Caza Mayor
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El ocaso de los otrora amos del Ibex
Ni es índice de referencia ni tampoco español. El Ibex 35 es otra cosa y sus verdaderos amos no son los apellidos nacionales que se nos vienen a la cabeza, sino los grandes fondos
Hubo un tiempo en el que Florentino, los Entrecanales y los Del Pino, entre otros, simulaban ser los verdaderos amos del Ibex 35. La época en la que Emilio Botín y César Alierta mandaban como un ministro de Economía y montaban think tanks, véase el Consejo Empresarial de la Competitividad, con los que pretendían recoser las costuras que se le iban saltando al país. De aquellos polvos, estos lodos. Solo Fainé sigue ejerciendo con discreción el poder y la influencia de una clase empresarial hoy desdibujada.
Quien manda ahora en la bolsa es la smart people, término en contraposición a la beautiful people de esa España "donde un empresario con buenas ideas puede hacerse rico en menos tiempo que en ninguna parte". Han dejado de frecuentar las alfombras de la Moncloa como el que huye del demonio —vade retro, satanás— porque ocupaban titulares que no les concernían y les responsabilizaban de asuntos que les resultaban ajenos.
Son más de profesionalizar la gestión. Quieren convertirse en reflejo de esa nueva forma de entender la relación de las compañías con la sociedad en la que viven, buscando tanto maximizar los beneficios (ahí están los resultados históricos del último ejercicio) como mostrarse sensibles a los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Agenda 2030. El hombre blandengue, para unos; el líder de los nuevos tiempos, para otros.
Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos por mostrar una cara más afable, siguen sin encontrarle el punto. No cuentan con la ascendencia de la que gozaban sus antecesores. Algunos de los mitos que circulan en torno al Ibex 35, a la sazón más una entelequia que un índice de referencia, explican el descenso a los infiernos de los otrora amos de la bolsa.
Intervencionismo público
La cuestión es que, por mucho que se alejen de la política en un claro síntoma de italianización de nuestro tejido empresarial, la política no deja de perseguirlos a ellos. La intervención pública resulta asfixiante. No solo por la presión impositiva, que irá a más por mor de las nuevas reglas fiscales, sino también por casos como los de Indra y Telefónica, donde la SEPI ha entrado o entrará en el capital bajo la excusa de que operan en sectores estratégicos para el país. Una forma de "reconstruir una cartera pública de inversiones en compañías estratégicas nacionales muy al estilo franquista", augura Juan Ramón Rallo.
Pero si el Estado puede entrar como elefante en cacharrería en estos tótems del Ibex con el dinero de los españoles no es porque le sobre el dinero, sino porque el Ibex se encuentra en almoneda. Se juntan un par de brokers en el Delmonico’s y, entre pinta y pinta, se convierten en accionistas de referencia de los antiguamente llamados blue chips.
El patito feo de Europa
El Ibex 35 es un índice capitidisminuido. Desde la gran recesión de 2008, no levanta cabeza. Los voceros oficiales que sacan pecho de que España es el país que más está creciendo en Europa son los mismos que presumen de la subida de un 28% del Ibex 35 (dividendos incluidos) el pasado ejercicio 2023, lo cual no deja de ser una verdad a medias. Somos los que más subimos porque fuimos los que más caímos. Como apunta Miquel Roig, el Ibex es, con diferencia, el indicador de entre todos sus homólogos europeos con peor comportamiento relativo en los últimos cinco años. Cosas veredes.
Mandan los grandes fondos
En el imaginario popular persiste la idea de que la bolsa está en manos de un puñado de grandes familias españolas que tienen total libertad para el 'ordeno y mando'. La realidad, sin embargo, es muy distinta. La capacidad de acción de estas grandes familias se encuentra limitada por quienes son los auténticos propietarios: los fondos.
De los cerca de 650.000 millones que capitaliza el Ibex, unos 250.000 pertenecen a fondos de inversión y de pensiones como BlackRock o Fidelity, que son los que ejercen el poder, aunque pocas veces se ponga el foco en ellos. Comparadas con estas cifras, la operación de saudí en Telefónica, de unos 2.000 millones de euros, no dejan de ser peanuts. Que haya tanto accionista extranjero en el Ibex obedece a que los inversores españoles prefieren invertir en ladrillo o real estate antes que en capital mobiliario.
El Ibex no es España
Otro error frecuente consiste en tomar el Ibex como termómetro de la economía nacional. España es un país de pequeñas y no de grandes compañías. Las pymes suponen el 99,8% de las empresas, representan el 62% del Valor Añadido Bruto (VAB) y el 66% del empleo empresarial total. Que les vaya bien a los componentes del Ibex no implica que le vaya bien a nuestro Producto Interior Bruto. Y viceversa.
Además, prácticamente un tercio del ebitda del Ibex procede de Latinoamérica. Es decir, hacen más estragos al índice las turbulencias en México o Argentina que los constipados coyunturales en los que pueda caer nuestra economía.
Latinoamérica, capital Madrid
Como acabamos de decir, la expansión natural del Ibex 35 siempre ha sido Latinoamérica. Las empresas españolas se han hecho con bancos y compañías estratégicas de aquel territorio a golpe de talonario. Los movimientos generaron muchas suspicacias —continúan a día de hoy—, ya que la opinión pública los identificaba con una suerte de neocolonialismo, pues, no por nada, les estaban arrebatando las joyas de la corona.
Ahora, curiosamente, se está produciendo un colonialismo a la inversa. Son las grandes fortunas mexicanas, venezolanas, chilenas… las que se están haciendo fuertes en el Ibex, especialmente en el sector bancario (ahí están los ejemplos de Slim, Escotet, Gilinski, entre otros), y en el sector inmobiliario. Compiten de tú a tú con las familias patrias.
En conclusión, ni es índice de referencia ni tampoco español. El Ibex 35 es otra cosa y sus verdaderos amos no son los apellidos nacionales que se nos vienen a la cabeza, sino los grandes fondos de inversión, un Estado español progresivamente empoderado y unas fortunas latinoamericanas que frecuentan Madrid e incluso se han venido a vivir aquí, pues son más y también tienen más dinero.
Hubo un tiempo en el que Florentino, los Entrecanales y los Del Pino, entre otros, simulaban ser los verdaderos amos del Ibex 35. La época en la que Emilio Botín y César Alierta mandaban como un ministro de Economía y montaban think tanks, véase el Consejo Empresarial de la Competitividad, con los que pretendían recoser las costuras que se le iban saltando al país. De aquellos polvos, estos lodos. Solo Fainé sigue ejerciendo con discreción el poder y la influencia de una clase empresarial hoy desdibujada.