Caza Mayor
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El 'síndrome Reventós' persigue al candidato Illa
Sabemos cómo se las gasta Sánchez. Sacó a Illa en su momento del Ejecutivo con la excusa de la reconquista de Cataluña y volverá a inmolarlo si es necesario, como ha hecho con Batet, Ábalos, Redondo, González Laya y una larga lista
A Salvador Illa se le está quedando cara de Joan Reventós, histórico líder de los socialistas catalanes al que veían como president de la Generalitat y se tuvo que conformar con un puesto de consolación tras el regreso de Tarradellas. Las similitudes de aquel escenario con el actual presagian un desenlace no muy diferente, con Carles Puigdemont saludando desde el balcón de plaza Sant Jaume con un "¡Ciutadans de Catalunya! ¡Ja sóc aquí!" y un Salvador Illa con sensación de que los suyos se la han vuelto a jugar.
Si a alguien le cabe alguna duda, basta recordar la declaración de Pasqual Maragall a la muerte de Reventós: "No fue presidente de la Generalitat y seguramente muchos catalanes esperaban que lo fuera; puso todo el empeño en hacer retornar a Tarradellas del exilio. Fue él, su partido y su decisión quienes lo hicieron retornar, porque las fuerzas políticas del momento no estaban demasiado convencidas. Joan Reventós, vencedor de las elecciones de 1977, se conformó con ser un consejero más, el más prominente, probablemente, pero uno más del Gobierno de Tarradellas”.
Ayer, como hoy, los socialistas catalanes quedaron como primera fuerza política en los comicios generales del 15 de junio de 1977 con un 28% de los votos, seguidos del Partido Comunista, con un 16%. No fue suficiente. Dios escribe con renglones torcidos y quiso, por el bien de Cataluña o de quien fuere, que el presidente fuera Tarradellas.
Desde que Pedro Sánchez inició su cortejo al independentismo, primero con los indultos, luego con la amnistía, siempre nos quiso convencer de que lo hacía en aras de la convivencia y que su plan maestro —que los mortales éramos incapaces de atisbar por nuestras limitaciones cognitivas— acabaría con Illa de president. Sería entonces, decían, cuando las piezas del puzle encajarían y daría comienzo una nueva etapa en Cataluña.
Pues bien, a día de hoy, no está del todo claro que Salvador Illa vaya a mudarse a la Casa dels Canonges. A diferencia de los comicios vascos, donde ignorábamos quién ganaría, pero sabíamos a ciencia cierta quién gobernaría, en las elecciones catalanas ocurre todo lo contrario: sabemos quién se alzará con la victoria, pero no quién será president.
Según la encuesta de IMOP para El Confidencial, el PSC conseguirá claramente la primera posición con un 27,8% de los votos y entre 39 y 41 escaños en el Parlament, mientras que la segunda corresponderá a Junts, con una estimación de voto del 22,4% y entre 36 y 38 escaños. Datos curiosos de los que podemos extraer dos primeras conclusiones:
Primera, que la candidatura de Salvador Illa se ha estancado o incluso ha ido a menos en las últimas semanas. Del ‘efecto Sánchez’ tras el periodo de reflexión, nada de nada. Las deslavazadas respuestas del presidente del Gobierno en la entrevista de El País, hablando otra vez de pseudomedios y sin saber explicarse sobre su mujer, dejan a las claras que la maniobra de distracción dista mucho de haber cosechado algún rédito.
Segunda, que las cesiones que el Ejecutivo ha tenido que realizar para mantenerse en el poder han disparado las aspiraciones de Puigdemont. Cada vez está más próximo al PSC en número de escaños. Al líder de Junts le vale un acuerdo de coalición con ERC y la abstención de las otras dos formaciones independentistas, CUP y Aliança Catalana. También podría exigir la abstención del PSC como pago por su apoyo a Sánchez en el Congreso de los Diputados. Algo que resulta inimaginable. O no tanto.
Tenga o no tenga mayoría absoluta el secesionismo, Puigdemont viene soltando a quien quiera oírle que es el candidato con más opciones de ser investido presidente. Más que Illa y con independencia de los votos que saque uno u otro. ¿El motivo? El contexto político y la dependencia del Gobierno central de los votos de Junts.
“Yo no iré a negociar con ellos. Pero el PSC sabrá qué tiene que hacer y asumir las consecuencias de sus decisiones, las que sean. Todas serán legítimas, pero todas tienen consecuencias. La pregunta es qué hará el PSC en ese contexto”, dice Puigdemont.
Unas declaraciones que, traducidas al román paladino, significan: "Sánchez está obligado a doblar la cerviz al PSC para que se abstenga y así permitirme que sea el próximo president de la Generalitat, igual que hizo Suárez con Tarradellas o que se vaya despidiendo de la Moncloa". En ese escenario, a Salvador Illa, un buen tipo con no mucha suerte, le tocaría desempeñar el mismo rol que a Reventós, un papel vicario respecto de Puigdemont.
Por ese motivo, no creemos que el secretario general del PSC acepte semejante trágala. El masoquismo de los socialistas catalanes ha tocado techo después de haber tenido que deglutir una ley de amnistía y, sobre todo, unas cesiones a los independentistas como las concedidas por el Gobierno Central, con las que no estaban de acuerdo.
Pero ya sabemos cómo se las gasta Sánchez. Sacó a Illa en su momento del Ejecutivo con la excusa de la reconquista de Cataluña y volverá a inmolarlo si es necesario, como ha hecho con Batet, Ábalos, Redondo, González Laya y una larga lista de afines caídos en combate. La historia se repite.
Curiosamente, la pelota de la gobernabilidad estará en el campo del gran derrotado de estas elecciones catalanas, ERC. Los republicanos, que se desploman y acaban terceros en el podio, aparecen como socios necesarios en todas las fórmulas de gobierno viables. En sus manos estará hacer president a Illa o Puigdemont.
Así que, sabiendo el rechazo de los votantes de ERC a un pacto con los socialistas y la animadversión de Junqueras a Puigdemont, el riesgo de bloqueo parece más que real. Todavía no se ha celebrado el 12-M y la posibilidad de que se repitan los comicios empieza a alzarse como la favorita de las quinielas electorales.
A Salvador Illa se le está quedando cara de Joan Reventós, histórico líder de los socialistas catalanes al que veían como president de la Generalitat y se tuvo que conformar con un puesto de consolación tras el regreso de Tarradellas. Las similitudes de aquel escenario con el actual presagian un desenlace no muy diferente, con Carles Puigdemont saludando desde el balcón de plaza Sant Jaume con un "¡Ciutadans de Catalunya! ¡Ja sóc aquí!" y un Salvador Illa con sensación de que los suyos se la han vuelto a jugar.
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