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Nacho Cardero

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Sánchez deja claro quién manda en el Ibex

"Hay muchas cuentas pendientes de lo que ha sucedido estos últimos meses en España que a partir de mañana se van a cobrar", dijo un sagaz director de periódico tras los resultados del 23-J. Los empresarios son conscientes

Foto: Pedro Sánchez, en el acto del PSOE en Lugo este sábado. (EP/Carlos Castro)
Pedro Sánchez, en el acto del PSOE en Lugo este sábado. (EP/Carlos Castro)
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El Foro de Davos se parece cada vez más al sanatorio de Berghof. Uno acude allí en buen estado de salud y acaba enfermando, o pensando una cosa y termina diciendo la contraria. Es lo que les ha ocurrido a los empresarios que participaron del aquelarre suizo: llegaron poniendo como chupa de dómine al Ejecutivo español y salieron de allí con ganas de fumar la pipa de la paz. No es que hayan cambiado su opinión sobre Sánchez, pero saben que la legislatura será larga y sin alternativa al socialista, así que mejor lavar y guardar la ropa, no le vaya a parecer a la SEPI que su empresa es demasiado estratégica.

El relato de la entente cordial entre empresarios y Gobierno empezó a escribirse en el congreso de la asociación Multinacionales con España, noviembre de 2023, donde se encuentran empresas como Alibaba, Carrefour, Google, Ikea, ING, Siemens o Thales, entre otras. Durante el mismo, Sánchez elogió a estas compañías por ser "el mejor ejemplo de que es posible alinear los intereses de las empresas, los ciudadanos y el sector público".

El discurso que blande el presidente le propina siempre buenos réditos, un discurso contra las prácticas neoliberales que han empobrecido la sociedad y a favor de un capitalismo más humano sustentado en la economía productiva, la digitalización y la sostenibilidad. Un discurso, impostado o no, pero a todas luces imbatible.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene en el Foro de Davos. (Reuters/Denis Balibouse)

Luego le siguió, enero de 2024, el encuentro "cordial" en Davos con los grandes del Ibex, Ignacio Sánchez Galán y Rafael del Pino incluidos. ¿Malestar con el Gobierno?, se preguntaban en la Moncloa. ¿Qué malestar? Solo hace falta ver las fotografías y encuentros recientes para darse cuenta de la distensión. Además, la economía española va como un tiro. Mucho mejor que el resto de la UE. No hay razones objetivas para enfadarse.

Los actores empresariales no comparten la opinión. No olvidan el aumento de la presión (y persecución) fiscal, la irrupción de los nuevos impuestos o la demonización que hacen de los beneficios empresariales a cuenta de los márgenes. Pero tampoco pecan de inocentes y malician que la legislatura va para largo y que, como en el chiste, "mejor vamos a llevarnos bien". Más temor que respeto. Anteponer el pragmatismo.

Les inquieta, y mucho, el intervencionismo público en el tejido empresarial, tanto en la toma de participaciones en empresas clave como en la ubicación de personas afines en el management. La tradición no es nueva —basta recordar cómo Rodrigo Rato repartía cargos en empresas públicas y privadas como si estuviera dando cartas en el póquer, convirtiendo la plaza de la Lealtad en un patio de monipodio—, pero el ritmo del actual intervencionismo, aprovechando el inicio de esta segunda legislatura, resulta frenético.

Foto: Paneles del Ibex 35 en el Palacio de la Bolsa de Madrid. (Europa Press) Opinión
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La especie de que el Ibex se encuentra en almoneda es tal que no pocos advenedizos han llamado a las puertas de la Oficina Económica por lo que pueda caer. Algunos, ofreciéndose de forma temeraria para capitanear Endesa y así engrasar las ahora frágiles relaciones entre el Gobierno español y el de Meloni. Se postulan para presidir la eléctrica sin caer en la cuenta de que ahí el único que manda es José Bogas, que mantiene magníficas relaciones con el Ejecutivo.

Otros que aporrean la puerta de la Moncloa lo hacen para presentar candidatura al consejo de Telefónica al calor de la inminente entrada de la Sociedad Española de Participaciones Industriales. La compra de un 10% de la operadora daría a la SEPI entre uno y dos sillones, un suculento botín para cualquier consejero que se precie. Lo de Endesa y Telefónica son solo un par de ejemplos. Hay más.

La SEPI va tejiendo una tela cada vez más sólida de empresas. La lista de participadas por el ente público no deja de aumentar. De entre todas, destaca Indra, donde el Estado cuenta con un 28%. Es su gran apuesta y el ariete para montar un gigante de la defensa. Ejerce de presidente Marc Murtra, del clan del PSC, pero bien considerado en todos los entornos, ya sean económicos o políticos. Uno de sus principales avales es la evolución de la acción: se sitúa por encima de los 16 euros, habiendo doblado el precio desde su llegada.

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Otro que tiene proximidad con los socialistas catalanes es Ángel Simón, un veterano y eficaz ejecutivo, old school, de esos que saben por dónde sopla el viento. Conserva esa proximidad desde que Pasqual Maragall, en su época de alcalde, le nombró gerente de la Mancomunidad de Municipios del Área Metropolitana de Barcelona. Acaba de ser nombrado por Fainé consejero delegado de Criteria.

Puede ser cierto que, como escribía José Antonio Zarzalejos este fin de semana, el PSC haya perdido peso en el actual Consejo de Ministros por el número de carteras. Sin embargo, lo ha ganado con la incorporación de Jordi Hereu en Industria y la llegada de una camada de notables ejecutivos (ahí está también Maurici Lucena) a las principales compañías de este país, que es realmente donde se parte el bacalao.

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El caso de Simón resulta paradigmático. Va a ser quien mande en el mayor holding empresarial de España. Criteria es accionista de CaixaBank, el banco número uno por activos, con un balance de 611.000 millones. La Fundación la Caixa y el Estado, a través del FROB, tienen el 50% del capital. Criteria también es accionista de Naturgy, otra compañía estratégica para el país, con una participación del 27%. El Gobierno de Sánchez analiza en la actualidad la entrada de BlackRock en el capital de la energética.

Por último, están los grupos de comunicación. Las televisiones tampoco escapan del foco del Ejecutivo. La progresiva vuelta de la publicidad a RTVE cuelga como espada de Damocles sobre el ebitda de Atresmedia y Mediaset. La Administración pública tiene a su disposición el botón rojo para pulsarlo cuando crea más conveniente.

Sánchez está extendiendo su perímetro de influencia en el ámbito empresarial, de la misma forma que lo hace en el resto de esferas. "Abróchense los cinturones, que vienen curvas. Hay muchas cuentas pendientes de lo que ha sucedido estos últimos meses en España que a partir de mañana se van a cobrar", dijo un sagaz director de periódico tras los resultados del 23-J. Los empresarios son conscientes. Han retornado a los cuarteles de invierno.

El Foro de Davos se parece cada vez más al sanatorio de Berghof. Uno acude allí en buen estado de salud y acaba enfermando, o pensando una cosa y termina diciendo la contraria. Es lo que les ha ocurrido a los empresarios que participaron del aquelarre suizo: llegaron poniendo como chupa de dómine al Ejecutivo español y salieron de allí con ganas de fumar la pipa de la paz. No es que hayan cambiado su opinión sobre Sánchez, pero saben que la legislatura será larga y sin alternativa al socialista, así que mejor lavar y guardar la ropa, no le vaya a parecer a la SEPI que su empresa es demasiado estratégica.

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