Caza Mayor
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La votante socialista que decidió peinarse como Ayuso
El Gobierno lo fía todo al control absoluto que tiene de los resortes de poder y a la pócima que le da a la opinión pública para que, de aquí a dos años, nadie se acuerde de nada. Puede que sea así… y puede que no
Residente en Hospitalet. Votante flexible, como tantos otros, que elige una papeleta u otra dependiendo de la coyuntura. Se inclinó por Inés Arrimadas cuando los acontecimientos de la segunda mitad de 2017 y luego, cuatro años más tarde, hizo lo propio con Salvador Illa en aras de la convivencia y la normalización en Cataluña. Lo que se dice una votante constitucionalista estándar.
La semana pasada, según se iban conociendo los términos del acuerdo del PSOE con Esquerra y las exigencias de Puigdemont, tomó dos decisiones nada sencillas: una, jurar que jamás volvería a votar socialista, y dos, enviar una fotografía de Ayuso a su peluquera para que la peinara igual. Una anécdota que pone negro sobre blanco la desazón de los constitucionalistas en Cataluña. No se trata de la amnistía, sino de la ausencia de una reconciliación sincera. La capitulación del Estado. La humillación.
Una atmósfera de descomposición que comenzamos a olfatear el sábado del comité federal del PSOE, cuando Pedro Sánchez se desnudó impúdico para mostrar sus cartas ("abrazar" la amnistía, justificarla como "única vía" válida para que haya un Gobierno, "hacer de la necesidad, virtud"), y que se ha ido consumando en las últimas horas ante el inminente acuerdo de los socialistas con Junts.
Una vez verbalizada su intención de ser presidente con las cesiones que sean necesarias, impelido, como reconoce, por la precariedad del resultado el 23-J, Sánchez entró en zona de no retorno, sin posibilidad de abortar el despegue. Ya no podía ocultar sus intenciones. A saber: cerrar el acuerdo cueste lo que cueste, desmontar algo más que las vías de Rodalies.
El hedor del pacto resulta imposible de soportar por buena parte de los constitucionalistas y, sobre todo, por el denominado PSOE caoba
El destape de Sánchez lo colocaba en una situación de vulnerabilidad frente a alguien que se sabe con la sartén por el mango. Dicen que si logras ser el más necesario, terminarás siendo el más fuerte. Ese es Puigdemont. El Estado en manos de un prófugo de la Justicia que no olvida las 155 monedas de plata que le lanzó ERC a la cara (Juliana dixit).
Una vez superado el ataque de cuernos del expresident por la foto de Bolaños con Junqueras, habrá acuerdo. Ahora bien, ¿cuál será el precio a pagar?
El hedor del pacto resulta imposible de soportar por buena parte de los constitucionalistas y, sobre todo, por el denominado PSOE caoba. Esos socialistas que no se han atrevido a pronunciarse por miedo a las represalias, que lo han hecho demasiado tarde, cuando el castillo comenzaba a desmoronarse, caso de Felipe González, o que hablan de forma recurrente, como Emiliano García-Page, pero de cara a su parroquia y sin visos de pasar a la acción, porque una cosa es predicar y otra muy distinta, dar trigo.
Los teléfonos no dejan de sonar. Un runrún incesante. Bisbiseos. Alguna que otra llamada a la acción. Se sienten responsables de lo que le está ocurriendo al partido socialista. En Cataluña, el PSC, que debería aspirar a presidir la Generalitat en las próximas elecciones, ya puede olvidarse de ello. A Illa, que hasta hace poco renegaba de la amnistía, como la mayoría de socialistas catalanes, le han echado gasolina encima y le han prendido fuego.
En Ferraz tampoco son capaces de vislumbrar su futuro una vez desaparezca Sánchez de escena. La fotografía de Santos Cerdán con Puigdemont en Waterloo, bajo el cuadro con las urnas del 1-O, perseguirá de por vida a la formación socialista de la misma forma que el fantasma de su padre perseguía a Hamlet.
Más que dolerles el partido, a los socialistas críticos les duele España. Consideran que el andamiaje constitucional se está derrumbando
La amnistía y las cesiones tienen un coste. Según una encuesta reciente de Metroscopia, el 52% de los votantes del PSOE y Sumar se muestra a favor de la amnistía, pero hay un significativo 38% que se manifiesta en contra. "La incomodidad política de la izquierda, derivada de los pactos de investidura, parece oscilar en la franja del 30% al 40% de sus votantes", asegura la empresa demoscópica.
En Cataluña, la población continúa dividida en dos: 49% a favor, 44% en contra. En la votación a la militancia, el PSC validó el acuerdo con menos apoyo que el conjunto nacional. Porcentajes que vienen a confirmar que, en contra del argumentario monclovita, la amnistía divide.
Más que dolerles el partido, a los socialistas críticos les duele España. Consideran que el andamiaje constitucional levantado durante la Transición se está derrumbando. Alguno puede argüir que no hay nada malo en evolucionar y crear un nuevo marco de convivencia para un nuevo tiempo, si no fuera porque dicho marco está lejos de todo consenso.
Si la amnistía alcanza malversación y terrorismo, ¿cuánto tardará Otegi en exigir lo mismo para los presos de ETA? ¿Y los condenados por los ERE?
A diferencia de la Transición, donde se produjo un armisticio que venía de abajo arriba, es decir, firmado por los partidos políticos, pero impuesto por la sociedad, en esta ocasión el cambalache viene de arriba del todo —del presidente del Gobierno— al resto. Se ha producido sin la participación ciudadana, que votó el 23-J algo muy distinto a lo que luego se encontró, y por la necesidad que Sánchez tiene de los escaños de Junts para mantenerse en el poder.
El pacto del PSOE con ERC, que se refiere a dos soberanías y legitimidades en conflicto, dando el mismo valor a la Constitución que a las leyes del 1-O aprobadas por el Parlament, así como las noticias que especulan sobre el perímetro de la amnistía, incluyendo al abogado Gonzalo Boye, a la familia Pujol o los investigados por las conexiones con Putin, son percibidos por los constitucionalistas como algo más que una ofensa. Para los socialistas críticos, son auténticas puñaladas en la espalda, no solo por el contenido de los pactos, sino por venir de quien viene, de su partido, el de Pablo Iglesias Posse.
Si la amnistía alcanzaba delitos de malversación y terrorismo, ¿cuánto tardará Otegi en exigir lo mismo para los presos de ETA? ¿Y los condenados por los ERE? ¿Acaso Cataluña se encuentra en un estadio superior a la clase trabajadora andaluza?
Da la impresión de que al perro de Pavlov se le empieza a atragantar la comida
Y qué decir de Europa. ¿Qué va a hacer ahora la UE, tan concernida por los delitos de malversación, y aún más de terrorismo, tras semejante conchabeo? ¿Qué va a ser del informe aprobado por la Comisión de Injerencias Extranjeras del Parlamento Europeo que insistía en investigar los posibles vínculos entre Puigdemont y funcionarios rusos? No duden de que a dicho informe le va a pasar lo mismo que a los servicios del CNI en Cataluña y País Vasco, que va a ir desapareciendo por arte de birlibirloque.
El Gobierno lo fía todo al control absoluto que tiene de los resortes de poder y a la pócima que le da a la opinión pública para que, de aquí a dos años, nadie se acuerde de nada porque venga otra crisis o urgencia informativa. Puede que sea así… y puede que no. Da la impresión de que al perro de Pavlov se le empieza a atragantar la comida.
Residente en Hospitalet. Votante flexible, como tantos otros, que elige una papeleta u otra dependiendo de la coyuntura. Se inclinó por Inés Arrimadas cuando los acontecimientos de la segunda mitad de 2017 y luego, cuatro años más tarde, hizo lo propio con Salvador Illa en aras de la convivencia y la normalización en Cataluña. Lo que se dice una votante constitucionalista estándar.
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