendo en su cargo y ha sido ahora, cuando la opinión pública se le ha echado encima a raíz del beso a Jennifer Hermoso, cuando se ha visto obligado a actuar.

Luis Rubiales
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