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Europa se atraganta con la amnistía: de los fachas de Cibeles a los de Bruselas
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Nacho Cardero

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Europa se atraganta con la amnistía: de los fachas de Cibeles a los de Bruselas

La UE ha tomado nota de las manifestaciones multitudinarias contra la amnistía, que vienen a confirmar que los pactos de investidura, en contra de lo que defiende el Ejecutivo, dividen más que unen

Foto: El comisario europeo de Justicia, Didier Reynders. (EFE/Georgi Licovski)
El comisario europeo de Justicia, Didier Reynders. (EFE/Georgi Licovski)
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Apenas se escucha sobre el debate de la amnistía que se celebrará este miércoles en Estrasburgo bajo el título Threat to rule of law as a consequence of the government agreement in Spain ("Amenaza al Estado de derecho como consecuencia de los acuerdos de Gobierno en España"). Un debate algo más que simbólico, pues indica que hay una mayoría parlamentaria en Europa capaz de impulsar este tipo de iniciativas y hacerlo con la firmeza que requiere la ocasión. La literalidad y rotundidad del enunciado suponen ya de por sí toda una declaración de intenciones.

La propuesta del debate salió adelante con el apoyo del Partido Popular Europeo (donde se ubican Von der Leyen y Feijóo), los liberales de Renovar Europa (el grupo de Macron y Ciudadanos), los Conservadores y Reformistas (el de Abascal) e Identidad y Democracia (Le Pen y Salvini), es decir, con el visto bueno de un amplio y variado espectro del arco parlamentario y no solo de un puñado de miembros de la ultraderecha europea. En contra votaron la Alianza de Socialistas y Demócratas, los Verdes y la Izquierda.

Hablarán la Comisión Europea, los representantes de los distintos grupos y, sobre todo, el eurodiputado Carles Puigdemont, que tendrá aquí su minuto de gloria para humillar al Estado español y dejar en evidencia al presidente Sánchez.

El debate es una mala noticia para el apparatchik monclovita, obcecado en hacer ver a la opinión pública que tanto la amnistía como los pactos para la gobernabilidad firmados con los independentistas cuentan con el respaldo unánime de los mandatarios europeos.

Desde el orwelliano ministerio de la verdad han estado movilizando a embajadores y cónsules para que hicieran llegar a los gobiernos de los distintos países realidades que no eran tales. También han blandido como hooligans los editoriales a favor de la amnistía de la siempre bienintencionada prensa anglosajona (consejos vendo que para mí no tengo). Artículos que han ido tornando hacia la crítica según se han ido conociendo los detalles de los acuerdos con los independentistas.

Del editorial de The Guardian (14 de noviembre de 2023) que aplaudía el paso dado por Sánchez ("es un riesgo que merece la pena asumir"), hemos pasado al editorial de The Observer (19 de noviembre), que se encuentra en las antípodas de su periódico hermano ("la amnistía tiene todas las características de un mal acuerdo, alcanzado con mala fe y obtenido a un coste demasiado alto"), o al del francés Le Monde (17 de noviembre), nada sospechoso de estar al servicio de la ultraderecha ("al pactar con un partido que él mismo denunció como socio poco fiable, Sánchez corre el riesgo de perder el poco crédito político que le queda").

Foto: Ilustración: EC Diseño. Opinión
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Medios y dirigentes europeos que celebraron que la extrema derecha no alcanzara el poder en España el 23-J han pasado de la alegría al escepticismo. Casi ninguno entiende que los socialistas españoles, los mismos que durante seis años estuvieron luchando hasta la extenuación por la extradición de Puigdemont, no solo lo hayan convertido en su socio de gobierno, sino que hayan firmado pactos en los que se habla de dos soberanías y de un perímetro para la amnistía que alcanza delitos de malversación y terrorismo.

Como decía irónico Ignasi Guardans en X, antes Twitter: "Necesito un argumento jurídico y político sólido que me explique por qué no se puede amnistiar en la próxima legislatura a todos quienes provoquen desórdenes públicos y desacato a la autoridad durante esta", incluyendo, añadiría yo, al militar con pistola que acudió a las manifestaciones de Ferraz.

Si bien es cierto que Sánchez se erige en dios del Olimpo bruselense por desenvolverse con soltura en el idioma comunitario, y no me refiero al inglés, que también, sino a esa otra lengua que está llamada para quedarse, y que hoy sirve para un discurso sobre la diversidad y mañana para otro sobre el cambio climático, igual que todo esto es cierto, digo, también resulta fácilmente constatable el deterioro de la imagen del mandatario español.

El día que el comisario Reynders quede a tomar el té con Guilarte o Marchena, el presidente del Gobierno español tendrá un problema. Y serio

El haber utilizado la presidencia europea para marcar la agenda de la UE en beneficio propio, así como su posicionamiento sobre la crisis de Oriente Próximo, que verbalizó sin encomendarse ni a dios ni al diablo, han activado la señal de alarma en Bruselas. Allí también han tomado nota de las manifestaciones multitudinarias contra la amnistía que se están sucediendo en nuestro país y que vienen a confirmar que los pactos de investidura, en contra de lo que defiende el Ejecutivo, dividen más que unen.

Con todo y con eso, lo que más preocupa en Europa son las llamadas de las asociaciones de jueces, incluida la progresista, alertando de los intentos de maniatar a los magistrados. El día que el comisario Reynders quede a tomar el té con Guilarte o Marchena, el presidente del Gobierno español tendrá un problema. Y serio.

Foto: El PP protesta en Madrid contra la amnistía. (Europa Press/Jesús Hellín)

En la UE pesa mucho lo que digan los jueces. Fueron la espoleta que desencadenó la activación del artículo 7 del Tratado de Lisboa para Hungría y Polonia. Dicho artículo recoge la posibilidad de sancionar a un Estado miembro por violar valores básicos de la Unión Europea como los derechos humanos o el imperio de la ley.

Los expedientes sancionadores contra Hungría y Polonia vinieron después de muchos debates como el que tendrá lugar este miércoles en Estrasburgo. A la UE le cuesta actuar rápido y con contundencia. No está en sus genes. Pero tampoco se le puede acusar de falta de determinación cuando se trata de defender la separación de poderes y denunciar los cada vez más comunes tics autoritarios de los países miembros.

La Moncloa va a tener complicado sostener su relato en Europa, donde los resortes de poder no le van a permitir jugar con la ventaja de la que sí dispone en su país. El Partido Popular Europeo domina en la UE frente a la cada vez más depauperada socialdemocracia que representan Sánchez, Scholz y el dimitido Costa. Dentro del PPE, el de Feijóo es el segundo grupo por dimensiones. Von der Leyen necesitará del español si quiere mantener sus aspiraciones a seguir presidiendo la Comisión el próximo año.

Como el Ejecutivo español se está percatando de que está en minoría, se ha puesto a buscar aliados contra natura y ha empezado a distinguir entre las derechas buenas, que representaría el liberal Donald Tusk, próximo primer ministro de Polonia, y las derechas malas, las que quieren pactar con Vox, con Manfred Weber a la cabeza.

La Moncloa ha debido tener un brote de amnesia y olvidar lo que tanto Tusk como el que podría ser su ministro de Exteriores, Radosław Sikorski, marido de Anne Applebaum, piensan de lo ocurrido en España con la amnistía y los pactos con los independentistas. Repasen la hemeroteca.

Pasamos de pantalla. A partir de esta semana, la crisis institucional que sacude España entrará a formar parte del campo de juego europeo. El virus del procés continúa.

Apenas se escucha sobre el debate de la amnistía que se celebrará este miércoles en Estrasburgo bajo el título Threat to rule of law as a consequence of the government agreement in Spain ("Amenaza al Estado de derecho como consecuencia de los acuerdos de Gobierno en España"). Un debate algo más que simbólico, pues indica que hay una mayoría parlamentaria en Europa capaz de impulsar este tipo de iniciativas y hacerlo con la firmeza que requiere la ocasión. La literalidad y rotundidad del enunciado suponen ya de por sí toda una declaración de intenciones.

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