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Nacho Cardero

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Caso Koldo: el Gobierno pierde el control

En el Gobierno, han debido pensar que eso de que el Estado entre hasta el tuétano del sistema consiste en ir colocando a 'family and friends', es decir, a los amiguetes, en las principales estructuras de poder

Foto: Koldo García, a su salida de la Audiencia Nacional. (Europa Press/Ricardo Rubio)
Koldo García, a su salida de la Audiencia Nacional. (Europa Press/Ricardo Rubio)
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El Gobierno ha perdido el control. Los hechos y las informaciones se suceden a una velocidad vertiginosa. Demasiado rápido, incluso para unos maestros en el manejo del relato como el PSOE. Son los informes de la UCO, las declaraciones de Sánchez, la réplica de Ábalos y unas ramificaciones del caso, en otras carteras y otros territorios, que tienen visos de perdurar en el tiempo y que no acaban con Koldo y el exministro de Fomento. Van a hacer falta muchos diques de contención.

La borrasca del caso Koldo deja la amnistía en mero txirimiri. El problema es la hemeroteca, esto es, la atalaya de superioridad moral a la que se han subido en anteriores ocasiones para denunciar y castigar los casos de corrupción y tráfico de influencias de las formaciones enemigas. De aquellos polvos vienen estos lodos.

En el PSOE se percibe cierta atmósfera de descomposición. "Se agota el manual de resistencia y el deseo viene cada vez más arropado por la realidad. Quien llegó al poder por corrupción ajena puede irse por corrupción propia", escribía Antonio Casado.

Cuando uno escucha a Pedro Sánchez afirmar que con la corrupción "va a ser implacable, venga de donde venga y caiga quien caiga", como dijo este fin de semana, y luego el lector se desayuna informaciones como las que publica El Confidencial y se va sabiendo más del caso Koldo, un señor sin méritos que se lucró a costa del erario público, que campó a sus anchas por el Ministerio de Fomento y que colocó a su hermano en empresas públicas en el enésimo caso de nepotismo, llega a la conclusión de que el viento ha cambiado.

Foto: El ministro de Transportes, Óscar Puente, en el Senado. (EFE/Kiko Huesca)

En su intervención de este fin de semana, Sánchez parecía que estuviera hablándole al espejo: "Frente a quienes amparaban la corrupción [en referencia al PP y a los motivos de la moción de censura que le auparon al poder], hoy hay colaboración absoluta con la Justicia para llegar hasta el final. Quien la hace la paga, así va a seguir".

Sánchez es un político inteligente, osado, al que siempre le ha ido bien doblando las apuestas, pero ignorante de que todas las decisiones que toma hoy tienen consecuencias en el medio y largo plazo. Han sido tantos los riesgos asumidos, tanta la polarización sembrada, que ahora no le queda otra que recoger los frutos.

Foto: El hermano de Koldo García, Joseba García, a su salida de la Audiencia Nacional este jueves. (Europa Press/Ricardo Rubio)

Afiliado al PSOE y miembro de UGT, las conexiones de Koldo distan de ser marginales. Fue concejal por el Partido Socialista de Navarra (PSN) en Huarte, donde tuvo relación con Santos Cerdán, lideró la guardia de corps de Ábalos y se dejó fotografiar ufano con el presidente. Sánchez dijo de él que era "uno de los gigantes de la militancia", "un referente político en la lucha contra los efectos de la crisis y las políticas de la derecha".

Joseba García Izaguirre, hermano de Koldo, está considerado por los investigadores otra pieza clave en la trama. Koldo le consiguió trabajo en Ineco, una empresa pública de ingeniería y consultoría dependiente de Fomento, y luego en el ente público Emfesa, donde ha seguido a sueldo hasta su detención por la Guardia Civil. Lo de los Koldo debe ser el famoso capitalismo de amiguetes del que habla Carlos Sánchez en su último libro.

Los casos de nepotismo en torno a los partidos hoy en el poder empiezan a extenderse como una mancha de aceite. La cuestión no es baladí. En un momento en que el barco parece hacer agua, hay que situar a los peones en puestos estratégicos para tratar de revertir la situación o, al menos, sobrevivir a la misma. Acuérdense de la dimisión del marido de Nadia Calviño como director de Marketing de Patrimonio Nacional o el fichaje frustrado del exministro Alberto Garzón para el lobby de Pepe Blanco.

Foto: Koldo García detrás de José Luis Ábalos. (Agencias) Opinión
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El último, desvelado por este periódico, es el nombramiento de Erika Rodríguez Pinzón, exesposa de Manuel de la Rocha —secretario de Estado, titular de la Oficina de Asuntos Económicos y G-20, y hombre de la máxima confianza de Pedro Sánchez—, como directora general de la Fundación Carolina, una institución presidida por el Rey y financiada por las principales del Ibex. No es cuestión de entrar en disquisiciones tales como la legitimidad o legalidad de este nombramiento, sino de hacer dos simples preguntas:

¿Es estético que la exmujer del todopoderoso jefe de la oficina económica de la Moncloa lleve las riendas de una fundación público-privada financiada por el Ibex? ¿No había mejor candidata que Erika Rodríguez? Si no fuera por sus conexiones con el PSOE y porque es la exesposa del secretario de Estado, ¿hubiera sido elegida igualmente? Que cada cual responda como quiera.

En el Gobierno han debido pensar que eso de que el Estado entre hasta el tuétano del sistema y de la economía productiva consiste en ir colocando a family and friends, es decir, a los amiguetes, en las principales estructuras de poder. Eso les pasa por leer tanto a Mazzucato.

El Gobierno ha perdido el control. Los hechos y las informaciones se suceden a una velocidad vertiginosa. Demasiado rápido, incluso para unos maestros en el manejo del relato como el PSOE. Son los informes de la UCO, las declaraciones de Sánchez, la réplica de Ábalos y unas ramificaciones del caso, en otras carteras y otros territorios, que tienen visos de perdurar en el tiempo y que no acaban con Koldo y el exministro de Fomento. Van a hacer falta muchos diques de contención.

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